por admin » Mié Feb 26, 2014 11:00 am
Opinión: Silicon Valley tiene un problema de arrogancia
Durante una conferencia de startups en San Francisco el mes pasado, un joven emprendedor audaz y brillante llamado Balaji Srinivasan aprovechó la tribuna para defender la independencia de Silicon Valley.
Según Srinivasan, que cofundó una exitosa empresa de genética y ahora es un popular conferencista en la Universidad de Stanford, la industria tecnológica se ve amenazada por Wall Street, Washington y Hollywood, de quienes sospecha que ven con un creciente recelo los esfuerzos de Silicon Valley por usurpar su poder cultural y económico.
A simple vista, la ponencia de Srinivasan, titulada "La salida final de Silicon Valley", sonó como un grito de guerra del pensamiento libertario y antiregulatorio que por tanto tiempo ha sido defendido por algunos de los principales pensadores de la industria tecnológica. Tras sostener que el resto de Estados Unidos quiere limitar el ascenso de Silicon Valley, Srinivasan propuso un plan para que los especialistas en tecnología construyan una "sociedad de adición voluntaria, fuera de EE.UU., dirigida por la tecnología".
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Larry Page, presidente ejecutivo y cofundador de Google.
Su idea parecía ir un paso más allá del llamado del presidente ejecutivo de Google, Larry Page, para separar "un pedazo del mundo" para probar nuevas tecnologías polémicas, y del movimiento "Seastead" del inversionista Peter Thiel, que busca fundar naciones en islas bajo la utopía tecnológica.
Pero hubo algo más destacable en el discurso de Srinivasan, y es que se trató de otro de varios ejemplos recientes en que las estrellas de la tecnología intentan declarar a Silicon Valley como el principal centro de poder de EE.UU. y desestimar a los sectores no tecnológicos como si carecieran de importancia para el futuro del país.
Por ejemplo, en el popular podcast de tecnología "This Week in Start-Ups", el inversionista de riesgo Chamath Palihapitiya sostuvo recientemente que "cada vez es más obvio para todos que el valor ya no se crea en Nueva York; ya no en Washington; ya no en Los Ángeles; es en San Francisco y sus alrededores".
Este es el complejo de superioridad de Silicon Valley, y sin duda es feo observarlo. A medida que la industria se desprende de los recuerdos de la última crisis puntocom, sus luminarias se creen cada vez más capaces de moldear el futuro. Y ahora parecen haber perdido toda humildad sobre su lugar en el mundo.
Sin duda, si se mide el éxito financiera o culturalmente, a Silicon Valley le está yendo mejor que a cualquier otro lugar. Pero hay una convicción que levita sobre cada sala de reuniones de San Francisco: que la industria es imparable, y que su éxito la inmuniza de críticas legítimas.
Esta es una idea peligrosa. Por el bien de Silicon Valley, el tono triunfal debe ser controlado. Todos saben que Silicon Valley quiere conquistar el mundo. Pero si quieren lograrlo, a los habitantes del valle les convendría el manos aparentar ser un poco más humildes.
Intenté sugerírselo a Srinivasan cuando me reuní con él en una café de Palo Alto, en California, una semana después de su charla incendiaria. Conversamos durante dos horas, y me pareció encantador.
Tiene una mente rápida y crítica, de las que pasan sin esfuerzo de conversaciones sobre genética a economía y de política a historia.
A diferencia de los informes de prensa, Srinivasan asegura que no estaba haciendo campaña por la "secesión" de Silicon Valley. Y, de hecho, no había usado esa palabra. En cambio, proponía una "salida pacífica", algo parecido a lo que hizo su padre cuando emigró desde India a EE.UU. el siglo pasado. Pero cuando le pregunté cuáles son los problemas que enfrentan los especialistas en tecnología que alentarían una respuesta tan drástica, no tuvo mucho que decir.
Hizo referencia a algunos titulares en la prensa nacional que advertían que los robots podrían quedarse con los empleos de las personas. Según dijo, era evidencia del creciente resentimiento que generará la tecnología al alterar las condiciones en todo EE.UU. y el motivo por el cual Silicon Valley debe tener una vía de escape.
Pero me pareció que la postura de Srinivasan era ingenua. Según la propia mantra de la industria, tecnologías como la robótica, la inteligencia artificial, la obtención de datos y las redes omnipresentes generarán profundos cambios en la forma en que trabajamos y vivimos. Creo, como sostiene Srinivasan, que muchos de estos cambios a la larga mejorarán el bienestar humano.
Pero a corto plazo, estas tecnologías podrían causar enormes problemas económicos y sociales para mucha gente. Y es extraño prever, como Srinivasan y otros especialistas parecen hacerlo, que quienes se ven afectados no van a criticar o movilizarse para evitar que la industria los desplace.
Los líderes tecnológicos pueden elegir cómo lidiar con las dislocaciones que causan sus innovaciones. Pueden enfatizar e incluso trabajar con los referentes de la vieja economía para reducir la conmoción de los inventos nuevos en sectores como Hollywood, la prensa y editoriales, el gobierno y las finanzas, que conforman el llamado "cinturón de papel".
Pueden seguir alterando el desempeño de muchas de estas instituciones sin hacer afirmaciones rimbombantes sobre la superioridad de la cultura tecnológica. O, pueden adoptar un tono opositor: si no reconocen nuestra superioridad y que tenemos razón, nos vamos a otro lado.
Sospecho que muchos especialistas en tecnología se decantarían por la última opción. Pero les aconsejaría precaución porque Silicon Valley no puede simplemente "salir" de EE.UU.; no funcionaría en ningún otro sitio.
De hecho, Silicon Valley probablemente necesita al resto del país más que el resto del país necesita a Silicon Valley. Su dinero, sus clientes y sus bases legales y tecnológicas son posibles gracias al cinturón de papel. Su prosperidad depende de la disposición del país a sus ideas descabelladas.