Opinión: El Canal de Panamá celebra 100 años
CIUDAD DE PANAMÁ—Más de 2.000 invitados —damas en deslumbrantes vestidos de noche, caballeros con traje oscuro y corbata— convergieron en la noche del viernes en el cavernoso Centro de Convenciones Figali en lo que se podría llamar la gala del siglo. Era la celebración de los 100 años de la apertura del Canal de Panamá.
El evento principal fue un gran espectáculo de canto y baile que contó la historia de Panamá desde su emersión geológica del mar hace tres millones de años hasta la actualidad. Los acróbatas ondularon por el escenario y giraron en cuerdas descendiendo en trapecios para simular el nacimiento del istmo que separaría dos grandes océanos.
Un espectáculo de flamenco marcó la colonización española. Un dragón chino y un cantante de calipso antillano conmemoraron los héroes anónimos que aportaron el trabajo para la obra agotadora y peligrosa que abriría el istmo siglos después. Bailarinas de swing saludaron el éxito de Estados Unidos en completar el canal después del fracaso francés. También estuvieron el gran jazzista Danilo Pérez, la cantante popular Sandra Sandoval y el rey salsero Rubén Blades, todas celebridades panameñas. Roberto Durán, otrora sensación del boxeo panameño, también se hizo presente.
Los panameños están orgullosos de su canal. Usted puede preguntarse por qué, ya que esta espectacular hazaña de ingeniería es puramente el producto de la iniciativa y el ingenio americanos. Sin los yanquis de principios del siglo XX —topógrafos, ingenieros, industriales, investigadores médicos y doctores— jamás podría haber sido construido.
Sin embargo, desde la perspectiva de esta pequeña nación de 3,8 millones de habitantes, la celebración del centenario era un momento para reconocer su propio logro con el canal —15 años de una exitosa administración— y un futuro prometedor.
Cuando Jimmy Carter firmó en 1977 el acuerdo para transferir la propiedad del Canal a Panamá, muchos apostaban que los panameños no estarían a la altura. Los panameños han demostrado que quienes dudaban de ellos estaban equivocados.
Bajo el liderazgo de Panamá, el canal no sólo se ha mantenido como una de las rutas de navegación más importantes del mundo. Ha pasado de ser un anticuado servicio público estatal, con su zona cuasi-socialista para los trabajadores, a una empresa moderna que tiene como objetivo maximizar los ingresos y competir a nivel internacional. La privatización de los puertos en ambas costas y el ferrocarril que corre al lado del canal, así como la construcción de un tercer juego de esclusas, son testimonios del pensamiento visionario y emprendedor que la propiedad panameña ha traído.
En una entrevista el miércoles con el presidente ejecutivo de la Autoridad del Canal, Jorge Quijano, un empleado del canal desde hace casi 40 años, pregunté cómo Panamá ha logrado proteger el canal de las interferencias políticas. Quijano le da el crédito al presidente Guillermo Endara (1989-1994), quien durante el período de transición de manos de EE.UU. a la gestión panameña tuvo la visión de anticipar que las meras leyes no serían suficientes. Endara lideró el esfuerzo para proteger la independencia de la Autoridad del Canal con una enmienda constitucional que hace más difícil —aunque no imposible—politizar sus operaciones.
Quijano también apunta a lo que él llama la cultura profesional de la Autoridad del Canal y su junta directiva. Eso llegó con los estadounidenses, pero los panameños la han heredado y mantenido, como pude ver en el gran edificio de la sede de la Autoridad, en la colina de la zona del canal que durante mucho tiempo fue un símbolo de la presencia de EE.UU. y donde Quijano tiene su oficina. Los jardines y las oficinas perfectamente cuidados y el personal disciplinados sugieren capital humano de alta calidad y competencia gerencial.
Como en cualquier negocio, hay desafíos. El canal de 1914 no es ni lo suficientemente ancho ni profundo para buques "post Panamax", y Quijano dice que Panamá ha perdido algunos negocios a manos del Canal de Suez a causa de ello, a pesar de que la ruta de Suez desde el Lejano Oriente hasta la costa este de EE.UU.es cuatro días más larga.
"Deberíamos tener terminadas [las nuevas y mayores esclusas] hace dos años", admite. Uno de los retrasos se produjo a principios de este año cuando el consorcio español contratado para el trabajo exigió más dinero debido a los excesos de costos. Panamá se negó, y la mayor parte del proyecto quedó detenido. La construcción se ha reanudado mientras la solución de las disputas está encaminada.
Cuando le pregunté a Quijano si estaba preocupado por la propuesta de una empresa chino-nicaragüense para construir en Nicaragua un canal que competiría con Panamá, sonrió y dijo que ellos podrían "saber algo que yo no". Pero señaló que "en 122 años, el Canal de Panamá ha retirado 545 millones de metros cúbicos de tierra. El canal propuesto en Nicaragua requeriría la remoción de 5.500 millones de metros cúbicos". La conclusión obvia es que la construcción de un canal a través del istmo de Nicaragua en cinco años, como propone la empresa chino-nicaragüense, rayaría en la fantasía. Quijano dice que su estimación es que ese proyecto costaría de US$67.000 a US$70.000 millones, por lo que sería prohibitivo para cualquier inversionista privado.
Con atajo nicaragüense o no, los administradores del Canal de Panamá entienden que la supervivencia de su conducto depende de la competitividad global. Está por verse si la clase política de Panamá ha absorbido las lecciones del éxito de la Autoridad del Canal. La respuesta bien podría determinar si la celebración del sesquicentenario será tan alegre o no.
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