OPINIÓN
Opinión: Así salvó la Fed la economía de EE.UU.
Por BEN S. BERNANKE
Lunes, 5 de Octubre de 2015 15:37 EDT
Por primera vez en casi una década, la Reserva Federal de Estados Unidos considera un alza de su tasa de interés de referencia, lo que pondría fin a un prolongado período de tasas de interés de casi cero. Al igual que el cese de las compras de activos a gran escala de octubre de 2014, se trata de un hito importante en el desmantelamiento de las políticas monetarias extraordinarias adoptadas durante mi gestión como presidente de la Fed con el fin de ayudar a recuperar a la economía estadounidense de una crisis de proporciones históricas. Por lo tanto, es un buen momento para evaluar los resultados de esas medidas y considerar los pasos siguientes de los encargados de la política monetaria.
Como punto de partida, es esencial tener una idea clara sobre lo que la política monetaria puede y no puede hacer. Los detractores de la Fed a veces sostienen que imprimir dinero no es un camino a la riqueza y yo concuerdo, al menos en un nivel. La Fed tiene muy poco o ningún control sobre los fundamentos económicos de largo plazo, como las destrezas de la fuerza laboral, la energía y visión del empresariado y la velocidad con que se desarrollan nuevas tecnologías y se adaptan para su uso comercial.
La Fed puede hacer dos cosas. En primer lugar, al mitigar las recesiones, la política monetaria puede tratar de lograr que la economía haga pleno uso de sus recursos, en especial de la fuerza laboral. Un desempleo alto no sólo es una tragedia para los desocupados, sino que también es costoso para los contribuyentes, los inversionistas y cualquier persona interesada en la salud de la economía. En segundo lugar, al mantener la inflación baja y estable, la Fed puede contribuir a un mejor funcionamiento del mercado y facilitar que la gente planifique para su futuro. Tomando en cuenta los riesgos económicos que presenta la deflación, además de la probabilidad de que las tasas de interés se acerquen a cero cuando la inflación es muy baja, la Fed fijó una meta de inflación de 2%, parecida a los parámetros de otros bancos centrales del mundo.
¿Cómo se ha desempeñado la política monetaria en estos dos criterios? Las personas razonables pueden discrepar sobre si la economía estadounidense está en pleno empleo. La tasa de desocupación de 5,1% sugeriría que el mercado laboral se acerca a la normalidad. Otros indicadores, como la relativamente baja participación de la fuerza laboral, la aparente ausencia de presiones salariales, por ejemplo, señalarían que todavía queda camino por recorrer.
Pero no cabe duda de que el empleo hoy es mucho más saludable en EE.UU. que hace unos años. Tal mejora (medida por la tasa de desempleo) ha sido más rápida que lo previsto por la mayoría de los economistas, tanto dentro como fuera de la Fed.
Por el lado de la inflación, varios indicadores sugieren que la inflación subyacente ronda 1,5%. La cifra está un poco por debajo de la meta de 2%, una situación que la Fed tiene que remediar. Pero si hay un problema con la inflación, no es el proyectado por los críticos de la Fed, que han previsto en reiteradas ocasiones que las políticas del banco central producirían una alta inflación (por no decir hiperinflación), un colapso del dólar y precios de las materias primas por las nubes. Nada de eso ha ocurrido.
Es ilustrativo comparar el reciente desempeño económico de EE.UU. con el de Europa, una economía industrializa de tamaño similar. Hay muchas diferencias entre EE.UU. y Europa, pero una fundamental es que la ortodoxia económica había, hasta hace poco, obstruido el uso de la política monetaria o fiscal para ayudar a la recuperación de la economía. El obstáculo no es la viabilidad, sino la filosofía económica. Grecia puede tener pocas opciones a su disposición, pero no es el caso de Alemania y varios otros países. Además, el Banco Central Europeo tiene facultades monetarias más amplias que la Fed.
La incapacidad de Europa para emplear la política monetaria y fiscal en forma enérgica después de la crisis financiera es una de las grandes razones por la que la productividad de la zona euro se ubica hoy 0,8% por debajo de su máximo previo a la crisis. En cambio, la productividad de la economía estadounidense está 8,9% por encima de su máximo anterior, una diferencia enorme en desempeño. En noviembre de 2010, cuando la Fed emprendió su segunda ronda de flexibilización cuantitativa, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, habría calificado la decisión como “despistada”. En ese entonces, las tasas de desempleo en Europa y EE.UU. ascendían a 10,2% y 9,4%, respectivamente. Hoy, la tasa desocupación laboral en EE.UU. es cercana a 5% mientras que la de Europa ha subido a 10,9%.
Seis años después de la Fed, el BCE ha iniciado un agresivo programa de flexibilización cuantitativa y la política fiscal europea se ha vuelto menos estricta. Tomando en cuenta esos cambios de política, no es de extrañar que las perspectivas económicas de Europa parezcan mejorar, aunque tendrán que pasar mucho tiempo para recuperar el crecimiento perdido en los últimos años. Mientras tanto, el Reino Unido disfruta de una sólida recuperación, lo que se explica en gran parte porque el Banco de Inglaterra siguió políticas monetarias semejantes a las de la Fed tanto en el momento elegido para ponerlas en práctica como en su magnitud relativa.
Es alentador observar que la economía estadounidense se acerca al pleno empleo con baja inflación, los objetivos a los que aspiraba la Fed. Esto ciertamente no quiere decir que todo marche sobre ruedas. Se están creando empleos, pero el crecimiento general de la economía es modesto, lo que refleja el mediocre avance de la productividad y el bajo crecimiento de la fuerza laboral, entre otros factores. Los beneficios del crecimiento económico no son compartidos en forma equitativa y, por ende, muchos estadounidenses observan una escasa mejora en sus estándares de vida. Estos, por desgracia, no son problemas sobre los que la Fed tiene el poder de aliviar.
Con el pleno empleo en la mira, un mayor crecimiento económico tendrá que provenir del lado de la oferta, principalmente de aumentos de la productividad. Eso significa que la Fed seguirá haciendo lo que esté a su alcance, pero que la política monetaria no puede ser el único factor. Las autoridades fiscales en el Congreso estadounidense tienen que hacer su parte. Como país, necesitamos hacer más para mejorar las destrezas de los trabajadores, alentar la inversión de capital y respaldar la investigación y el desarrollo. La política monetaria puede hacer mucho, pero como señalé a menudo cuando era presidente de la Fed, no es ninguna panacea. Es esencial realizar nuevos esfuerzos tanto dentro como fuera del gobierno para sustentar el crecimiento estadounidense.
—Ben Bernanke fue presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 2004 y 2014 y es autor del libro “The Courage to Act: A Memoir of a Crisis and Its Aftermath”, algo así como “La valentía para actuar: memoria de una crisis y sus consecuencias”.