por admin » Jue Jun 09, 2011 6:00 am
En EE.UU., los delitos caen con la economía
Contrario a la idea general, la recesión no produjo más crímenes; un cambio cultural parece explicar la desconexión
Por JAMES Q. WILSON
Cuando el FBI anunció hace poco que los delitos violentos en Estados Unidos habían alcanzado en 2010 al punto más bajo en 40 años, muchos criminólogos quedaron perplejos. Desde el punto de vista económico había sido un año nefasto, y la opinión predominante —difundida durante décadas por los medios de comunicación— es que el desempleo y la pobreza están estrechamente vinculados a la delincuencia. La explicación es simple: cuando hay menos trabajo legal disponible, aumenta el "trabajo" ilegal.
El economista Gary Becker, premio Nobel de la Universidad de Chicago, expresó su clásica formulación en la década de 1960. Sostuvo que el delito es un acto racional, cometido cuando la "utilidad esperada" por el delincuente supera a la de usar su tiempo y otros recursos en la búsqueda de actividades alternativas, como el ocio o el trabajo legítimo. La observación parece confirmar la teoría. Después de todo, los barrios con elevados índices de delincuencia tienden a ser aquellos donde también son altos la pobreza y el desempleo.
Un alto nivel de encarcelamiento es también citado como razón para la reducción de las actividades ilegales.
.Pero durante mucho tiempo, ha habido dificultades con la noción acerca de que el desempleo provoca la delincuencia. Por un lado, la década de 1960, un período de crecimiento delictivo en EE.UU., se registró casi la misma tasa de desempleo que a fines de 1990 y principios de 2000, un período en el que la delincuencia se redujo. Y durante la Gran Depresión, cuando el desempleo ascendió a 25%, la tasa de delincuencia se redujo en muchas ciudades. Entre las explicaciones ofrecidas para este rompecabezas está la que señala que el desempleo y la pobreza eran tan comunes en ese tiempo que las familias se volvieron más unidas, se dieron apoyo mutuo y se mantuvo a los jóvenes bajo la supervisión de adultos, dado que podrían tener mayor propensión a conductas delictivas. En la actualidad, y dado que muchas familias son más débiles y los hijos más independientes, eso no tendría el mismo efecto.
Sin embargo, no fue lo que ocurrió cuando estalló la reciente recesión. A medida que la tasa de desempleo en EE.UU. se duplicaba, de 5% a casi 10%, la tasa de delitos contra la propiedad, lejos de aumentar, se redujo significativamente. Para 2009, el FBI reportó una caída de 8% en el índice de robos en todo EE.UU. y una reducción de 17% en la tasa de robos de automóviles en relación con el año anterior. Informes de grandes ciudades muestran cifras similares. Entre 2008 y 2010, la ciudad de Nueva York experimentó un descenso de 4% en el índice de hurtos y una caída de 10% en la tasa de robos de casas. Boston, Chicago y Los Ángeles registraron un declive similar.
Algunos estudiosos sostienen que la tasa de desempleo es insuficiente como medida de frustración económica para probar la relación entre el desempleo y la delincuencia, ya que solo calcula el porcentaje de la fuerza laboral que busca empleo y que no lo ha encontrado. En tanto, otros indicadores económicos dicen mucho más. La tasa de participación en la fuerza de trabajo nos permite determinar el porcentaje de personas que no trabaja ni busca empleo, aquellos que, en efecto, no forman parte de la fuerza laboral. Tales personas deberían estar especialmente vulnerables a las inclinaciones delictivas, si es que se mantiene la teoría de que la mala economía conduce a la delincuencia. Sin embargo, en 2008, incluso cuando las tasas de delincuencia seguían bajando, apenas la mitad de los estadounidenses entre 16 y 24 años (el grupo más propenso a delinquir) estaba en la fuerza laboral.
El índice de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan ofrece otra forma de evaluar el vínculo entre la economía y la delincuencia. Tal medición se basa en miles de entrevistas donde se pregunta a la gente cómo ha cambiado su situación financiera en el último año, cómo creen que cambiará durante el próximo año y sobre sus planes de compra de bienes duraderos. El índice mide lo que siente la gente, en lugar de las condiciones efectivas que enfrentan, y ha demostrado ser un muy buen indicador del comportamiento del mercado de valores y, por un tiempo, de la tasa de delincuencia, que tiende a subir cuando la gente pierde la confianza. Cuando el índice colapsó en 2009 y 2010, el mercado bursátil cayó, como se esperaba, pero esta vez la delincuencia también descendió.
Así que tenemos pocas razones para atribuir la disminución de la delincuencia al empleo, al mercado laboral o la confianza del consumidor. La pregunta entonces se mantiene: ¿Por qué está bajando la tasa de delincuencia?
Una respuesta obvia es que hay muchas más personas en prisión que en el pasado. Los expertos difieren sobre la magnitud del efecto, pero pienso que William Spelman y Steven Levitt tienen razón en la creencia de que un número mayor de encarcelamientos puede explicar cerca de una cuarta parte o más de la disminución del delito. Cuando los prisioneros están fuera de las calles, no pueden atacar a la población civil.
Otra posible razón que explica la disminución de la delincuencia es que las potenciales víctimas ahora se protegen mejor a sí mismas, al equipar sus casas con alarmas antirrobos, al colocar seguros adicionales a sus autos o al mudarse a edificios o vecindarios más seguros. Sin embargo, solo tenemos una idea muy débil acerca de cuál es el impacto que estas tendencias pueden tener sobre la delincuencia.
Al mismo tiempo, el control policial se ha disciplinado en las últimas dos décadas; en estos días tiende a conducirse por un deseo de reducir el delito, antes que maximizar los arrestos. Una de las innovaciones más importantes es lo que se llama control policial de puntos clave. La mayoría de los delitos tienden a ocurrir en los mismos lugares. Con recursos policiales activos allí puede reducirse el delito, en lugar de decir a los oficiales que circulen esperando a una llamada del 911.
También pueden existir razones médicas para la reducción del delito. Por décadas, los médicos han sabido que los niños con plomo en su sangre tienden a ser más agresivos, violentos y a delinquir más. Las pruebas han demostrado que la cantidad de plomo en la sangre de los estadounidenses se ha reducido en 80% entre 1975 y 1991.
Otro cambio que probablemente ha contribuido a reducir la delincuencia es la disminución del alto consumo de cocaína en muchos estados. Medir el uso de la cocaína no es fácil; uno tiene que inferirlo a partir de entrevistas o de las tasa de ingreso a hospitales.
La tasa de delincuencia afroamericana (el núcleo del problema de la delincuencia de EE.UU.) también ha disminuido, probablemente debido a los mismos factores.
En el fondo, muchos de estos cambios, en conjunto, sugieren que la delincuencia en EE.UU. está disminuyendo debido a una gran mejora en la cultura. El argumento cultural puede parecerle muy vago a algunos, pero los escritores se han apoyado en este argumento en el pasado para explicar tanto la reducción de la delincuencia de la Gran Depresión (la gente tomó en serio el autocontrol) como la explosión de la delincuencia (la autoexpresión fue prevalente) en los años sesenta.
Sin embargo, la cultura crea un problema para los científicos sociales como yo. No sabemos cómo estudiar la cultura de una manera que produzca cifras duras y puras y teorías comprobables. Pero podemos tener un poco de consuelo en que reflexionar sobre las probables causas de la disminución de la delincuencia sea aún más importante que medirlas con precisión.
—James Q. Wilson es investigador del
Boston College y autor de 'Thinking About Crime'. Este ensayo es una adaptación del próximo número de 'City Journal', una revista de política urbana.