por admin » Lun Ene 21, 2013 6:49 pm
Obama en la cima - WSJ.com
Editorial
El presidente Barack Obama asume su segundo mandato en su punto más alto en las encuestas en dos años. Claramente el mandatario siente y da muestras de su dominio político, mientras que la oposición está dividida y es poco popular. La pregunta es si permitirá que esta ausencia de crisis se desperdicie.
Hace cuatro años, Obama heredó una economía que se hundía y usó esa crisis y la mayoría demócrata en el Congreso para avanzar el programa más de izquierda en Estados Unidos en 40 años. El precio fue un electorado polarizado, la pérdida de la mayoría en la Cámara de Representantes en 2010 y la recuperación económica más lenta en décadas. De todas formas, logró ganar la reelección contra un débil candidato republicano (que surgió de un campo republicano aún más débil) al volver a culpar a su predecesor de la economía.
Associated Press
Barack Obama da su discurso de juramentación.
Hoy, el presidente estadounidense no enfrenta una crisis inmediata, lo que le ofrece una oportunidad diferente. Tiene la oportunidad de usar un gobierno dividido para poner la economía en un terreno más firme, mientras logra victorias bipartidistas inusuales en problemas de más largo plazo como la deuda, los programas de bienestar social, la inmigración y la educación.
Con un panorama seguro para su reforma de salud, conocida como ObamaCare, por al menos cuatro años, el mandatario podría concentrarse en reformar un gobierno en el que confían muy pocos estadounidenses, en acelerar el crecimiento de la economía a más de 2% y en elevar los ingresos de la clase media, que han declinado durante su presidencia. Esta es la audacia de nuestra propia esperanza.
Pero esto no parece estar en los planes de Obama. Desde su victoria, el presidente ha mostrado incluso menos intención de hacer concesiones y su retórica contra sus oponentes se ha vuelto aún más dura. Un ejemplo es su pronunciamiento reciente sobre el control de armas:
"Habrá expertos y políticos y lobistas de intereses especiales advirtiendo sobre un asalto tiránico y total contra la libertad, no porque sea cierto sino porque quieren elevar el temor o mayores índices de audiencia o ingresos para ellos mismos. Y tras bambalinas, harán todo lo que puedan para bloquear cualquier reforma de sentido común y asegurarse de que nada cambie en absoluto".
Así que alguien que no está de acuerdo con él no está simplemente equivocado sino que es moralmente corrupto y acepta sobornos. Este tono define cada vez más su presidencia.
Esto es emocionante para sus seguidores en la centroizquierda, que añoran un Lancelot demócrata que destruya a los bárbaros republicanos. Y tal vez ese sea el papel que Obama quiere interpretar. Ciertamente sus designaciones y prioridades desde noviembre sugieren una estrategia política dirigida a demonizar a los republicanos con el objetivo principal de volver a tener a Nancy Pelosi como presidenta de la Cámara de Representantes.
El escritor de centroizquierda Ron Brownstein explicó esta postura la semana pasada como una función de la nueva y ascendente coalición política de Obama. Bill Clinton tuvo que preocuparse por la pérdida de votantes conservadores, especialmente blancos en estados reñidos. Obama forjó su mayoría reelectoral con minorías, jóvenes, mujeres solteras, blancos acaudalados y mujeres con títulos universitarios que son culturalmente de centroizquierda. De este modo, puede gobernar de forma más enérgica desde la izquierda —y Brownstein prevé que lo hará— debido a que tiene un apoyo más coherente y duradero.
Esto podría explicar el comportamiento de Obama, pero también viene con riesgos significativos. Por una parte, está polarizando aún más al electorado de una manera que le dificultará obtener los votos republicanos en el tema de la inmigración y el control de armas. Tal vez esto le dé la reelección a Pelosi en 2014, pero podría poner en riesgo a los candidatos demócratas en los estados en los que ganó Mitt Romney. La coalición de Obama no domina Alaska, Arkansas o Montana.
El riesgo más grande es económico. Obama ha logrado evadir responsabilidad por el crecimiento anémico argumentando que es culpa de George W. Bush y todo el mundo antes de él. Su solución es siempre más gasto público sin fin. El plazo de prescripción política sobre esta excusa se agotará en algún momento
Pero de forma más sustancial, ¿qué pasa con la clase media que según él defiende? En diciembre, el número de estadounidenses sin trabajo era de 12,2 millones y la tasa de desempleo de 7,8%, más alta que cuando llegó a la Casa Blanca. La tasa de desempleo entre los jóvenes era de casi 11%, mientras que entre los afroamericanos era de 14% y entre los hispanos de 9,6%.
Por encima de todo, Obama necesita un crecimiento económico más rápido. Necesita entre 3% y 4% de expansión para elevar los ingresos y proveer el dinero necesario para cumplir con los compromisos de gasto de su primer mandato. Un continuo crecimiento de 2% significará que su legado será el mayor número de desempleados durante el período más largo desde la Gran Depresión.
La mejor forma de estimular tal crecimiento es seguir el ejemplo de Clinton de trabajar con los republicanos para reducir el gasto y las regulaciones y reformar el código tributario y el sistema de bienestar social. La alternativa es al menos dos, y tal vez cuatro, años adicionales de peleas sangrientas sobre el presupuesto y el techo de la deuda. La Reserva Federal tal vez logre mantener la recuperación a flote en un mar de dinero, pero Obama no querrá apostar su presidencia a esto.
Una reforma bipartidista de este tipo también tiene sentido para las propias prioridades de centroizquierda de Obama a largo plazo. Tal como muestran los resultados de una encuesta a boca de urna, los estadounidenses que votaron en 2012 son más escépticos sobre el gobierno que en 2008 o 2004. Cuatro años más de disfunción federal sólo agravará este cinismo. También hará que sea más difícil resolver la ola de gastos en programas sociales que se avecina que limitará las opciones de políticas para otras prioridades demócratas. Con el programa de salud ObamaCare a la vuelta de la esquina, los subsidios podrían arrasar con el fisco en una década.
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Los segundos mandatos a menudo se ven atormentados por crisis internacionales y eso también podría sucederle con Obama. El presidente ha asegurado a los votantes que tiene la intención de salir de sus conflictos extranjeros, pero este repliegue también presagia problemas. La reaparición de Al Qaeda en el norte de África muestra que el terrorismo sigue siendo una amenaza, mientras que Irán prosigue en su carrera nuclear y China impone su presencia ante nuestros aliados en el Pacífico occidental.
La historia del último siglo es que las retiradas de EE.UU. y reducciones de defensa hechas de cualquier manera invitan a la temeridad internacional. Así que lo harán de nuevo, aunque ahora el interrogante es si el mundo estallará en los próximos cuatro años o esperará al nuevo presidente estadounidense.
Obama inicia su segundo período con un alto nivel de popularidad personal y cuenta con el respaldo de los medios y Hollywood. Pero los grandes presidentes hacen más que maniobrar tácticamente para superar a su oposición en este u otro acuerdo presupuestario. Realzan la importancia de EE.UU., mejoran su bienestar material y abordan los problemas que sólo los presidentes pueden resolver. Si Obama desperdicia sus años sin crisis, podría encontrarse con que la caída desde la cima es muy pronunciada.