por admin » Dom Mar 25, 2018 10:15 am
Voz Liberal del Peru
Existen algunas discrepancias entre los economistas acerca de diversos temas. Sin embargo, la opinión que tienen sobre el salario mínimo legal es casi unánime. Así, G. Mankiw y M. Taylor, en su libro Economía (Paraninfo, 2017, pág. 33), recogen una encuesta en la que el 79% de los economistas están de acuerdo en que el salario mínimo genera desempleo entre los jóvenes y los trabajadores no cualificados (reparación de vehículos, zapatos y ropa, hostelería, pequeño comercio, empleo doméstico, repartidores, etcétera).
Los jóvenes, los más perjudicados
La mayoría de la gente piensa que los trabajadores de baja cualificación y los que buscan su primer empleo, que son los que cobran los salarios más bajos, se van a beneficiar de un salario mínimo. Esto es falso, por la sencilla razón de que el empresario puede decidir que no merece la pena pagar ese salario y no contratar o despedir al trabajador, organizando la empresa de otro modo (mecanizando la tarea, aumentando los contratos temporales...). Como consecuencia, en España el paro juvenil, aunque ha caído hasta el 36%, sigue estando en niveles muy elevados. En este caso, la subida del salario mínimo frenará la creación de nuevos empleos.
No se debe olvidar que el 75% de los jóvenes desempleados proceden de sectores de baja cualificación. El otro 25% han terminado una carrera universitaria o el bachillerato. Es bien sabido que muchos graduados, recién salidos de la universidad, tienen dificultades para encontrar un empleo. Por lo general, los empresarios prefieren contratar a personas con experiencia y un salario mínimo elevado no facilita que los jóvenes adquieran esa experiencia. Como consecuencia habrá empresarios que, en 2018, no querrán pagar el salario mínimo a lo que se debe sumar los costos laborales correspondientes) a un potencial empleado que sólo tiene la secundaria, o ni siquiera eso porque abandonó el colegio para trabajar en la construcción o en servicios de baja productividad.
Otro grupo aparentemente beneficiado por el salario mínimo son los trabajadores cuya retribución está vinculada por convenio colectivo. El salario mínimo no está pensado para ellos, ya que cobran bastante más que el mínimo legal. Su beneficio deriva de haberlo utilizado como patrón para fijar su retribución. También se podría dar un “efecto comparación”: si los trabajadores de inferior categoría cobran más, los del escalón superior pedirán un aumento de sueldo y así sucesivamente a lo largo de la escala salarial. Es más o menos lo mismo que en el caso de los jóvenes; es decir, supone un aumento de costes para la empresa que lógicamente tenderán a crear menos empleo y sustituir trabajo por capital (máquinas).
Aumenta la temporalidad y la economía sumergida
Ante salarios mayores, los empresarios tendrán una mayor propensión a abaratar sus costes laborales (aumentando la contratación temporal o el número de becarios). Desgraciadamente, España sigue liderando los ránkings en temporalidad laboral (el 27,5% de los contratos son eventuales) de la OCDE y de la Unión Europea, donde la reactivación económica ha traído aparejado un descenso de la transitoriedad en el empleo. Sigue, por tanto, repuntando en la fase expansiva del ciclo, después de haber descendido durante los años de la crisis, cuando, efectivamente, sufrieron mucho más los trabajadores provisionales que los fijos.
El Gobierno, los sindicatos y la patronal subiendo el SMI creen que protegen a los desempleados jóvenes o de baja cualificación prohibiéndoles aceptar empleos con remuneración insuficiente (inferior al salario mínimo). Ellos, no obstante, sí podrían querer tales empleos si se los ofrecieran. La prohibición de estos empleos puede conseguir un efecto perverso, tal como está ocurriendo en España, ya que estos trabajadores se emplean en la economía sumergida, muchos de ellos para poder sobrevivir. Allí no rigen salarios mínimos, ni contratos escritos, ni protecciones sociales. Se trata de la lamentable explotación, tantas veces denostada.
La subida del salario mínimo tampoco beneficia a la competitividad internacional de la economía española. Desde el segundo trimestre del año 2016, el déficit comercial aumenta. Importamos más que lo que exportamos. El alza de los costes laborales, desde luego, no es la mejor receta para ganar competitividad internacional. La subida del salario mínimo incrementa los costes laborales unitarios y perjudica nuestra competitividad internacional. Con el salario mínimo ocurre lo mismo que con otro tipo de medidas de política económica: aunque su adopción no es beneficiosa para el conjunto de la economía, es popular y consigue votos.
Más salario variable
Así las cosas, hay que seguir insistiendo en la necesidad de simplificar la legislación laboral dando más facilidades a las empresas para aumentar sus plantillas. También habría que intensificar la necesidad de remunerar según la productividad. Pasar de la cultura del salario fijo a otra donde haya una parte variable. Sin embargo, esa parte variable se debería vincular a la productividad a través de fórmulas claras y controlables que permitan medir el comportamiento laboral del trabajador.
En definitiva, la prioridad no es subir el SMI, sino disminuir el número de parados y la economía sumergida (y la precariedad que genera) a la vez que se aumenta la productividad. En teoría, para aumentar la productividad a largo plazo de la economía española sería preciso modernizar la estructura productiva dando más peso a los sectores más intensivos en capital, aumentar el capital humano y consiguiendo mano de obra más cualificada, tener empresas de mayor tamaño y, por supuesto, realizar un mayor gasto en I+D. Esos aumentos de productividad sí justificarían la subida de los salarios.