por admin » Lun Mar 10, 2014 5:36 pm
No soy 'mandona', soy una mujer firme y segura
Erin Patrice O'Brien for The Wall Street Journal
La palabra 'mandona' ha tenido connotación negativa y femenina durante más de un siglo.
Fuimos unas niñas mandonas.
Sheryl: Cuando mi hermano y hermana describen nuestra infancia, dicen que yo nunca jugué de niña sino que en su lugar organizaba los juegos de otros niños. En mi boda, se pusieron de pie y se presentaron: "Hola, somos los hermanos menores de Sheryl... pero en realidad no somos sus hermanos menores. Fuimos sus dos primeros empleados".
Desde una edad muy temprana, me gustaba organizar desde los juguetes en mi habitación hasta clubes en la escuela. Cuando cursaba la secundaria y era candidata a la vicepresidencia de mi clase, uno de mis maestros llamó a mi mejor amiga y le advirtió que no siguiera mi ejemplo: "A nadie le gusta una chica mandona", le dijo. "Deberías encontrar una nueva amiga que sea una mejor influencia".
Anna: La comunidad latina de mi infancia tenía expectativas claras para cada género: los varones toman las decisiones y las mujeres juegan papeles secundarios. Mis hermanos y yo solíamos jugar a la guerra con los niños del barrio. Cada niño era asignado a un equipo para prepararse para la batalla. Debido a que era la única niña, siempre me mandaban a recoger la munición (frutos rojos de unos árboles cercanos). Un día anuncié que quería liderar el batallón. Los chicos respondieron: "Anna, eres muy mandona, y todo el mundo sabe que una mujer no puede comandar las tropas".
Por fortuna, tenía el ejemplo de mi madre, quien rompió esquemas y se lanzó como candidata a la junta escolar local. Uno de los recuerdos más vivos que tengo de mi infancia es el de personas que se acercaban a mi padre y le decían que no era apropiado que su esposa fuera candidata... a lo que él respondía que no estaba de acuerdo y estaba orgulloso de ella.
Aunque las dos tenemos orígenes diferentes, oímos el mismo desaire. Ya sea en forma directa o implícita, las niñas reciben el mensaje: no sea mandona, no levante demasiado la mano, baje la voz, no lidere.
La palabra "mandona" ha tenido connotación tanto negativa como femenina durante más de un siglo. La mayoría de las entradas del diccionario para "mandona" proporcionan una frase que muestra su uso adecuado, y casi todas se centran en mujeres.
Detrás de las connotaciones negativas se encuentran los estereotipos profundamente arraigados sobre el género. Se espera que los niños sean firmes, seguros y aferrado a sus ideas, mientras que las niñas deben ser amables, maternales y compasivas. Cuando un niño asume el cargo en clase o en el patio de juegos, a nadie le extraña o se ofende. Se espera que haga eso. Pero cuando una niña hace lo mismo, a menudo es criticada.
¿Cómo se supone que vamos a nivelar el campo de juego para las niñas y las mujeres, si desalentamos los mismos rasgos que las llevan allí?
Los científicos sociales han estudiado durante mucho tiempo la forma en la que el lenguaje afecta la sociedad, y han establecido que incluso los mensajes sutiles pueden tener un gran impacto en las metas y aspiraciones de las niñas. Llamar a una niña "mandona" no sólo socava su capacidad de verse a sí misma como una líder, sino que también influye en la forma en que es tratada por otras personas. Según datos de un estudio estadounidense sobre la salud de adolescentes, los padres de estudiantes de séptimo grado dan más importancia al liderazgo de sus hijos que al de sus hijas. Otros estudios han determinado que los maestros interactúan y piden hablar a los muchachos con más frecuencia que a las niñas.
No es de extrañar que en la escuela secundaria, las niñas estén menos interesadas en liderar que los niños. Las estudiantes de grado sexto y séptimo consideran ser populares y muy queridas como rasgos más importantes que ser percibidas como competentes e independientes, mientras que los niños son más propensos a considerar la competencia e independencia como más importantes, según un informe de la Asociación Estadounidense de Mujeres Universitarias. Una encuesta realizada en 2008 por las Girl Scouts a casi 4.000 niños y niñas encontró que las niñas de 8 a 17 años evitan las posiciones de liderazgo por miedo a ser etiquetadas como "mandonas" o no caerles bien a sus pares.
Y "mandona" es sólo el comienzo. A medida que las niñas maduran, las palabras pueden cambiar, pero su significado y el impacto siguen siendo los mismos. Las mujeres que se comportan de manera firme son llamadas "agresivas", "bravas", "frenéticas" y "demasiado ambiciosas". Los hombres poderosos y exitosos suelen caer bien en general, pero cuando las mujeres se convierten en poderosas y exitosas, todos nosotros, tanto hombres como mujeres, tendemos a apreciarlas menos.
Ni siquiera las mujeres líderes más exitosas y famosas pueden estar por encima de los insultos. Un asesor de política exterior una vez describió a la ex primera ministra británica Margaret Thatcher como "la inglesa mandona y entrometida". Susan Rice, la asesora de seguridad nacional de EE.UU. fue descrita por un compañero diplomático como alguien con una "actitud mandona", mientras que la magistrada de la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. Sonia Sotomayor ha sido descrita por abogados como "difícil" y "desagradable".
La frase "demasiado ambiciosa" es adjudicada a mujeres líderes desde Madeleine Albright hasta Hillary Clinton y perpetúa nuestros estereotipos más dañinos. La magistrada estadounidense retirada Sandra Day O'Connor tiene una almohada en su casa de California que declara: "No soy mandona, simplemente tengo mejores ideas".
Esto no sólo afecta a las mujeres en los más altos niveles del poder. En el último año, yo (Sheryl) he viajado por todo el mundo para hablar de mi libro, Vamos adelante (Lean In en inglés). Desde Beijing hasta Mineápolis, he pedido a grupos de hombres y mujeres que levanten la mano si han sido llamados "demasiado agresivos" en el trabajo. En repetidas ocasiones, una pequeña fracción de los hombres levanta la mano, mientras que una gran mayoría de las mujeres levanta una mano... y, a veces dos. En la Universidad de Howard, le pregunté a un grupo de mujeres estudiantes si habían sido llamadas "mandonas" durante su infancia. Dentro del mar de manos ondeando, una mujer gritó: "¿Durante mi infancia? ¿Qué tal la semana pasada?"
Estos estereotipos se convierten en profecías que se cumplen por sí solas. A pesar de obtener la mayoría de los títulos universitarios, las mujeres representan apenas 19% del Congreso de EE.UU., 5% de las presidencias ejecutivas en las empresas de la lista Fortune 500 y 10% de los jefes de Estado. La mayoría de los cargos directivos están ocupados por hombres, por lo que la sociedad sigue esperando que el liderazgo luzca y actúe de forma masculina y reacciona negativamente cuando las mujeres lo asumen.
La ironía, por supuesto, es que las llamadas mujeres mandonas son grandes líderes. Y necesitamos grandes líderes. Nuestro crecimiento económico depende de tener a las mujeres participando plenamente en la fuerza laboral. Nuestras empresas funcionan mejor con más mujeres en el equipo gerencial. Y nuestros hogares son más felices cuando los hombres y las mujeres comparten las responsabilidades de manera más equitativa.
Es hora de acabar con el discurso de género que desalienta a las niñas desde una temprana edad. Así que la próxima vez que escuche que alguien llama a una chica "mandona", haga lo que Norah O'Donnell, presentadora del canal estadounidense de televisión CBS, aconsejaba: "Sonría, respire profundo y diga 'esa chica no es mandona. Tiene habilidades de liderazgo ejecutivo'".
—Sandberg es directora general de operaciones de Facebook y fundadora de LeanIn.Org. Chávez es presidenta ejecutiva de Girl Scouts de EE.UU.