por admin » Sab May 28, 2011 5:53 am
La historia jamás contada de una extraña insurreción
Casi nadie parece asombrarse por el hecho que dos hitos golpistas marquen la vida pública del comandante EP (r) Ollanta Humala Tasso, ahora candidato a la presidencia de nuestro país. El primero ocurrido el 29 de octubre del 2000 en el Fuerte Arica de la localidad de Locumba, Moquegua, día en que –coincidentemente– fugaba del Perú el ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos.
El segundo el 1 de enero del 2005 cuando desde Corea del Sur respaldó sin tapujos la asonada militar impulsada por su hermano Antauro en Adahuaylas, la misma que le costara la vida a cuatros valerosos policías.
Luego de ello, Humala no ha hecho nada notable que justifique verlo casi a punto de ceñirse la banda presidencial. Sin embargo, estos dos acontecimientos tienen en común cosas extrañas, personajes claves, tiempos medidos y consecuencias políticas de enorme impacto en la vida nacional. Especialmente el llamado “andahuaylazo” cuyos detalles poco o casi nada saben muchos compatriotas.
EXPRESO ha compilado información muy valiosa, extraordinaria y sorprendente que permite constatar el extraño lazo entre el intento de golpe castrense de los Humala y las circunstancias políticas que vivía en ese entonces el presidente Alejandro Toledo.
Información que abre un abanico de interpretaciones respecto a cómo se comportó el jefe del cuartel militar cercano a los hechos, se negoció el saldo de cuatro vidas, la prisión de Antauro y sus compinches, y la habilitación de Ollanta para hacer carrera política hasta Palacio de Gobierno. Hoy ya lo sabemos, con la complacencia de Toledo Manrique.
El armamento
Mucha agua ha pasado desde aquel 1 de enero del 2005 en que se dijo que eran insurgentes, peruanos animosos por limpiar el país de la corrupción, incluso los llamó un sector de la prensa “peruanos comprometidos ante la bancarrota moral del país”.
Lo cierto es que el Andahuaylazo no fue un hecho fortuito. Fue un ensayo estudiado por los integrantes del etnocacerismo teniendo como puntales a los hermanos Ollanta y Antauro Humala Tasso.
Esto se desprende de las manifestaciones de dos personas que sufrieron los embates de las hordas humalistas. Se trata del teniente PNP Larry Cesareo Fernández Purisaca que ese 1 de enero del 2005 a las cuatro de la mañana descansaba en la comisaria de Andahuaylas con el resto de sus compañeros.
Cuenta Fernández Cesareo que en medio de la madrugada fueron atacados por sorpresa tras romper una de las puertas tapeadas de la estación policial y que en pocos segundos se vio atacado por un grupo de ocho personas uniformadas con ropa de camuflaje y polos negros. Además de las palabras soeces, le apuntaban con pistolas y otros con fals y puñales de 35 centímetros. “Ellos siempre nos decían que nos iban a matar. Lo único que querían era que les dijera dónde se encontraba el armamento”, declaró en su manifestación el oficial de la PNP a los fiscales encargados de las indagatorias sobre el Andahuaylazo.
Reconoce a Antauro
Después de ser desarmados y sacados con pocas prendas de la comisaría, varios de sus compañeros fueron reducidos y puestos frente a la estación policial. Ahí divisa entre los cabecillas al ex mayor del ejército Antauro Humala, quien con otro sujeto, su segundo en el mando llamado “El Paiche” y otro de apellido Ramos conocido como “El Capitán”, los sometieron durante tres días y medio a constantes maltratos psicológicos, a cada momento eran amenazados de muerte y llamándolos siempre “perros miserables” y advirtiéndoles que si mataban a uno de ellos morirían todos los rehenes.
“No permitían ir a los servicios higiénicos, dejándonos un balde donde hacíamos nuestras necesidades fisiológicas. Tres de ellos estaban armados con fusiles AKM apuntándonos… de la comida que recibíamos de nuestros familiares de dos porciones una se quedaban ellos y la otra era revisada con los dedos sin ninguna higiene…”, contaba a las autoridades el teniente PNP.
¿Y los puneños?
Revisando de palmo a palmo las manifestaciones de varios de los testigos del ataque a la comisaría de Andahuaylas sobresale la respuesta que da justamente el teniente PNP Larry Fernández. Dice que Antauro Humala era sin duda el que comandaba el grupo de asalto y que siempre estaba pendiente en las noches de un grupo al que llamaba los puneños así como de los que tenían FAL que vayan a cubrir los techos. Luego agregó que estos llamados puneños eran de Ilave y les advirtieron a los liberados que se cuidaran de ellos.
Otro dato que no se puede pasar por alto es que el 3 de enero del 2005, dos días después de la asonada, Humala tras reunirse con el entonces congresista Michelle Martínez entró a la habitación de los rehenes y dijo que ya le había devuelto el FAL y la pistola al comandante EP Freddy Berrocal Guevara (actualmente es coronel EP), jefe del Cuartel “Los Chancas” para que “no lo caguen porque era su promoción”.
“Que se vaya Toledo”
Si había algunas dudas de la posición antidemocrática de los Humala Tasso, esta queda comprobada con las afirmaciones del oficial Fernández Cesareo que dijo haber escuchado la voz de Antauro llamado también “el compatriota” que constantemente gritaba en el patio de la comisaria “que se vaya Toledo… un gobierno hambreador”, entre otras cosas.
Sobre la pregunta directa del fiscal si había oído de que los mandos humalistas realizarían otros actos como el Andahuaylazo en otras comisarías, el oficial de la PNP declaró que los dos capitanes “Paiche” y “Ramos” además de otros que no pudo identificar al igual que el propio Antauro Humala Tasso decían que si este asalto fracasaba lo volverían a hacer en otros lugares no indicando lugares ni comisarías.
“Si acá nos atacan morimos todos”
La posibilidad del rescate siempre produjo un cisma en la personalidad de Antauro Humala, pero no por ello se detenía, al contrario, decía cosas como esta. “Si acá nos atacan morimos todos, los que tienen familia vistan de civil y dejen sus armas y se van y si nos atacan disparen a matar”.
Sobre las expresiones de Humala Tasso tras conocerse que habían sido asesinados cuatro policías, el “compatriota” decía suelto de huesos que “habían muerto por cojudos” ya que tenía sus tirados selectos y que había muerto “un muchachito mío”.
No estaban borrachos
La primera noticia que se tuvo de la asonada era que Humala Tasso aprovechó de que varios de los policías estaban borrachos y por ello no hizo ni un tiro para tomar la comisaría de Andahuaylas. Esa versión se cayó con lo dicho por Fernández Cesareo. “El 3 de enero el mayor PNP Miguel Canga le increpó a Antauro Humala sobre su versión de que cuando habían incursionado a la comisaría los policías estaban borrachos, a fin de que se retractara frente a la opinión pública, habiendo aceptado hacerlo”.
Extraño ataque
Si hasta aquí creen que no hay más destapes, se equivocan. El siguiente testimonio del suboficial de primera PNP Víctor Iván Mamani Bonifacio es más dramático y espeluznante. Sí bien es cierto no estuvo en la comisaría al momento del ataque humalista, si estaba pernoctando en la otra comisaría cercana llamada de San Jerónimo.
A las 4 de la mañana ese 1 de enero fue alertado del ataque a la comisaría de Andahuaylas por el comandante de guardia PNP Benites Altamirano, Aurelio, que le dice que habían sido atacados por delincuentes comunes y que se llevaron las armas rumbo al barrio de Curibamba en un auto de color blanco. Por ello salió con su compañero SOT 3 PNP Chipa Aquino, Juan, en una camioneta. Al cabo de unos minutos fueron emboscados por 60 u 80 uniformados del Ejército que les dispararon a quemarropa por diferentes flancos. Los rodearon y fueron reducidos y golpeados hasta perder el conocimiento. Luego, cuenta, despertó en una camioneta de radiopatrulla donde era apuntado por dos uniformados y desprovisto de su arma de reglamento y cacerinas. Cuando lo trasladaban a una cuadra del cuartel EP “Los Chancas” se detuvieron para saber si “el ejército se había alertado”.
Huyó, lo hirieron y apresaron
Desde aquí para adelante lo que vivió el SO1 PNP Víctor Mamani Bonifacio es casi una película de terror, pues huyó cuando quienes los vigilaban bajaron la guardia. En medio de la madrugada le dispararon siendo herido en una de sus piernas cuando nadaba en el río Chumbao huyendo de su captores hasta que llego a una chacra.
Salió nuevamente a la carretera y tomó un taxi rumbo a su comisaría y es detenido por un auto oscuro. Mamani Bonifacio se identifica como miembro de la policía y quien lo interviene y escucha su alucinante historia es el comandante del Ejército y jefe del Cuartel EP “Los Chancas” prometiéndole que lo iba a ayudar con una dotación de soldados. Segundos después aparece el mismo oficial acompañado de otros soldados armados con fusil. Es ahí cuando lo apuntan y le ordenan que deje su arma de reglamento y que ingrese al cuartel. Pese a que habían uniformados que lo conocían el comandante hizo caso omiso y ordenó a un capitán EP que lo metiera al calabozo. Entre los uniformados corría el rumor que a ese comandante le habían arrebatado su FAL. Ya a las 6.30 am lo soltaron a Mamani Bonifacio cuando se hizo presente en el referido cuartel el capitán PNP Ete Waldo Flores devolviéndole su armamento AKM.
Surgen para usted amigo lector muchas interrogantes. Más allá del extraño proceder del comandante y jefe del cuartel “Los Chancas” y la emboscada de 80 uniformados, la razón por la que se han ocultado estos hechos no es para la anécdota, es más bien, para la preocupación de las autoridades y la población. Un país jamás será libre si no conoce al detalle los hechos que como este, marcaron un hito nefasto en la historia del Perú, más aún, cuando uno de sus personajes principales se presenta ahora como una de las cartas para ascender a la presidencia de la república. Atentos, debemos estar.