por admin » Jue May 13, 2010 5:31 pm
Cómo el plástico logró poner fin al monopolio de los corchos
Los 'corcheros' de Europa contraatacan con una campaña publicitaria
Por Timothy Aeppel
Zebulon, Carolina del Norte
En una fábrica sencilla en esta pequeña ciudad maderera, 10 enormes máquinas trabajaron todo el día el año pasado para elaborar 1.400 millones de corchos plásticos, suficientes para rodear la tierra 1,33 veces si se pusieran uno detrás del otro.
Desconocida para la mayoría de los amantes del vino, la dueña de la planta, Nomacorc LLC, revolucionó silenciosamente la industria de los corchos de vino, de 400 años de antigüedad. Desde el siglo XVII, el vino se embotella de forma casi exclusiva con corcho natural, un material poroso que literalmente crece en árboles en Portugal, España y otras tierras mediterráneas.
Sin embargo, en los últimos 20 años, alrededor de 20% del mercado de tapones de botella fue reemplazado por una tecnología nueva, corchos plásticos que cuestan entre 2 y 20 centavos de dólar cada uno. Más de una de cada 10 botellas de vino de 750 mililitros. que se venden en todo el mundo ahora vienen con un corcho Nomacorc, mientras que otro 9% es fabricado por otros productores de corchos plásticos. Los tapones de rosca representan 11% del mercado.
"Enfurecimos a la industria de los corchos", dice Marc Noel, presidente del directorio de Nomacorc.
Los corchos plásticos alborotaron de tal forma a los, en su momento dominantes, productores de corchos naturales que salieron a la defensiva. En los próximos meses, Portugal, que representa 52% del mercado de corchos, y la Asociación Portuguesa de Corcho, lanzarán una campaña con avisos en los medios tradicionales y sitios de redes sociales con un costo de US$27 millones para resaltar la superioridad del corcho natural sobre el sintético.
"Es fácil darle poco valor al corcho, pero su importancia va mucho más allá de su pequeño tamaño", afirma Carlos de Jesús, director de marketing internacional del Grupo Amorim, el mayor productor mundial de corcho, con sede en Santa María de Lamas, Portugal.
La historia de cómo Nomacorc y otras empresas nuevas quebraron siglos de monopolio del corcho es una lección de la forma en que la innovación, la elección del momento justo y tácticas agresivas se combinaron para explotar un hueco en un mercado antes impenetrable.
A fines del siglo XVII, el corcho fue adaptado por primera vez para cerrar botellas de vino espumante por un monje benedictino francés llamado Dom Perignon. Durante los cuatro siglos siguientes, el corcho se consideró el mejor sellador: su estructura celular facilita la compresión en el cuello de una botella, donde se expande para formar un sello ajustado. El vino también puede "respirar" por la porosidad del corcho. Un sellador que aprisione el aire en una botella puede dañar el vino y es un factor que limitó el uso de plásticos y tapones de rosca en el pasado.
El corcho se extrae de la corteza de los árboles de roble, siempre a mano por trabajadores que usan hachas diseñadas para cortar la corteza sin dañar las capas más profundas del árbol. Puede llevar dos décadas para que un árbol envejezca lo suficiente como para extraer corcho por primera vez y el ciclo se produce cada nueve o diez años.
Pese a requerir mucho trabajo, el corcho sigue siendo efectivo en costos. Los más baratos van desde los 2 centavos de euro hasta 1,5euros para los usados por los vinos más exclusivos.
Aunque se sabía desde hace tiempo que el corcho a veces podía arruinar el sabor del vino, el problema no se comprendió bien hasta la década de 1980. Entonces, los químicos finalmente identificaron la principal causa de la contaminación del corcho: un poderoso químico que puede colarse en el vino a través de corchos, barriles o trozos de madera contaminados, y hacer que el vino que contienen las botellas sea intomable.
Era lo que necesitaba Noel, un inmigrante belga en Estados Unidos que en 1998 comenzó a fabricar lo que llama "corcos", según dice en parte para evitar demandas de productores de corchos, en su fábrica de plásticos de Carolina del Norte. La nueva firma, Nomacorc, luego construyó una fábrica automatizada que produce unos 157 millones de selladores plásticos por mes.
La compañía despegó gracias a que las vinerías, desesperadas por encontrar un cierre que no contaminara el vino, compraron su producto. Ahora Nomacorc tiene plantas en tres continentes, que producen 2.000 millones de corchos al año.
Los corchos de plástico se habían probado anteriormente, pero eran rechazados porque estaban hechos de plástico sólido, que puede ser difícil de insertar y extraer y dejar huecos en los bordes que pueden causar filtraciones.
La innovación de Noel fue fabricar corchos con dos tipos de plástico, con un interior firme y un exterior esponjoso. Los nuevos corchos se sentían como los corchos naturales y eran más fáciles de sacar con un sacacorchos. "Cambiamos la forma en que los viticultores piensan sobre producir y sellar vino", dice Noel.
A medida que se multiplicaron las empresas que fabricaban estos corchos plásticos y el producto adquirió participación de mercado, los fabricantes de corchos naturales comenzaron a dar pelea con campañas publicitarias que apuntan a descalificar el plástico y resaltar las virtudes del producto natural.