por admin » Mar Mar 17, 2015 7:17 am
La presidenta Dilma Rousseff enfrenta más críticas tras manifestaciones en Brasil
Miles de personas se manifestaron en contra de la presidenta brasileña Dilma Rousseff en Brasilia el domingo. fernando bizerra jr/European Pressphoto Agency
SÃO PAULO—Un días después de que más de un millón de personas en decenas de ciudades participaron en manifestaciones contra el gobierno, los brasileños debatieron sobre lo que viene ahora para un país sacudido por una economía colapsada y un gran escándalo de corrupción.
Los funcionarios públicos y sus aliados políticos indicaron que habían recibido el mensaje de que los brasileños están hartos del statu quo que favorece a los ricos y poderosos y protege los actos indebidos de los políticos.
“Los tamborazos se escucharon en las calles, nosotros tenemos que saber cómo escuchar. Tenemos que luchar contra la impunidad y la corrupción”, anotó Paulo Paim, un senador y miembro del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) de la presidenta Dilma Rousseff.
Pero muchos de lo que salieron a las calles creen que el gobierno es el problema. Muchos de los que participaron en las manifestaciones del domingo pidieron la destitución de Rousseff, debido a revelaciones de presunto escándalo de corrupción en el gigante petrolero de Petrobras PBR +1.60% que ocurrió en gran medida mientras ella presidía junta directiva de la empresa entre 2003 y 2010.
Rousseff no ha sido implicada en los presuntos actos ilícitos y ha negado tener conocimiento de los mismos. Muchos expertos legales y analistas políticos concuerdan con que no hay actualmente fundamentos para justificar una destitución.
Otros exigieron que Rousseff simplemente dimita su puesto, otro suceso improbable dado que acaba de ser reelegida para un mandato de cuatro años más el octubre pasado.
Esa es la opción que prefiere Rogerio Chequer, líder del grupo con sede en São Paulo Vem Pra Rua (Ven a la Calle), que dijo que el pueblo brasileño se expresó con potencia y claridad el domingo.
“El mensaje común es, ‘Ya no podemos aguantar esto y ya no lo permitiremos’”, apuntó Chequer, enumerando una larga lista de quejas contra el gobierno de Rousseff, incluyendo su presunta participación en el escándalo de Petrobras y retractar sus promesas electorales.
En un breve discurso televisado la tarde del lunes, Rousseff respaldó el derecho de los críticos de protestar, declarando que saca a relucir la fuerza de la democracia de Brasil. “Nunca más tendremos en Brasil gente que por sólo dar su opinión sufre consecuencias”, dijo.
En las semanas anteriores a la marcha del domingo, el escándalo de Petrobras, junto con una inflación en alza y un gasto social reducido, se convirtieron en el foco de atención de la ira pública.
Renan Santos, de 31 años, un emprendedor de tecnología y cofundador del juvenil Movimiento Brasil Libre, dijo que las manifestaciones del domingo demostraron el deseo arrollador del país de deshacerse de Rousseff y su izquierdista PT, que ha gobernado a Brasil durante doce años.
Santos indicó que la cantidad de manifestantes en todo el país demostraba que la oposición a Rousseff va más allá de las personas prósperas del país, que generalmente se concentran en la región de derechas del sureste.
“Cuando uno ve a 40.000 personas en Maceió, uno no puede decir que es sólo la élite blanca” que está en contra de Rousseff, apuntó Santos, en referencia a la capital del estado pobre de Alagoas en el noreste.
La policía militar calculó que hubo 10.000 manifestantes en Maceió, al menos 18.000 en Rio de Janeiro, alrededor de 45.000 en Brasília, 100.000 en la próspera ciudad sureña de Porto Allegre, y más de 1 millón en la zona metropolitana de São Paulo, la mayor ciudad y el centro económico del país.
Sin embargo, otros observadores señalaron que Brasil aún enfrenta muchas interrogantes políticas y económicas tras la eufórica actuación callejera del domingo.
“La situación de incertidumbre se mantendrá en los próximos meses”, apuntó Rafael Cortez, analista político de la empresa consultora Tendências.
Cortez dijo que las fluctuaciones políticas en las próximas semanas serán orientadas por la pesquisa de Petrobras, entre otras cosas. Afirmó que si la investigación, conocida como Lava Jato (lavado de auto), se acerca a la presidenta, podría perjudicar más su capacidad de gobernar.
Cortez indicó que tampoco está claro si el gobierno relajará las medidas de austeridad diseñadas para apuntalar las finanzas de Brasil y tranquilizar a los inversionistas internacionales. Una serie de alzas de impuestos han golpeado los bolsillos de los brasileños ordinarios.
Las redes sociales en Brasil hervían el lunes con comentarios anti y pro gobierno. Los críticos de las manifestaciones del domingo apuntan que los manifestantes intentaban reproducir las elecciones presidenciales del año pasado en que Rousseff derrotó a su opositor de derecha por un estrecho margen.
Una pequeña minoría en Brasil ha pedido una toma de control militar como la única forma de rescatar al país de la galopante inflación y la corrupción del gobierno.
Si los brasileños han diferido en su perspectiva de las protestas, la respuesta del gobierno también ha oscilado. En semanas recientes, los simpatizantes de Rousseff con frecuencia buscaron presentar las manifestaciones como partidistas y peligrosamente cercanas a pedir un golpe de Estado.
Incluso antes del pasado fin de semana, algunos analistas habían cuestionado si surgiría un plan consistente de las multitudes del domingo.
“Lo único que unifica a esas personas es su oposición al PT y Dilma”, anotó Pedro Fassoni Arruda, un politólogo en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo.