¿Dónde nos encontramos ahora?
Carlos Montero
Jueves, 13 de Febrero del 2014 - 19:30:00
Creo necesario que hagamos un alto en el camino, y analicemos cual es el escenario económico actual a nivel global. Para ello utilizaré el análisis de ciclo de Fidelity, que desde mi punto de vista, es uno de los más útiles y acertados del mercado. Fidelity señala en este estudio:
La economía global continúa mejorando, con el riesgo de recesión cayendo en Alemania y China, mientras que permanece bajo en EE.UU. y Japón. China permanece en la fase final de ciclo, donde el riesgo a un deterioro de la situación crediticia puede ser más acuciante. El riesgo global de recesión es el más bajo desde principios de 2011.
Escenario global: considerable impulso
La economía global comenzó 2014 con un considerable impulso. El riesgo de recesión global cayó a su nivel más bajo en los últimos tres años, con el comercio y la manufactura fortaleciéndose. Este progreso es principalmente debido a una mejora cíclica en las economías desarrolladas tales como EE.UU. y la mayoría de Europa.
Europa: Bajo riesgo de recesión
La recuperación económica en muchos países europeos está pasando de una dinámica de inicios de ciclo que caracterizó la mayor parte de 2013, a una fase de crecimiento medio de un ciclo más estable. La economía alemana sigue creciendo de manera constante, con el apoyo de una actividad constructora robusta y un aumento de la confianza empresarial y del consumidor.
Financieramente, la periferia de la zona euro se ha estabilizado, con los rendimientos de los bonos estatales a 10 años cayendo hacia los niveles de 2010 (anteriores a la escalada de la crisis de la deuda soberana europea). Irlanda y Portugal están saliendo de los programas de rescate.
Francia sigue un poco rezagada, mostrando dinámicas débiles de crecimiento. En términos generales, un sector bancario débil y un alto desempleo han sido compensados por las mejoras en las condiciones financieras, la demanda mundial y la mejora en la capacidad de utilización.
EE.UU.: Sigue en la mitad de un ciclo expansivo
La economía de EE.UU. se mantiene en mitad del ciclo expansivo, con pocas presiones de finalización. Los signos clásicos de la entrada en la última fase de ciclo –como deterioro en la situación corporativa, aumento de los inventarios en relación con las ventas, restricción de la disponibilidad de crédito-, siguen ausentes. Los márgenes de los beneficios corporativos se han beneficiado del abaratamiento de los costes de producción y las ganancias en la productividad. Los inventarios siguen controlados, y la disponibilidad del crédito sigue mejorando.
Los principales indicadores de sentimiento del mercado laboral, tales como el número de trabajadores que abandonan voluntariamente su puesto de trabajo, se mantienen al alza. Junto con una baja inflación, esto crea un contexto positivo para el crecimiento de los salarios reales y del gasto futuro del consumidor.
Japón: ¿Consecuencias de la subida de los impuestos al consumo?
Japón sigue a mitad de un ciclo expansivo, exhibiendo un bajo riesgo de recesión. Casi todos los principales indicadores mejoraron en diciembre, lo que indica un impulso positivo sostenido con el apoyo del estímulo monetario y fiscal, las dos primeras flechas de Abenomics. La tercera flecha, la reforma estructural, ha sido en gran medida difícil de alcanzar, pero puede ser indispensable para lograr el crecimiento de los salarios necesarios para alimentar un crecimiento sostenido del consumo.
China: Desequilibrio estable, pero el crédito supone un riesgo
China sigue mostrando signos de la última fase de ciclo, en medio de riesgos silenciados de recesión. Los legisladores han proporcionado suficiente liquidez a su banco central para mantener la estabilidad a corto plazo, pero han dado muestras de intentar aplazar el rápido aumento de la financiación para proyectos de construcción e infraestructura.
Una menor liquidez ha contribuido a un aumento de las tasas de endeudamiento, lo que podría amenazar la rápida expansión del crédito, lo que junto a altos niveles de inventario y el deterioro de la rentabilidad empresarial, probablemente siembre las semillas para un crecimiento más lento.
Economías de los mercados emergentes: Enfrentan vientos en contra
Existe un amplio grado de dispersión entre los distintos países. La mayoría de las economías emergentes permanecen en las últimas fases del ciclo expansivo, enfrentando vientos en contra que al menos se sitúan en una de estas categorías:
Desaceleración del crecimiento de la liquidez según el estrechamiento de la Fed impulsa al alza los costos del capital. Esto puede crear dificultades en países que han confiado en un rápido crecimiento del crédito en los últimos años, como China, Tailandia, Turquía y Brasil.
La disminución del crecimiento de la liquidez hace más precario los flujos de capital internacional, por lo que los países con grandes necesidades de financiación externa (es decir, con déficits por cuenta corriente), han visto subir sus rendimiento de los bonos y caer a sus divisas. Estos países son Brasil, India, Indonesia, Turquía y Sudáfrica.
Unas divisas más débiles presionan la inflación al alza, y provocan que los bancos centrales suban sus tipos de interés para estabilizar esta tendencia. Los tipos al alza proporcionan un viento en contra adicional para el crecimiento, y se establece una dinámica general de estanflación.
La demanda a las economías emergentes de sus productos básicos ha disminuido, particularmente por la ralentización de la economía China. Esto está ejerciendo una presión a la baja sobre los precios y la disminución de los ingresos de estas economías, que dependen fuertemente de las exportaciones de estas materias primas. Esto sucede en países como Venezuela, Rusia y Chile.
El aumento de la agitación política ha enturbiado las perspectivas económicas de países como Tailandia, Ucrania y Argentina.
A pesar de estos contratiempos, las economías de los mercados emergentes más saludables tienen perspectivas cíclicas más favorables y estables. Los países que tienen entornos macroeconómicos internos más saludables son: Corea del Sur, Filipinas, Polonia y México.
El cebo de la regulación bancaria
por Laissez Faire •Hace 14 horas
El pasado viernes el Consejo de Ministros desarrolló la normativa nacional que regula los requisitos de solvencia de las entidades financieras dentro del marco de Basilea III. Dicho de otro modo, el Gobierno perfiló cuáles deberán ser los fondos propios mínimos con los que habrán de contar los diferentes bancos españoles. Toda una intromisión estatal en la gestión básica de una empresa, mas no una intromisión inocente. Y es que, aun cuando la vulgata anticapitalista haya convertido a la industria bancaria en el paradigma de mercado desregulado y descontrolado, la realidad es más bien la inversa: la banca es un sector hiperregulado e hiperprivilegiado por los políticos. No, no son rasgos incompatibles: si el Estado llena de prebendas a un sector, lo lógico es que a la vez trate de monitorizar qué uso y abuso va a hacer ese sector de tales prebendas. Latrocinio con soporte legal, sí; control de daños, también.
A la postre, la banca es un negocio cuyos rendimientos a lo largo de las últimas décadas han procedido de una imprudente y desestabilizante estrategia financiera: captar capital a corto plazo y procedente de ahorradores con un perfil de riesgo bajo para reciclarlo en inversiones a largo plazo y con un perfil de riesgo alto. El incentivo para hacerlo es obvio: cuanto más cortos sean los vencimientos de sus pasivos y menos riesgos crean estar asumiendo sus acreedores, menores tipos de interés abonarán para financiarse; y al contrario, cuanto más prolongados sean los vencimientos de sus inversiones y más inciertos sus flujos de caja futuros, mayores tipos de interés serán capaces de exigir a sus prestatarios.
Invertir a altos tipos financiándose a bajos es la base del negocio bancario, pero una base que, por no tener adecuadamente casados los vencimientos de sus activos y de sus pasivos, resulta extremadamente frágil. Pocas empresas no financieras cometerían la muy rentable pero suicida osadía de apalancarse a corto plazo unas 15 veces sobre sus fondos propios para inmovilizar semejante capital ajeno en créditos a 30 años: cualquier director financiero mínimamente avezado sabe que semejante ruta conduce inexorablemente a la suspensión de pagos. Y, sin embargo, los bancos no sólo lo hacen sino que logran evitar suspender pagos: no merced a una excelente gestión de su muy deteriorada liquidez, sino a la telaraña de privilegios estatales que les cubre las espaldas.
El primero de esos privilegios, el monopolio estatal sobre la moneda, esto es, los bancos centrales. Su finalidad -aparte de abaratar artificialmente las colocaciones de bonos de nuestros pródigos gobernantes- no es otra que la de actuar como garantes últimos de la renovación de los vencimientos de deuda de la bancos privados, de modo que éstos puedan mantener sus muy desequilibradas pero lucrativas estructuras de financiación. El inflacionismo crediticio de la banca privada -ése que promueve el sobreendeudamiento burbujístico de familias y empresas que eventualmente estalla en forma de depresión- requiere del inflacionismo crediticio de la banca central.
La segunda regalía: los fondos de garantía de depósito y, en su versión más extrema, los plurirrescates de los acreedores de los bancos. Blindados contra el impago a costa de socializar los quebrantos entre los contribuyentes, cualquiera acreedor de un banco puede mantener aparcados sus ahorros en una entidad financiera sin otro riesgo que el imponderable de que el político de turno opte excepcionalmente por un sacrificio ejemplarizante (como terminaron descubriendo los depositantes chipriotas).
Con estos mimbres, la tentación de todo banquero es más que obvia: maximizar su apalancamiento a corto plazo para acometer cualesquiera inversiones de alto rendimiento con independencia de su riesgo asociado. Si no lo hace un banquero por exceso de estéril prudencia, lo hará otro por exceso de recompensada insensatez: ésos, y no otros, son los incentivos creados por los privilegios estatales. Y es ahí, justamente, donde encaja la regulación estatal de la actividad bancaria: armado el lío, se trata de fijar unos límites dizque prudenciales a la infinita gula de deuda que los privilegios estatales previamente le generaron a la banca. En lugar de suprimir de raíz esos privilegios, nuestros políticos han optado por intentar contingentarlos para que el sistema que ellos han creado no se desmadre hasta el punto de colapsar.
Pero fracasarán como siempre han fracaso. A nadie le sorprenderá descubrir que antes de Basilea III hubo un Basilea II y antes de Basilea II, un Basilea I: sendos fiascos regulatorios que se nos vendieron en su momento como bálsamo de Fierabrás frente a la recurrencia de unas burbujas crediticias que, en realidad, no han dejado de espolear. La solución a la devastadora gestión inflacionista del crédito bancario no pasa por hiperprivilegiar e hiperregular a las entidades financieras, sino por desprivilegiarlas y desregularlas, es decir, por que se sometan a la disciplina del mercado como todas las restantes empresas. Eso sí, no esperen que suceda: en esencia, porque no les interesa ni a la inmensa mayoría de banqueros ni a la inmensa mayoría de políticos.