por Victor VE » Jue Jul 01, 2010 10:21 am
El león de la Metro deja de rugir
Los estudios Metro Goldwyn Mayer, la esencia del viejo Hollywood, están al borde de su desaparición. arruinados y sin comprador a la vista, viven la decadencia de una historia repleta de éxitos.
Ni Slats ni Tanner ni Jackie podían saber desde sus jaulas de celuloide que el poderoso rugido de salutación al que les habían conminado los prebostes de la casa iba a convertirse en la más fatídica de las profecías, en el lamento ronco de un mundo en descomposición: el de los viejos estudios de Hollywood entendidos a la manera clásica, con sus productores e inversores omnímodos, sus eternas historias de poder y dinero y sus rutilantes estrellas pisando la alfombra roja con garbo y con ese inconfundible rictus de desdén hacia los pobres mortales. Ni Slats ni Tanner ni Jackie, leones de carne y hueso en sus respectivos roles de Leo, el león/emblema de la Metro, podían olisquear —ni siquiera sospechar las flores de ruina allá por los lejanos y felices estertores de los años treinta, cuando sus patrones acababan de catapultar a las pantallas (1939) la auténtica película-leyenda, aquel zambombazo comercial titulado Lo que el viento se llevó (Gone with the wind).
Reliquia mítica pero también lamento premonitorio, el rugido del león simboliza ahora mismo el desmoronamiento de una cierta forma de pensar, rodar, financiar, exhibir y contemplar el gran espectáculo del cine. La entrada en bancarrota del gigante fundado en 1924 por el magnate Marcus Lowe tras la fusión de la Metro Pictures Corporation, la Goldwyn Pictures Corporation de Samuel Goldwyn y de la Mayer Pictures del todopoderoso Louis B. Mayer ha provocado un escalofrío en la industria del cine que puede ser tan solo la primera señal de alarma.
Los actuales dueños de MGM (mayoritariamente las compañías Sony, Providence y COMCast) deben, poco más o menos, 3.500 millones de dólares a sus acreedores, y el problema es que nadie parece decidido a desembolsar semejante suma. ¿Por qué ha llegado la major del león a esta situación de quiebra técnica? Sin duda alguna, por ese modelo inalterable en el tiempo y consistente en el autoconvencimiento de que cuanto más se invierta, aunque el agujero vaya haciéndose negro azabache, mejor que mejor, ya se sabe, "cuanto más debes más poder económico tienes" constituye una de las máximas favoritas entre las peligrosas aguas donde nadan los tiburones de Wall Street... y en este caso de Hollywood. La partición de la compañía en pequeñas empresas y la política de alianzas con otras compañías no salieron como se esperaba, y la MGM pasó —por primera vez en su historia a tener más gastos que ingresos: el A-B-C de las situaciones de alarma en el mundo de las finanzas.
Así que, sin querer darse cuenta o sin saber darse cuenta de las cosas, los cargos directivos de la Metro Goldwyn Mayer han tenido que asistir a la aplastante evidencia: "Ahora resulta que debemos mucho, demasiado, y la gallina de los huevos de oro con la que siempre salimos airosos ha dejado de poner". Para cuando los accionistas de la compañía decidieron echar mano de las soluciones drásticas y poner en la calle a algún peso pesado que no había hecho bien su trabajo, como el mismísimo consejero delegado, Harry E. Sloan, fulminado por el consejo directivo de MGM..., ya era demasiado tarde. 2009 vio venir la culminación del caos: la otrora imparable maquinaria de producir y estrenar películas inolvidables tuvo que limitarse el año pasado a lanzar... un título: una nueva y olvidable versión del musical Fame.
En el actual contexto del mercado del cine, con las ventas de DVD en caída libre, el martilleo incesante de la piratería, la aparición incansable de nuevas ventanas de exhibición y la incapacidad manifiesta de los directivos de la compañía para generar beneficios largos en lapsos de tiempo cortos (no como hace siete décadas, cuando estrenaban Ben-Hur, El mago de Oz o la propia Lo que el viento se llevó y llenaban de oro las arcas de la compañía y de paso adquirían indiscutibles espacios de honor en la Historia del Cine) han llevado a MGM al desastre. Y a la posibilidad nada descartable de tener que acabar vendiendo por tramos el colosal patrimonio de la major, compuesto por más de 4.000 películas, 205 premios Oscar y más de 10.000 horas de espacios televisivos.
Así que, de no llegar una milagrosa oferta superior a las hasta ahora recibidas (ninguna de ellas supera los 1.500 millones de dólares), podría colarse en los despachos de la MGM el fantasma de las rebajas. Y una de esas piezas de saldo podría ser ni más ni menos que la franquicia completa de James Bond, que por supuesto pasa por ser una de las joyas de la corona. Las 23 películas protagonizadas por el ya inmortal 007 al servicio de Su Majestad, con su desfile de malvados de catálogo, mujeres mareantes, perturbadores sex symbols masculinos, ultralujo al alcance de casi nadie y piruetas de acción basadas en rizar el rizo hasta la extenuación y trastocar lo imposible en tan solo improbable, podrían cambiar de manos: varias compañías, entre ellas de manera especial Lions Gate, ya han hecho saber su interés por el tesoro Bond.
Perdón..., ¿dijimos 23 películas? Craso error. Contando bien y siendo exactos, hay que hablar de 22 y no de 23, a no ser que se incluya como película Bond esa secuela de Quantum of Solace que estaba en preparación bajo la supervisión del mismísimo Sam Mendes..., hasta que los problemas de MGM la dejaron en barbecho. "Con motivo de la constante incertidumbre que rodea el futuro de MGM y del fracaso a la hora de poner en venta la compañía, hemos decidido suspender la producción del Bond 23 de manera indefinida", explicaban en abril a través de un comunicado los productores Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, de EON Productions. EON posee desde hace 15 años los derechos para la realización de las películas de la saga, películas que son producidas bajo las siglas MGM. Hay que recordar que los dos últimos títulos de la colección, Casino Royale y Quantum of Solace, fueron coproducidos por MGM y Sony Pictures, y recaudaron más de 1.200 millones de dólares en taquilla. Ambas fueron protagonizadas por el nuevo chico Bond con el que habían dado Broccoli y Wilson, el británico Daniel Craig, sexto en la lista tras Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan y que también debía ser la estrella de Bond 23.
Pero no es 007 el único afectado por la hecatombe financiera de la Metro. El último y cruel teletipo sobre su estado financiero llegaba hace poco más de un mes, cuando el mexicano Guillermo del Toro anunciaba que abandonaba la dirección de uno de los proyectos más esperados del año por los aficionados, The Hobbit, basado en la novela homónima de J. R. R. Tolkien y precuela de la monumental saga de El señor de los anillos. Del Toro habló de "retrasos, complejidades contractuales y otros obstáculos" para explicar su decisión, que calificó de "traumática". El futuro de The Hobit, en manos del neozelandés Peter Jackson como productor, está ahora mismo en el aire y, en cualquier caso, sería un milagro que fueran las siglas MGM las que llevaran la película a las pantallas. El rodaje de la película tenía que haber arrancado el pasado mes de marzo.
Resulta complicado, además de triste, entender que el inmenso estuche de los sueños que fue la Metro Goldwyn Mayer durante al menos tres décadas se haya plantado de esta manera al borde del precipicio. Como bien escribía el cineasta francés Bertrand Tavernier en su colosal, erudito e implacable 50 años de cine norteamericano (elaborado junto al crítico y ensayista Jean-Pierre Coursodon), "para muchos espectadores, MGM representa metonímicamente Hollywood; el estudio de los superlativos: el de mayor presupuesto operacional (Louis B. Mayer sería, se ha dicho, el hombre mejor pagado de Estados Unidos), los mayores ingresos (y beneficios) incluso en los años malos, el mayor número de superestrellas y los más prestigiosos nombres".