por admin » Mié Oct 22, 2014 8:02 am
El debilitamiento global pone a prueba el vigor de la recuperación de EE.UU.
El espectro de la deflación en Europa y la desaceleración de China y otros mercados emergentes no sólo ponen a prueba la capacidad de Estados Unidos de actuar como motor del crecimiento global, sino que también pueden maniatar la recuperación del país.
Las tormentas internacionales, como la crisis de la zona euro y el desastre nuclear japonés, han amenazado con descarrilar la expansión estadounidense en cada uno de los últimos cuatro años. En cada ocasión, sin embargo, EE.UU. resistió los embates y prosiguió su trayectoria de crecimiento lento pero seguro.
Ahora, las malas noticias coinciden con la decisión de la Reserva Federal, el banco central de EE.UU., de empezar a desmantelar las políticas de crédito fácil que ha utilizado para estimular la economía. Aunque el empleo ha mostrado un crecimiento vigoroso en los últimos meses, el mercado inmobiliario ha enviado señales contradictorias y los consumidores han optado por la cautela. “EE.UU., por ahora, crece por su cuenta, pero no se puede expandir sin ayuda a mediano y largo plazo”, señala Eugenio Alemán, economista sénior de Wells Fargo. “Necesitaremos la ayuda del resto del mundo”.
La actual lista de amenazas externas es variada: temores de deflación en Europa, la desaceleración de la economía en China, que en el tercer trimestre se expandió 7,3%, su ritmo más lento de los últimos cinco años, y la caída en los precios de las materias primas así como de la actividad y la demanda en los mercados emergentes de mayor envergadura como Brasil. A ello se suman las tensiones políticas en Rusia y Ucrania y los nervios generados por el virus del ébola.
“EE.UU. es, para bien o para mal, el motor del crecimiento global ahora”, dice Adolfo Laurenti, economista jefe global de Mesirow Financial. “Pero ante el pobre desempeño de otras regiones, nuestro ímpetu tiene sus límites”.
Los economistas dudan de que EE.UU. eluda las repercusiones negativas en caso de que aumente la debilidad en otras regiones. Durante gran parte de los últimos 10 años, el motor del crecimiento mundial fueron las economías emergentes, no EE.UU. Ahora, muchos de esos mercados, como Brasil y Rusia, están en aprietos y dependen de EE.UU. para expandirse.
EE.UU., en cambio, es la economía menos dependiente de sus exportaciones entre las grandes potencias. Las exportaciones representan 14% de su Producto Interno Bruto, el nivel más bajo entre los países desarrollados, y una cifra muy por debajo del 51% de Alemania o el 26% de China, según el Banco Mundial.
Además, los exportadores estadounidenses no tienen una gran exposición a Europa, que apenas representa 15% del intercambio comercial de EE.UU. “Podría haber una catástrofe total en las exportaciones a Europa y el impacto sobre el crecimiento sería de minimis”, acota Neil Dutta, director de economía de la consultora Renaissance Macro Research.
Los pedidos de General Electric Co. originados en EE.UU. crecieron 25% en el tercer trimestre, informó el conglomerado la semana pasada. “EE.UU. se encuentra probablemente en la mejor condición que hemos visto desde la crisis financiera”, dijo el presidente ejecutivo, Jeff Immelt, en una conferencia telefónica con inversionistas. “Europa marcha a un ritmo más lento. Pero creo que la mayoría de las empresas industriales no prevén un gran crecimiento incremental en Europa y Japón”.
Al mismo tiempo, los economistas y los ejecutivos de empresas mencionan múltiples razones para explicar por qué EE.UU. está mejor parado que en ocasiones anteriores para sortear amenazas de la zona euro u otro lugar del mundo.
La mayoría de las proyecciones prevé una expansión de 3% de EE.UU. durante el tercer trimestre. El empleo crece a su ritmo mensual más vigoroso desde 2006 y las vacantes laborales están en su nivel más alto en 13 años.
No obstante, las señales de alerta desde el exterior se acumulan. La preocupación más inmediata es si el reciente brote de volatilidad financiera generará nuevos declives en los precios de las acciones y dificultará el acceso a los mercados de capitales, para reducir la confianza de los consumidores y hacer que las empresas dilaten sus planes de inversión y contratación de personal.
Una restricción del crédito podría reducir 0,3 puntos porcentuales el crecimiento de EE.UU. para finales de 2015 y la mayor parte de 2016, estima Goldman Sachs. Pero si la caída en los precios de las acciones y los rendimientos de los bonos es pasajera, el daño se reduciría a la mitad.
Un imponderable sería el impacto de la caída de más de 20% en los precios del petróleo desde junio. El descenso podría tener un mayor impacto que en ocasiones anteriores debido a que el uso de nuevas técnicas de perforación, como la fracturación hidráulica, ha disparado la inversión en energía.
Aunque habría “obviamente alguna cifra” en la cual los productores se verían forzados a cerrar algunos yacimientos, “hasta donde sé, estamos muy lejos de llegar a ella”, indicó Clarence Gooden, vicepresidente ejecutivo de ventas y marketing de CSX Corp., durante el anuncio de ganancias del operador ferroviario la semana pasada.
“En los últimos dos o tres años hemos presenciado unas semanas de inestabilidad y luego la situación se calmó”, dice Laurenti, de Mesirow. “Todos estamos conteniendo la respiración”, en alusión a los datos del PIB y el empleo de EE.UU. que se darán a conocer en los próximos días.