por Fenix » Mié Oct 21, 2015 7:03 pm
"Me gustan los futuribles. Me dejo los ojos en la pantalla. No tengo ni un euro…"
por Moisés Romero •Hace 17 horas
"En la madrileña calle de Arturo Soria hay una Estafeta de Correos sombría y mal pertrechada. Alrededor de las 10 de la mañana de un lunes muy caluroso, unos y otros ya estábamos empapados de sudor. El director, solo en su despacho, no había ordenado aún poner en marcha el aire acondicionado. Algunos decimos esperar turno fuera de ese cuchitril. Junto a mí estaba Luis Ángel D. que dijo ser abogado. Cambiaba de página constantemente sin dejar meter baza: de Grecia al puzzle político en España (apuntó que vota al PP) pasando por las corruptelas milmillonarias en el fútbol para atracar en la Bolsa. Ahí quise soltar algún pensamiento, pero apenas me dejó disertar con fluidez. Le conté alguna historia embrollada, incomprensible y sin sentido. Pero dio igual, porque el mencionado abogado se lo cocinaba todo. Antes de que le llegara el turno, antes de ir ¡por fin! a su ventanilla tuvo tiempo para lanzarme toda una clase de especulación en Bolsa..."
"Me paso horas y horas en el ordenador de mi casa. Los ojos se me ponen rojos y mi mujer me llama la atención. Me gustan los futuribles (seguro que quiso decir los futuros, opciones, warrants y otras drogas duras), pero no tengo un euro. Sólo hago simulaciones. Y llegó su turno y a acto seguido el mío..."
Ya les he contado en una ocasión que a mi hijo mayor comenzaron a gustarle las cosas de la Bolsa hace años, con sus primeros beneficios. Pasó página y cambio de discurso cuando le zurraron la primera tanda. Con el tiempo, ha normalizado sus criterios y sentimientos acerca de este mercado, al que mira con entusiasmo, pero más alejado, con más recelo. Hace unos días me acompañó al traumatólogo. En uno de los muchos atascos, que comienzan a proliferar por Madrid (¿Es esto de los atascos un indicativo de mejora de la actividad, del pulso económico en la región, a buen seguro que sí) comenzó a bombardearme con preguntas, muchas de ellas sin respuesta, sobre el presente, pasado y futuro de la Bolsa. La Bolsa ha estado en los telediarios y en los periódicos, con su frenética locura, que muy pocos han sabido explicar "¿Si intuyes que la Bolsa va a bajar, por qué no vendes futuros?", me pregunta. "Porque me dan miedo las máquinas, nadie puede competir con las máquinas. Sólo las máquinas compiten una con otras, a ver cuál de ellas es más rápidas a la hora de ejecutar una orden?"...
-."¿Máquinas? ¿Qué máquinas?"
-."Potentes ordenadores, de ultimísima generación, que fundamentan sus estrategias y actuaciones con logaritmos hechos a su medida, al antojo de sus ingenieros. Cada máquina es un logaritmo"
Mi hijo es Ingeniero y sabe, trabaja y diseña con logaritmos. Lo entiende rápido. En una parada obligada, en una retención, mira el gráfico de su pequeña cartera en su ordenador personal
-.¡"Buen porrazo, pero conservo las ganancias desde el año pasado ¿Y si vendo, cuánto tengo que pagar a Hacienda?"
-.Yo no vendería. No creo en un crash del mercado y le explico:
Hace tiempo que la Bolsa actual es un tejemaneje de unos cuantos y de otras tantas máquinas enchufadas al Sistema, porque el inversor final no ha existido (ahora asoma) atrapado por las garras de la Crisis. El inversor final, que dispone de liquidez, aún tiene miedo. Otros inversores finales están atrapados a precios sensiblemente más elevados que los actuales y no tienen capacidad de reacción: sólo le queda rezar o dejar las acciones de herencia a sus nietos. Por último, el inversor final metódico y riguroso, el inversor final de siempre, no entiende la forma de actuar de los mercados en la actualidad y como no entiende ni sabe, prefiere permanecer al margen.
Una Bolsa, en manos de unas cuantas máquinas manejadas por licenciados, que no han cumplido aún los 30 años. Máquinas que hacen trading minuto a minuto, segundo a segundo. Lo vimos ayer de nuevo cuando los índices pasaron del infierno al cielo y del cielo al infierno en un par de horas. Y todo según interpretaban las máquinas los nuevos logaritmos emanados del discurso del Banco Central Europeo y de un crecimiento mayor de lo esperado de la economía USA
Escucha esta cita de Bloomberg: Los mercados financieros han llegado a depender demasiado de matemáticos que usan modelos para prever los cambios de precios y deberían insertar el “sentido común” en la ecuación, dijo Paul Wilmott, autor británico e instructor en materia de financias cuantitativas.
Wilmott ha advertido que los llamados “quants” que usan las matemáticas para pronosticar cómo los mercados se comportarán pueden pasar por alto errores en los modelos, lo que conduce a hacer predicciones equivocadas. En una columna en el New York Times el 28 de julio, Wilmott también dijo que la llamada contratación de alta frecuencia, en que los fondos de cobertura de riesgo y otras firmas usan computadoras avanzadas para comprar y vender miles de acciones por segundo, amenaza desestabilizar el mercado.
“Hay demasiada matemática en este negocio”, dijo Wilmott.
3:03 "Las estructuras técnias sugieren que las alzas van a continuar en el corto plazo. Se necesita un catalizador para romper resistencias, y este podría venir mañana si Draghi sugiere una extensión del programa QE. Es poco probable que lo afirme categóricamente. Yo apostaría por una fórmula del tipo de 'se extenderá si es necesario'. Eso sería suficiente para el mercado, y los inversores volverían a presionar al alza los indicadores. Sigo recomendando a mis clientes tomar posiciones largas en las correcciones porque en el largo plazo Europa es alcista", nos comentaba un importante gestor nacional minutos antes de la apertura.
Bernanke: el controlador ciego
por Laissez Faire •Hace 15 horas
El que fuera presidente de la Reserva Federal entre 2006 y 2014, Ben Bernanke, afirmó la semana pasada que no oteaba ninguna burbuja en el horizonte de la economía estadounidense pero que, en todo caso, recomendaba al auditorio no confiar demasiado en sus palabras. Conociendo los antecedentes de Bernanke, uno no puede más que suscribir su admonición: el banquero central negó tanto en 2005 como en 2006 que el mercado inmobiliario estadounidense se hallara inmerso en una burbuja de precios. Si no fue capaz de detectar una de las mayores inflaciones de activos de la historia cuando estaba a punto de estallar justo delante de sus narices, no esperen demasiado de él en estos momentos.
Eso sí, el propio Bernanke reconoció haber aprendido a gestionar una burbuja desde la práctica del banquero central. A su juicio, lo verdaderamente relevante no es conocer si existe o no una burbuja en un determinado activo, sino plantearse cuáles serían las consecuencias para el sistema financiero de que ésta existiera y estallara: si “eso” que parece una burbuja pincha, ¿sufriría graves e irreparables daños el sistema financiero? Si es así, la misión de la Fed sería actuar para minimizar el daño vinculado a ese posible reventón. Dicho de otro modo, lo verdaderamente distorsionador no es que existan burbujas en alguna parte de la economía (algo que sucede todos los días en algún tipo de activo real o financiero) sino que esas burbujas se sitúen en pleno corazón del sistema financiero.
Y, ciertamente, así es: si un inversor utiliza su ahorro para adquirir conscientemente un activo que corre el riesgo de estar inflado de precio y, a su vez, es capaz de absorber las pérdidas derivadas de tal mala inversión, nos hallaremos ante una mera redistribución de pérdidas y ganancias (un inversor habrá vendido comprado barato y vendido caro, mientras que otro comprará caro y venderá barato). Sin embargo, cuando tales activos burbujísticos se convierten en las reservas del sistema financiero y, por tanto, en los saldos de tesorería de todos aquellos agentes económicos que adquieren los pasivos de ese sistema financiero creyéndose estar conservando su liquidez —cuando, en realidad, sólo están invirtiendo indirectamente en esos activos burbujísticos—, entonces sí tenemos un serio problema.
A la postre, si revienta una burbuja con tales características, el hiperapalancado sistema financiero será incapaz de absorberla y ello se traducirá inexorablemente en pérdidas para sus acreedores, quienes contaban con la liquidez de los pasivos del sector financiero quebrado para hacer frente a las operaciones más cruciales de su actividad. El desastre, por consiguiente, no proviene sólo de una burbuja de activos, sino de que esa burbuja de activos se convierta en la impostada reserva de valor del sistema financiero. Así pues, parece que el ex presidente de la Fed está empezando a reconocer la auténtica magnitud del problema vinculado a las burbujas de activos.
Pero, por desgracia, su diagnóstico todavía se halla muy alejado de las auténticas causas profundas: si el sistema financiero se hiperpalanca a corto plazo para invertir en activos financieros a largo plazo (contribuyendo con ello a generar burbujas), es en esencia porque cuenta con una garantía de refinanciación de última instancia que se llama banco central. Son los bancos centrales quienes prometen al resto del sistema financiero que les proporcionarán la liquidez que les falte en el momento en el que la requieran, y eso es lo que precisamente habilita a ese sistema financiero a deteriorar enormemente su propia liquidez (dicho de otra forma: el sistema financiero deteriora su liquidez interna confiando sobrevivir merced a la liquidez externa que le promete el banco central). Sin esas promesas de refinanciación ilimitada, a los bancos y resto de entidades financieras les resultaría imposible endeudarse a corto plazo para invertir en activos ilíquidos y a largo plazo en torno a los cuales se gestan las burbujas.
En teoría, se cree que semejante esquizofrenia financiera puede funcionar por cuanto se confía en el papel supervisor del banco central: éste se encarga de controlar el proceso para evitar que se desmadre; el sistema financiero no se expondrá demasiado a activos burbujísticos confiando en las salvaguarda del banco central porque éste lo impedirá. Pero hete aquí que el propio Bernanke reconoce ser incapaz de saber qué activos se hallan en fase de burbuja y cuáles no. El controlador no controla porque es incapaz de hacerlo. La auténtica solución, por tanto, no es seguir privilegiando y controlando al sistema financiero: seguir recurriendo al palo y la zanahoria. La solución es quitar totalmente el palo y la zanahoria: los privilegios (bancos centrales) y los controles de supervisores autorreconocidamente ciegos.