por admin » Mar Jun 24, 2014 6:07 am
Los polos opuestos del futuro económico
Una pareja dispareja Robert Gordon, izquierda, yJoel Mokyr, de la Universidad de Northwestern. Rob Hart for The Wall Street Journal
EVASTON, Illinois— Robert Gordon, un economista medio cascarrabias de 73 años, cree que lo mejor ya pasó. Después de un siglo caracterizado por innovaciones que transformaron nuestras vidas y estimularon el crecimiento el progreso humano ha perdido fuerza y avanza a paso de tortuga, observa.
Joel Mokyr, un economista alegre de 67 años, visualiza la llegada de una nueva era de invenciones como las terapias génicas para prolongar nuestras vidas y semillas milagrosas capaces de alimentar el mundo sin el uso de fertilizantes.
Estos reconocidos economistas de la Universidad de Northwestern representan los polos opuestos del debate sobre las fuerzas que caracterizarán la economía del siglo XXI: innovación rápida impulsada por robots en las fábricas, impresión tridimensional y la computación en la nube versus años de pérdidas de empleos, salarios estancados y una creciente desigualdad en los ingresos.
"Creo que el ritmo de innovación se está acelerando", dice Mokyr mientras come fideos y pollo picante en un restaurante tailandés cerca del campus de la universidad donde él y Gordon han sido profesores durante cuatro décadas. "¿Cuál es la evidencia de eso?", replica Gordon. "No existe".
Vidas paralelas
Ambos se llevan bien cuando el tema atañe, por ejemplo, a los chismes sobre el resto del profesorado. En cuanto al futuro, sin embargo, discuten todo el tiempo.
Cuando Mokyr describió los avances médicos que prolongan la vida, Gordon lo interrumpió. "Extender la vida sin curar el mal de Alzheimer significa que la gente puede caminar pero no puede pensar", sentenció.
for The Wall Street Journal
Gordon aterrizó en la Universidad de Northwestern proveniente de la Universidad de Chicago en 1973, un año antes de que arribara Mokyr tras terminar su doctorado en la Universidad de Yale. Sus diferencias los han vuelto figuras populares en el circuito de las conferencias, al menos entre los economistas.
Gordon cobra hasta US$20.000 por sus charlas en Estados Unidos, un honorario que, confiesa, fijó su agente. "Soy un académico de tomo y lomo, no una estrella del baloncesto", retruca Mokyr. "No tengo ni agente literario ni una oficina de conferencista. Cobro lo que me pagan y si no es suficiente, no voy".
Los profesores fueron los principales invitados a un evento organizado por el Banco de Corea en Seúl este mes. "Siempre estamos el uno contra el otro", cuenta Mokyr. "Pero a menudo terminamos hablando de otras cosas. Bob es un macroeconomista. Yo soy un historiador económico".
Mokyr se ha dedicado durante mucho tiempo a estudiar cómo las nuevas herramientas han conducido a avances económicos. Cómo el desarrollo de los telescopios, por ejemplo, permitió un veloz avance en la astronomía. La historia lo vuelve un convencido de que su colega se equivoca.
Las ideas de Gordon, en realidad, contradicen la ortodoxia económica moderna.
Desde que el premio Nobel de Economía Robert Solow sostuviera en los años 50 que el crecimiento era impulsado por nuevas tecnologías, la mayoría de los economistas han acogido la idea. El progreso ha sido desigual, según este punto de vista, pero no hay motivo para esperar que al mundo se le agoten las ideas.
"Bob dice que el trabajo fácil ya se hizo porque no volveremos a instalar plomería dentro de las casas", afirma Mokyr. Durante sus conferencias, a Gordon le gusta mostrar imágenes de un inodoro con cadena y de un iPhone y la pregunta: ¿cuál estaría dispuesto a dejar de lado?
Mokyr señala que numerosos economistas antes de Gordon han proclamado el fin del progreso y que siempre se han equivocado. Hoy, señala que la computación rápida es una nueva herramienta que allanará el camino a nuevas invenciones.
Gordon, el más famoso de los dos, cuenta con las credenciales necesarias para contradecir la opinión de la mayoría.
Hijo de un connotado economista de la Universidad de California en Berkeley, escribió uno de los libros de textos de macroeconomía más utilizados y es miembro desde hace tres décadas del comité de la Oficina Nacional de Investigación Económica que determina el comienzo y el fin de las recesiones en EE.UU.
Gordon anticipa turbulencias para la economía estadounidense. Una población que envejece es sólo uno de los problemas que advierte, una lista a la que hay que sumar la menor proporción de hombres en edad de trabajar con empleo, pérdida de trabajos que se trasladan a otros países y una alta deuda pública. El mayor obstáculo, sentencia, es la creciente desigualdad en los ingresos.
Para compensar estas fuerzas negativas, Gordon dice que las economías necesitan adelantos tecnológicos. El problema es que los principales, como la electrificación y el descubrimiento de los antibióticos, ya ocurrieron. Invenciones más recientes, como Internet, no tendrán repercusiones tan amplias, asegura.
¿El fin de una era dorada?
"El rápido avance conseguido en los últimos 250 años podría volverse un episodio único en la historia humana", alerta.
Los teléfonos celulares, resalta, son apenas un refinamiento del teléfono. El caso de los automóviles también demuestra cómo los adelantos han ido perdiendo efectividad en las últimas décadas. El Modelo T de Ford y su motor de 20 caballos de fuerza alcanzaba una velocidad máxima de 72 kilómetros por hora. Para mediados de los años 50, el Chrevrolet familiar de su padre era cinco veces más poderoso. Más de 50 años después, indica Gordon, su Subaru familiar es comparable con el que conducía su padre en cuanto a tamaño, velocidad y capacidad de carga.
Gordon cuenta que sus ideas se empezaron a gestar en 1965, cuando formó parte de un equipo de economistas dedicado a analizar el imponente crecimiento de la productividad en EE.UU. que empezó cerca de 1920 y se prolongó durante la Segunda Guerra Mundial y el auge de la postguerra.
Salvo un repunte que tuvo lugar a mediados de los años 90, el crecimiento ha sido modesto desde entonces. "Todos han buscado una explicación abarcadora sobre esto", asevera. "Pero se me ocurrió que tal vez sea que, sencillamente, se nos acabaron las grandes innovaciones".
Gordon explica que ese fue el punto de partida de sus ideas. El economista publicó en 2000 un trabajo en el que decía que la informática, considerada como el motor de la "nueva economía" era mucho menos impresionante que adelantos previos. Generó más polémica en 2012, cuando tituló otro trabajo como "¿Se acabó el crecimiento económico de EE.UU.?
Buena parte de la obra de Gordon se centra en la producción. Mokyr, en cambio, está más interesado en cómo las nuevas invenciones mejoran la calidad de vida de las personas de maneras que no son captadas por los parámetros tradicionales: por ejemplo, nuevas medicinas para tratar el dolor crónico o permitir que los mayores puedan permanecer activos durante más tiempo.
"Para Bob, lo que importa es la medición de los insumos y los productos, en especial la producción", dice Mokyr. Por eso el envejecimiento de la población es un problema tan agudo para Gordon, puesto que los jubilados dejan de producir.
Ambos economistas concuerdan al menos en algo. "Una de las principales misiones en la vida es indicarle a mis alumnos la suerte que tuvimos de haber nacido en el siglo XX", dice Mokyr. "Comparado a como era la vida hace 100 o 200 años, somos increíblemente afortunados".