por admin » Mar May 18, 2010 7:39 am
La gran promesa del gas de esquisto
Enormes hallazgos podrían sacudir a los mercados globales de energía y retrasar el cambio hacia alternativas renovables
Por Amy Myers Jaffe
Justo debajo de nuestros pies se está gestando una revolución energética.
En los últimos 10 años, una oleada de perforaciones alrededor del mundo ha revelado gigantescas reservas de gas natural en una roca sedimentaria conocida como esquisto o pizarra. Según algunas estimaciones, tan sólo en Norteamérica hay 28,3 billones (millones de millones) de metros cúbicos recuperables de gas de esquisto, suficiente para cubrir las necesidades de gas natural de Estados Unidos durante 45 años. Europa podría tener 5,66 billones de metros cúbicos.
He estado estudiando los mercados de energía durante 30 años, y estoy convencida de que el gas de esquisto revolucionará la industria —y cambiará el mundo— en las próximas décadas. Impedirá la aparición de nuevos carteles, alterará la geopolítica y desacelerará la transición a las energías renovables.
Es cierto que hay muchos (incluyendo el primer ministro ruso, Vladimir Putin, y analistas de Wall Street) que no están convencidos de que el gas de esquisto tenga el potencial de revolucionar el mundo de la energía. Sus argumentos giran en torno a dos puntos: su exploración es demasiado cara y conlleva riegos medioambientales.
.Yo sostengo que están equivocados en ambos temas.
Primero hablemos de los costos. En la última década, las nuevas técnicas han reducido el precio de producción del gas de esquisto de US$5 por millón de unidades térmicas británicas (UTB) en los años 90 a US$3 actualmente. Muy probablemente, la entrada de importantes compañías petroleras reduciría aún más los precios. Si necesitan que el gas de esquisto baje a US$2, estoy dispuesta a apostar a que pueden hacerlo en los próximos cinco años.
En cuanto a los riesgos medioambientales, los detractores tienen cierta razón: ellos afirman que la perforación representa un riesgo de contaminación para el agua en la superficie, aunque el gas pizarra se encuentra generalmente a cientos o miles de metros por debajo de la capa freática, la primera capa de agua subterránea que se halla al perforar el suelo. Alegan que si se rompe una tubería de revestimiento, los líquidos de la perforación podrían filtrarse en los acuíferos.
Los críticos exageran los peligros. En la perforación en tierra firme, donde se encuentran la mayoría de los depósitos de gas pizarra, las tuberías se han usado durante décadas con un buen rendimiento. Pero sí puede haber contaminación del agua si no se desechan apropiadamente los fluidos de la perforación. Por lo tanto, se deben endurecer las regulaciones y hacer que se cumplan para mejorar la seguridad. Las nuevas reglas implicarían un aumento de los costos pero, dada la abundancia de oferta, los productores podrían probablemente absorber el impacto. Algunos ya están usando fluidos de perforación no contaminantes.
Los escépticos también están obviando dos temas mucho más relevantes. Primero, ignoran la historia: las reservas y la producción de nuevos recursos de energía tienden a incrementarse con el paso del tiempo, no a menguar. Segundo, tampoco tienen en cuenta lo rápido que puede cambiar la opinión pública. Los países pueden cambiar de parecer de la noche a la mañana y adoptar una fuente de energía más barata, dejando de lado sus dudas políticas o medioambientales. Esto ya ha ocurrido antes, con la rápida proliferación de terminales de gas natural licuado en los últimos años.
En pocas palabras, los escépticos están pasando por alto la visión más amplia, la más probable en mi opinión.
Uno de los principales beneficios de la fiebre del gas de esquisto será conceder a los consumidores occidentales y chinos un suministro de combustible en su propia casa, frustrando la creación de un posible cartel de gas natural. Recuerden: antes del descubrimiento de este gas, se esperaban grandes caídas en la producción de gas en EE.UU., Canadá y el Mar del Norte. Este hecho suponía una mayor dependencia de los suministros internacionales, en un momento en el que aumentaba la importancia del gas natural como fuente de energía.
Lo más preocupante era que la mayoría de estos suministros de gas se encontraba en regiones inestables. En particular, dos países controlaban la oferta: Rusia e Irán. Antes de los hallazgos de gas pizarra, los mercados pronosticaban que ambos países contarían con la mitad de los recursos mundiales de gas conocidos.
Creo que ya nos podemos olvidar de todo eso. El gas pizarra propiciará la competencia entre las empresas energéticas y los países exportadores y desbaratará los planes de las petroleras de intentar ganar poder a nuestra costa. La competencia de mercado es la mejor kryptonita para el poder de los carteles.
Sin embargo, las repercusiones políticas del gas de esquisto harán mucho más que ahogar a los carteles de gas natural. Desorientarán a la política mundial, poniendo en su sitio a algunos alborotadores de toda la vida y posiblemente llevando a algunos rivales al redil occidental.
No se puede olvidar que, a medida que creció su influencia como productores de energía, países como Rusia, Venezuela e Irán tuvieron más éxito en resistirse mejor a las intromisiones de Occidente en sus asuntos y en exportar sus ideologías y planes estratégicos mediante acuerdos vinculados a la energía y amenazas de recortes de suministro.
En 2006 y 2007, las disputas con Ucrania llevaron a Rusia a suspender los suministros, dejando sin combustible a clientes en Kiev y Europa Occidental por poco tiempo en mitad del invierno. La medida provocó un cambio político interno en Ucrania: el país se alejó del candidato pro-OTAN y antimoscovita y se acercó a una coalición más del gusto de Moscú.
Parecía como si EE.UU. y Europa verían como se eclipsaba su poder global al tener que doblegarse ante sus proveedores de energía. Pero el gas de esquisto va a dejar sin efecto la diplomacia energética de las "petronaciones". Los países consumidores en Europa y Asia podrán recurrir a las grandes petroleras estadounidenses y a su propio esquisto para conseguir gas natural barato, y podrán decirles a los Chávez y los Putin del mundo dónde poner sus reservas: de vuelta en el suelo.
Europa, por ejemplo, recibe de Rusia 25% de su gas natural a través de gasoductos. Se estima que los recursos de gas de esquisto se extienden a países como Polonia, Rumania, Suecia, Austria, Alemania y Ucrania. Una vez se venda el gas pizarra europeo, será difícil para el Kremlin usar sus exportaciones de energía como palanca política.
También defendería que una mayor producción de gas de esquisto en Europa haría más difícil que Irán se beneficiara de la exportación de gas natural. En la actualidad, Irán se encuentra castrado por las sanciones de países occidentales contra las inversiones en su sector de energía, y para cuando logre tener listo su gas natural para exportar, la puerta de las ventas a Europa quedará probablemente cerrada por la disponibilidad de gas pizarra a bajos precios.
Y eso puede llevar a Teherán a bajar el tono de sus esfuerzos nucleares. Si Irán no puede vender su gas en Europa, ¿qué opciones tiene? Gasoductos para el subcontinente indio serían muy complicados y los mercados de gas natural licuado están llenos de productores de menor costo. En general, el Oriente Medio podría quedar un poco más pobre a medida que el gas gana terreno en el mercado de energía. Si la caída de los ingresos es lo suficientemente grave, eso podría traer inestabilidad.
El desarrollo del gas de esquisto también podría representar cambios para China, que se ha visto obligada a acudir a países conflictivos como Irán, Sudán y Birmania para cubrir su necesidad de energía. Eso ha complicado los esfuerzos de Occidente por promover políticas globales para afrontar los problemas que causan estos países. Pero si pudiera acceder a una nueva fuente de gas natural en su propio territorio, China podría evitar las importaciones, y las naciones problemáticas que las producen.
Cuanto menos vulnerable sea China al gas y el petróleo importado, más probable sería respaldar sanciones u otras medidas contra los países petroleros con problemas de derechos humanos o políticas agresivas.
Incluso si hay gas natural barato y abundante, las perspectivas para la energía renovable cambiarán de forma drástica. Yo he sido de las que creían que a la energía renovable le llegaría pronto su momento de gloria. Pero los hallazgos de esquisto complican el tema, ya que hacen más difícil que las energías eólica, solar, de biomasa y nuclear puedan competir en el terreno económico. Los subsidios que hacen a las fuentes renovables competitivas se encarecerían con el gas pizarra, al igual que los préstamos y los incentivos para construir nuevas plantas nucleares.
El gas de esquisto también pone en duda el argumento de la independencia energética que favorece las energías renovables, ya que también es producido localmente, al igual que la energía solar y la eólica, por lo que no estaríamos enviando esos dólares al Medio Oriente. Pero esto no quiere decir que deberíamos dejar de invertir en energía renovable. Entonces, ¿qué deberíamos hacer?
Primero, evitar el deseo repentino de proteger a los estados productores de carbón y dejar que el gas natural —más barato— desplace al carbón, que representa alrededor de la mitad de toda la energía generada en EE.UU.
Además, creo que aún necesitamos invertir en energía renovable, pero con inteligencia. Las regiones ricas en esos recursos deberían mantener requisitos que exigen la generación de un determinado porcentaje de electricidad con fuentes alternativas. Sin embargo, no creo que deberíamos fijar requisitos nacionales, que serían prohibitivamente caros en estados sin abundantes recursos renovables.
—Jaffe es directora de estudios de energía del Instituto James A. Baker III de Políticas Públicas en la Universidad de Rice y coautora de 'Oil Dollars, Debt and Crisis: The Global Curse of Black Gold' (algo como 'Dólares petroleros, deuda y crisis: la maldición global del oro negro').