por admin » Dom Ago 16, 2015 7:36 pm
Los brasileños quieren que Dilma renuncie, pero no concuerdan en qué hacer después
Manifestantes protestan en las calles de Brasilia contra la presidenta Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores. ENLARGE
Manifestantes protestan en las calles de Brasilia contra la presidenta Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores. Photo: evaristo sa/Agence France-Presse/Getty Images
Reed Johnson y Luciana Magalhaes
Domingo, 16 de Agosto de 2015 13:00 EDT
SÃO PAULO—Envueltos en la bandera y gritando “Fuera Dilma” y “Renuncia ya” los brasileños ocuparon los centros de ciudades a lo largo del país para pedir la salida de su presidenta.
Dilma Rousseff fue el principal blanco de los manifestantes en varias ciudades del país, desde Belém, en la región amazónica hasta Rio de Janeiro, Belo Horizonte y São Paulo.
Reginaldo Pereira da Silva y Felipe, su hijo de 15 años, tomaron un bus y un metro desde las afueras de São Paulo para participar en la marcha que recorría Avenida Paulista, el epicentro de la protesta en esta ciudad.
Da Silva, un mecánico de 52 años, dice que solía apoyar al Partido de los Trabajadores (PT), al cual pertenece la presidenta, pero una serie de escándalos, incluyendo una enorme conspiración para manipular subastas y pagar sobornos en la petrolera estatal Petróleo Brasileiro S.A. ha hecho que le dé la espalda al partido.
“No más corrupción, nuestro Brasil está roto”, dijo da Silva. “Quiero lo mejor para mi hijo y por eso creo que debemos salir a las calles. Quiero un cambio y lo quiero ahora”.
Sin embargo, los millones de brasileños que participan en enormes protestas en todo el país el domingo tienen poco en común excepto su deseo de ver que la presidenta Dilma Rousseff salga de su cargo.
Tras apenas siete meses de su segundo mandato, una economía atribulada y un escándalo de sobornos que involucra a Petrobras, le han dado un enorme arsenal a los partidos de oposición. Su porcentaje de aprobación ha caído a 8%.
Los manifestantes tienen perspectivas muy diferentes sobre lo que esperan conseguir con la salida de Rousseff y cuál sería la mejor forma de resolver las dificultades económicas y políticas del país.
Uno de los tres principales organizadores de la marcha, Vem Pra Rua (Salga a las calles), un grupo de protesta predominantemente de clase media y a favor de los intereses del sector empresarial, está marchando para forzar la salida de Rousseff y quitarle poder al PT, como preludio a su meta principal de reducir el tamaño del gobierno federal.
Otro grupo, el Movimiento Brasil Libre, compuesto principalmente de jóvenes y que tiene una conciencia de emprendimiento, cree que conseguir la dimisión de la presidenta le podría dar a Brasil una oportunidad para crear un nuevo partido político progresista para reemplazar al PT.
“Esta es una ventana histórica para reformas profundas y estructurales: reforma administrativa, laboral, fiscal, de seguridad social”, dijo el miembro de MBL Renán Santos, de 31 años, durante una entrevista en la oficina del grupo en São Paulo.
Un tercer grupo, que se autodenomina “los Intervencionistas”, dice que cree que la renuncia de la presidenta serviría sólo para mantener el estatus quo político y que sólo una intervención militar podría barrer con la corrupción sistémica y poner a Brasil en el sendero correcto. Uno de los sitios web de ese grupo incluye una foto de los instigadores del golpe de estado militar de 1964, el cual cerró la puerta a la democracia brasileña por 20 años, con las palabras “Muito Obrigado!” (Muchas Gracias!)
Los simpatizantes de Rousseff planean llevar a cabo su propia marcha el domingo.
Un portavoz de la presidenta dijo que su gobierno no comentará sobre las marchas del domingo.
Las diferentes agendas de los manifestantes del domingo reflejan la amplia gama de esperanzas y frustraciones que han sacudido a la sociedad brasileña desde 2013, cuando millones de manifestantes llamaron la atención del mundo al tomarse las calles de São Paulo, Rio de Janeiro y otras ciudades.
Las tensiones alcanzaron su punto álgido este año, a medida que aumentaron las tasas de interés, el desempleo subió y las élites políticas y de negocios fueron manchadas por el escándalo de Petrobras. El descontento popular ha sido dirigido principalmente al partido de gobierno y a Rousseff, cuyas cifras de aprobación han caído a mínimos.
Los oponentes de la presidenta han hecho énfasis en las acusaciones de una corte de auditoría que asegura que el gobierno de Rousseff podría haber falsificado cuentas del gobierno para hacerlas ver mejor de lo que estaban. Rousseff ha negado que existan irregularidades y calificó a los esfuerzos por conseguir su dimisión como “un golpe de estado”. Algunos expertos legales aseguran que una dimisión por estos cargos sería poco probable.
No obstante, durante las últimas dos semanas, algunos de los críticos más severos de Rousseff han hecho comentarios conciliatorios, lo que sugiere que las élites gobernantes de Brasilia buscan formas de acabar con la crisis sin que esto requiera un cambio de gobierno. Moody’s Investors Service recientemente redujo la calificación de los bonos brasileños a un escalón por encima de la calificación chatarra, dando un toque más urgente al deseo de algunos políticos de terminar con el conflicto rápidamente.