p.m. ET
Una pareja de EE.UU. disfruta de su retiro en Perú
Por FRED WHEELER
Me fascina la arqueología, no anticipé la gran recesión y amo a mi esposa. Todo lo cual explica nuestra mudanza desde nuestro hogar en Michigan, Estados Unidos, a Lima.
No planeaba jubilarme en 2008. Pero la recesión económica, la gasolina a US$4 por galón y una industria de materiales de construcción que se hundía (en la que trabajé durante 40 años) nos hizo volver a considerarlo. Mi esposa nació en Perú, y decidimos pasar algo de tiempo allí.
Así que vendimos nuestra casa y guardamos en un depósito nuestras pertenencias favoritas, y llevamos sólo dos maletas cada uno para nuestra aventura. Le íbamos a dar a Perú un año; si no nos gustaba, regresaríamos a EE.UU., disfrutaríamos pasando tiempo con nuestros hijos y nietos, y probaríamos otra cosa.
Los Wheeler en los Andes cerca de Cajamarca.
Casi cinco años más tarde, aún estamos viviendo en Perú y aprendiendo sobre el país.
Del océano a las montañas
No somos ajenos a esta parte del mundo. Luego de casarnos, visitamos Perú de vez en cuando, de vacaciones. Quizás no todo el mundo sepa que el país ofrece una amplia variedad de climas y paisajes: playas en el Pacífico, desierto en la costa, la jungla del Amazonas y los Andes. Aquí, se puede recorrer el Camino del Inca hasta la antigua ciudad de Machu Picchu o pasar una semana acampando a la orilla del Río Amazonas.
Nos establecimos en Lima porque nos gusta su costa y por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Vivimos en un departamento de tres habitaciones en el barrio de Miraflores, con una agradable mezcla de parques, tiendas y restaurantes.
El clima es encantador, con temperaturas que rara vez superan los 30 grados en verano o bajan de los 10 grados en el invierno. No hay hielo ni nieve en Lima. Los tornados y los huracanes son impensables aquí (aunque sí sentimos algún que otro temblor).
Los gastos son bajos (pero están subiendo). Llevamos un estilo de vida que sería considerado de clase media alta por menos de US$4.000 al mes. Eso incluye comida, servicios públicos, vivienda, transporte y extras. La cobertura médica es adecuada y accesible. Somos demasiado viejos (entre 65 y 70 años) para comprar un seguro aquí, por lo que es todo en efectivo: unos US$40 para ver un doctor y un poco menos de US$100 por trabajos de laboratorio.
No tenemos auto; caminamos a casi todas partes: para ir de compras, ir a cenar, recibir atención médica e ir a las playas locales. Para los viajes más largos, hay muchos taxis, que no son caros. Un viaje desde el centro de la ciudad hasta la Pontificia Universidad Católica cuesta unos US$4.
Volver a estudiar
Y hablando de la universidad… desde hace tiempo me interesa la arqueología. Durante nuestras primeras vacaciones en Perú, me maravillaba ante las estructuras y sitios de 2.000 años de antigüedad (y más viejas) y siempre trataba de hablar con el arqueólogo a cardo de las "excavaciones" que visitábamos.
Un día, un amigo sugirió que me contactara con la Pontificia Universidad Católica si quería aprender más en serio. Entregué mis expedientes universitarios y me aceptaron en uno de los programas de intercambio internacional. Hasta la fecha, he acumulado 30 horas de crédito y sigo tomando unas o dos clases de arqueología por semestre.
Durante mi primer semestre, comencé a sentir que las clases solas no eran suficientes. ¡Quería ensuciarme las manos! Huaca Pucllana, una pirámide de 1.4000 años y un sitio arqueológico activo, no queda lejos de nuestro hogar en Lima. Trabajo allí como voluntario, excavando artefactos, conversando sobre elementos de descubrimiento con importantes especialistas y ayudando a desenvolver antiguas momias.
Por supuesto, nuestra vida aquí es más que la arqueología. En EE.UU., siempre esperábamos los fines de semana de tres días; ahora, tomamos fines de semana de tres días todas las semanas. Visitamos algunas de las ciudades cercanas a Lima o pasamos un lindo día en el centro en la Plaza de Armas frente al Palacio Presidencial o vamos a ver la Catedral de Lima, fundada en 1535 por Francisco Pizarro.
También me han pedido ayudar en misiones médicas en la jungla. (De joven, trabajé en el ejército como médico.) La Sociedad Médica Peruano-Americana organiza viajes durante los fines de semana a áreas remotas donde doctores estadounidenses y peruanos, enfermeros y técnicos donan tiempo, equipos y medicina. Cada grupo consiste en unas 30 personas. En cada viaje, ayudamos a cerca de 2.000 pacientes que de otra forma recibirían poco o ningún cuidado médico.
Sin duda Perú tiene sus desventajas. Los conductores groseros, con poco respeto por los peatones, son un problema, como lo es el hecho de que todo aquí empieza tarde (al menos para nosotros). Algunas tiendas no abren hasta las 11; el almuerzo suele prolongarse de la 1 a las 4 de la tarde y la cena de las 7:30 a las 10 de la noche. También notamos que en general la gente no respeta las filas, como en Europa.
Pero hasta ahora las recompensas superan con creces cualquier dolor de cabeza. Probablemente regresemos a EE.UU. en algún momento. (La influencia de la familia es fuerte.) Por ahora, seguiremos explorando este hermoso país, y me ensuciaré las manos todo lo que pueda.
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