por admin » Mar Abr 12, 2011 7:53 am
Buenas y malas noticias
Autor: Jaime Bayly
Es una mala noticia que el señor Humala (que no renunció al Ejército golpista cuando el señor Fujimori perpetró el golpe del 92, que apoyó desde Seúl el golpe fallido de su hermano Antauro contra el entonces presidente Toledo, emboscada que dejó varios policías muertos) haya obtenido más del 30 por ciento en las elecciones presidenciales de ayer.
Es una buena noticia que la señora Keiko Fujimori (que tenía 16 años cuando su padre dio el golpe del 92, que por consiguiente no puede ser responsable de los desmanes autoritarios del gobierno de su padre, que en el segundo gobierno de su padre hizo todo cuanto pudo para que despidieran al bribón de Montesinos, que se quedó valientemente en el Perú cuando su padre renunció y fugó de un modo deshonroso) haya obtenido un claro e inobjetable segundo lugar en las elecciones de ayer, con un porcentaje que sobrepasa el 23 por ciento de los votos.
Es una alentadora noticia que un candidato inteligente, moderno, de probado éxito personal como el señor Kuczynski haya quedado tercero, con más del 19 por ciento de los votos.
Es una gratificante noticia que el canalla envanecido de Toledo, que en algún momento decía en tono fanfarrón que ganaría en la primera vuelta, haya sido humillado por el pueblo, quedando relegado, con apenas 15 por ciento, a un vergonzoso cuarto lugar, a pesar del apoyo de Mario Vargas Llosa, quien parece tener más influencia entre los suecos que entre los peruanos.
Es una deliciosa y espléndida noticia que el señor Castañeda, un sujeto tan obtuso como prepotente, que se cree el inventor de la escalera y que causó un masivo daño cerebral con sus camisas amarillas y su discurso chocarrero, haya sido incapaz de llegar al 10 por ciento de la votación de ayer.
Es una estupenda noticia que el partido en el gobierno, esa secta o cofradía de pillos, adulones y trepadores, haya sufrido una debacle histórica, siendo reducido a escombros, con apenas 4 congresistas de los 130 elegidos ayer.
Es una orgásmica noticia que el partido del señor Barba sea ahora una morgue o funeraria porque no pasó la valla electoral. El Cambio Radical fue, en efecto, radical: lo que era un partido político familiar es ahora un velatorio desolado. Mis condolencias.
No es para nada seguro que la señora Fujimori será capaz de prevalecer sobre el señor Humala en la segunda vuelta.
Pero, en mi opinión, era bastante seguro que el señor Kuczynski, renuente a renunciar a su nacionalidad estadounidense, con una escuálida votación en la mayoría de las provincias, que ha quedado tercero gracias al voto educado y moderno de Lima, hubiera sido incapaz de derrotar al señor Humala en segunda vuelta.
Por eso apoyé a Keiko Fujimori y fui a votar por ella ayer en Miami Beach (no pude hacerlo porque la mesa estaba cerrada).
Creo que la segunda vuelta será muy reñida y quien resulte ganador lo será por un margen muy estrecho.
Mi pronóstico (o mi deseo) es que al final ganará Keiko sobre Humala.
Baso mi pronóstico en los siguientes cálculos: 1) Creo que 7 u 8 de cada 10 votantes de Kuczynski (sobre todo los de Lima) votarán sin dudarlo por la señora Fujimori y muy pocos de quienes han votado por el señor Kuczynski lo harán por el señor Humala; 2) Creo que los votos de Toledo se dividirán a partes iguales entre Humala y Keiko; 3) Creo que los votos de Castañeda se dividirán a partes iguales entre Keiko y Humala; 4) Creo que los votos apristas, no siendo muchos, irán consistentemente hacia la señora Fujimori.
Es decir, el fiel de la balanza parecería ahora el señor Kuczynski, y dado que la mayor parte de sus votos proviene de la Lima moderna y bien informada, es razonable suponer que esas personas probablemente votarán por la señora Fujimori para evitar un triunfo del señor Humala.
Ya se sabe que en la segunda vuelta no gana el que más entusiasmo despierta, sino el que menos temor inspira.
Dicho esto, y sabiendo como sabemos que los peruanos somos políticamente impredecibles, creo que si el señor Humala neutraliza el miedo con un discurso moderado, y si consigue instalar el argumento de que un triunfo de la señora Fujimori sería un virtual regreso a la dictadura de su padre, no es improbable que sea Humala quien finalmente gane.
Como es obvio, si la señora Fujimori quiere ganar, tiene que seducir cautelosamente a los votantes de Kuczynski, Toledo y Castañeda. Cuando escribo “cautelosamente”, pienso que la señora Fujimori debe evitar sellar pactos o alianzas formales con esos tres candidatos. Ante todo, debe evitar la peligrosa fotografía que dé la impresión de que toda la clase política se une, desesperada, contra el insurgente señor Humala.
Pero si yo estuviera en los zapatos de la señora Fujimori, anunciaría ya mismo que, en caso de ganar, el primer ministro de mi gobierno será el señor Kuczynski. (Si me apuran diría: “Soy genéticamente hija de Alberto Fujimori, pero políticamente me considero hija de Pedro Pablo Kuczynski”). También anunciaría que el señor Castañeda será ministro de Transportes o de la Producción o de lo que quiera o ministro de Las Escaleras Infinitas.
En otras palabras, si la señora Fujimori dice de un modo claro y enfático “Si yo gano, no gobernará mi padre, sino gobernaremos PPK y yo”, sus probabilidades de ganar se multiplicarán, puesto que los votantes de PPK son, en esencia, alérgicos al señor Humala y, por consiguiente, fácilmente migrantes del entusiasmo por PPK a las simpatías por la mera K.
Siendo francamente abusivo atribuirle a la señora Fujimori los errores del gobierno de su padre, y siendo francamente grotesco suponer que un gobierno de la señora Fujimori sería tan autoritario y corrupto como el de su padre, queda por ver qué harán ahora los señores Kuczynski, Toledo y Castañeda. Lo inteligente y realista es aceptar que la señora Fujimori no es responsable de los errores o los delitos que cometió su padre, que si ella llegase al gobierno tendría la obligación moral de demostrar que el suyo será un gobierno democrático y honrado, a diferencia del de su padre, y que un triunfo del señor Humala pondría al Perú en el camino de Venezuela o Ecuador, mientras que una victoria de la señora Fujimori lo mantendría en la senda próspera de Chile.
Así las cosas, celebro que el 23 por ciento de los peruanos hayan votado ayer por la señora Fujimori, me alivia considerablemente que el señor Kuczynski por lo visto no haya quedado segundo (porque, en tal caso, creo que la victoria de Humala en la ronda final habría sido segura) y aplaudo el buen juicio de quienes castigaron con su voto al arrogante y falsete señor Toledo y al poco iluminado señor Castañeda, que ahora ya sabe que las escaleras que construyes son a veces las mismas por las que el pueblo te lleva, pasito a paso, para abajo.
Me divierte en extremo pensar qué harán ahora los señores Toledo y su padrino, el señor Vargas Llosa. No dudo de que los señores Kuczynski y Castañeda darán claras señales de apoyo a la señora Fujimori, lo mismo que seguramente harán las diezmadas huestes apristas (ahora reunidas en algún asilo de huérfanos en la clandestinidad). Pero, sabiendo como sabemos que los señores Toledo y Vargas Llosa aman tanto a la democracia como odian a la familia Fujimori en pleno, bien puede ocurrir que el señor Vargas Llosa y su entenado Toledo terminen apoyando, “en aras de la democracia”, al señor Humala, lo que confirmaría que Dios es un comediante y que en ningún caso es peruano.