El dominó irlandes
Por Geoffrey Wood
Para entender si el rescate europeo de Irlanda le hará bien al país, es bueno recordar cómo se metió Irlanda en este embrollo.
Cuando el banco británico Northern Rock y luego la industria financiera de Islandia colapsaron se inició una corrida en los bancos irlandeses. Dublín intervino y garantizó todas las deudas bancarias, no sólo los depósitos de los clientes individuales, sino absolutamente todo, incluyendo depósitos comerciales y bonos. La corrida se detuvo, como era de esperarse, de forma medida temporal. Pero los problemas con los bancos irlandeses resultaron ser mucho más grandes de lo que se pensó originalmente.
Con un déficit por encima del 30% del producto interno bruto, el gobierno irlandés ya estaba extendido hasta su límite de endeudamiento para apuntalar los bancos. Con recortes de presupuesto anunciados de 15.000 millones de euros durante los próximos cuatro años para poner bajo control su déficit, una mayor austeridad fiscal para pagar por aún más ayuda para sus bancos no era una alternativa políticamente viable para el gobierno irlandés. Parecía posible que la economía irlandesa, sin importar lo mucho que lo intentara, no pudiera llegar a pagar sus deudas. Este temor generó otra corrida bancaria contra los bancos irlandeses, lo que desató el préstamo de emergencia de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ahora, si el problema de Irlanda era tener demasiada deuda, ¿cómo puede ayudarla el endeudarse aún más? Sólo hay una respuesta: el nuevo préstamo debe ser en términos tan generosos, es decir tasas de interés más bajas y un vencimiento más largo, para que pueda ser pagado con mayor facilidad que la vieja deuda. El paquete de ayuda de la UE y el FMI también debe ser más grande que la vieja deuda, para que pueda ser usado para pagar viejos préstamos y recapitalizar a los bancos irlandeses.
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Para Irlanda, esto significaría años, quizás décadas, de impuestos más altos. Incluso si puede evitarse la fuente más obvia de daño para su economía —subir su impuesto del 12,5% a las empresas—, va a haber problemas. Irlanda tiene una fuerza laboral bien educada que bien puede imitar a generaciones anteriores y buscar nuevas oportunidades de empleo en el extranjero. ¿Cuántos trabajadores capacitados y graduados universitarios quedarán en Irlanda después del rescate? ¿Quién pagará esos impuestos más altos? Los problemas de Irlanda no han sido resueltos. Simplemente han cambiado para ser ahora un tipo diferente de problemas.
Esos países que pondrán el dinero para el préstamo de la UE —y recuerden que este crédito tiene que ser concedido en condiciones muy generosas para lograr atajar los problemas más inmediatos de Irlanda—pronto podrían experimentar situaciones presupuestarias más severas. Quizás Alemania puede soportar esa situación. ¿Pero qué pasa con Italia o incluso con Francia?
¿Y qué sucede después de Irlanda? Las condiciones del préstamo para Irlanda —bajo en costo y largo en plazo— tendrán que ser ofrecidas a cualquier otro país de la UE que pueda quedarse sin fondos. ¿Quién quedará de pie para ofrecer esos créditos si caen más piezas del dominó? Si Portugal o incluso España podrían necesitar un rescate, la carga sobre el centro económico de la zona euro —Alemania— se incrementará aún más. ¿Por cuánto tiempo podría soportarlo? ¿Y cuánto tiempo estará dispuesta a hacerlo?
En algún momento los mercados cuestionarán la estabilidad del proyecto del euro en su conjunto. Estas dudas pueden ser enfrentadas de dos maneras. O se termina la unión (o se reduce a su núcleo central) o habrá una súbita centralización política y fiscal. ¿Cuál es más probable?
No tengo la bola de cristal, pero todo se reduce a dos preguntas más: ¿Alemania querría seguir formando parte de una unión con países de crecimiento lento y fiscalmente irresponsables? ¿Y querrán esos países, por su parte, quedarse en una unión en la cual no son más que provincias pobres y subordinadas? Las respuestas a estas preguntas determinarán la supervivencia del euro.