La crisis pone en evidencia que Europa no es una unión
Por Peter Brown
La actual crisis financiera debería al menos poner fin de una vez por todas a la noción de que la Unión Europea es, en forma y función, Estados Unidos de Europa.
Esta idea y su corolario —que la UE acabaría siendo una poderosa fuerza económica mayor que EE.UU.— han llegado al fin del camino.
Ahora parecería incluso ridícula, cuando cada país de la eurozona actúa por su cuenta para abordar las amplias diferencias culturales y políticas que separan a naciones como Grecia y Alemania.
Sin embargo, hace tan sólo seis años, un reconocido periodista del Washington Post, T.R. Reid, expresó lo que era la creencia popular en Europa y en las fiestas de la alta sociedad de Nueva York y Washington con un libro muy elogiado, titulado "Los Estados Unidos de Europa: la nueva superpotencia y el fin de la supremacía estadounidense". La obra resumía la opinión de que la UE estaba destinada a superar a EE.UU. como potencia económica.
Pero quienes coincidían con esta visión de la UE no consideraron las grandes diferencias entre sus naciones miembro y cómo la falta de un poderoso gobierno central que pudiera resolver todas las disputas podría ser un desastre en una crisis.
Por supuesto, es cierto que los estados de EE.UU. pueden estar en lados opuestos en una serie de factores culturales, políticos, demográficos y de estilo de vida. Pero las diferencias son mínimas si se comparan con las de los países de la UE, que tan sólo hace poco más de medio siglo eligieron bandos y casi se destruyen mutuamente. Sí, es cierto, EE.UU. tuvo su Guerra Civil, pero fue hace siglo y medio cuando muchos de los estados del país ni siquiera existían.
Cuestión de Confianza
Y, quizás la razón más poderosa por la que fue imprudente pensar que la UE sobrepasaría a EE.UU. es la siguiente: en el fondo, sus miembros no confían el uno en el otro.
No están dispuestos a ceder su soberanía nacional a un todopoderoso organismo regulador.
A la UE le faltan algunos requisitos básicos de una unión que funcione sin problemas:
— Una constitución: la UE no tiene una única constitución que fije todas las reglas para todos los que viven en el bloque. No cuenta con un único gobierno que pueda hacer que sus estados miembros hagan algo, algo que sí puede hacer el gobierno estadounidense. El tratado que establece los principios de los Estados miembros de la UE y del Parlamento Europeo es una imitación endeble de la Constitución y Congreso estadounidenses.
— Un único presupuesto y sistema tributario uniforme: si bien los países de la UE tienen políticas comunes, a menudo éstas se ignoran. Por ejemplo, la incapacidad de no exceder los límites del déficit presupuestario, lo que provocó la actual crisis.
— Un sistema judicial uniforme: la UE tiene una Corte Suprema, pero sólo cuenta con poderes para resolver disputas entre los países del bloque.
— Unas fuerzas armadas unificadas: supuestamente la UE tiene una política exterior unificada, pero tiene poca influencia en los asuntos mundiales ya que no existen unas fuerzas armadas de la UE que hagan cumplir estas políticas. Y esta falta de un poder militar real hace que su economía sea vulnerable a las presiones de las naciones que sí lo tienen.
—Una divisa común: por supuesto, existe el euro, pero no lo usan todos los miembros de la UE. Imagínese si el dólar se usara en Dakota del Norte, o en Nueva York, pero no en Nueva Jersey. Dados los recientes eventos en Europa, no sería sorprendente que algunos países que ahora usan el euro optaran por reemplazarlo por una divisa nacional para evitar la crisis económica causada porque algunos países de la zona euro no pagaron sus cuentas.
No Eliminar el Dólar
Esto nunca podría ocurrir en EE.UU. Incluso si un estado con grandes problemas financieros —por ejemplo, California— se declarara en bancarrota, otros estados con mejor salud financiera no podrían dejar de usar el dólar para salvarse ellos mismos. Bajo la Constitución, el gobierno federal gestiona todos los asuntos monetarios.
Pero se trata de algo más que una cuestión de leyes.
Por mucho que digan que Nueva York y Mississippi son muy diferentes, sus ciudadanos se ven como estadounidenses, a diferencia de los europeos que se ven a ellos mismos como holandeses, franceses o alemanes.
A pesar de las diferencias regionales en EE.UU., tenemos un grupo de reglas económicas, una edad de jubilación, un sistema de leyes y beneficios laborales, y un presupuesto nacional.
Nada de esto significa que la UE está perdida, pero hace desaparecer sus aspiraciones de convertirse en una superpotencia económica, por lo menos a corto plazo.
Peter A. Brown, director asistente del Polling Institute de la Universidad de Quinnipiac, es un ex corresponsal de la Casa Blanca con dos décadas de experiencia cubriendo noticias gubernamentales y políticas de Washington.