El auge de los 'commodities' acaba con la era de los subsidios en EE.UU
Por SCOTT KILMAN en Shelbyville, Illinoise
Ryan C. Henriksen para The Wall Street Journal
Una granja de maíz en Strasburg, Illinois.
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Se respira un aire de prosperidad en este tranquilo pueblo agrícola del Medio Oeste de Estados Unidos.
Los precios de las propiedades están al alza al igual que los depósitos en el banco local, debido a que los altos precios del maíz y la soya le están haciendo ganar más dinero a los agricultores. En Sloan Implement, que vende tractores John Deere, "este año podría ser el mejor de nuestra historia", dice su presidente ejecutivo, Tom Sloan.
Una excepción a este auge es la oficina local del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA, por sus siglas en inglés), encargada de distribuir los subsidios federales a los agricultores que se benefician de una amplia gama de programas. Hace unos días, apenas había autos estacionados frente al edificio público, detrás de un restaurante chino.
La razón es que se ha frenado el pago de los subsidios al sector agrícola, que se remontaban a 1930. El alto precio de los granos no justifica ninguna ayuda estatal bajo la fórmula de "respaldo de precio" del programa. En otras palabras, el mercado ha logrado lo que la política no pudo: acabar con los subsidios agrícolas.
A pesar de que estos pagos siempre han fluctuado de acuerdo con los precios de las materias primas, muchos economistas creen que lo que pasa ahora es diferente. Un alza sostenida en el valor de las cosechas está creando una posibilidad real de que los productores ya no tengan derecho a recibir este subsidio básico.
Siguen vigentes otros tipos de ayudas porque no están vinculadas a la cotización del mercado. Pero la escalada de los precios está socavando el apoyo político a estos programas, especialmente en un momento en que la Casa Blanca y el Congreso debaten para llegar a un acuerdo sobre el límite de endeudamiento de EE.UU.
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Los pagos del gobierno a los agricultores se han reducido a US$11.000 millones al año —la mitad de hace seis años— y todavía podrían encogerse otra mitad si Washington sigue adelante con su plan de eliminar otro tipo de subvención al sector que le cuesta al gobierno unos US$5.000 millones por año. "Los subsidios se están evaporando", dijo J. Mark Welch, un economista de la Universidad Texas A&M.
Muchos detractores llevan años criticando las ayudas agrícolas, al considerarlas obsoletas y una pérdida de dinero. Fueron creados para combatir la pobreza rural durante la Depresión, cuando una cuarta parte de los estadounidenses vivía en el campo. Desde entonces, el gobierno ha inyectado en torno a US$760.000 millones en esos programas. Hoy, menos de un 1% de la población es agrícola. El típico granjero trabaja más hectáreas que antes gracias, en parte, a tractores más potentes y una cosecha más eficiente.
Gran parte del monto de los subsidios fluye hacia agricultores que son más ricos que el estadounidense promedio. El Enviromental Working Group, una organización activista de Washington que quiere que esos subsidios sean convertidos en programas de conservación, tiene una base de datos que refleja que 10% de las granjas del país se lleva 74% del dinero federal. Los pequeños productores reciben menos ayuda simplemente porque cultivan menos hectáreas.
El enfoque que hoy predomina en Washington está cambiando el cálculo. El Senado votó para eliminar los alivios tributarios al etanol. "Se terminaron los buenos tiempos", dice el secretario de Agricultura, Tom Vilsack, un ex gobernador demócrata de Iowa. "Ya no hay vacas sagradas. Todo está en la mesa de negociación".
Esto preocupa a muchos. Mientras los precios de los granos están al alza, los agricultores no añoran los subsidios, pero algunos economistas se preguntan qué pasará si la volatilidad vuelve a azotar el mercado y hace que los precios se hundan. "La histórica red de seguridad de los productores estadounidenses estaba muy cerca de ellos", dice Steve Elmore, economista del productor de semillas y fertilizantes DuPont Co. "Sigue existiendo pero está ocho pisos más abajo".
Durante décadas, conforme caía el precio de los granos pero subían los costos operativos, muchos agricultores pudieron sobrevivir gracias a estos subsidios. Para los productores del condado de Shelby, al sur de Chicago, los cheques del gobierno representaban la mitad de su ingreso.
El mercado global de granos cambió en 2006 cuando
Washington le exigió a la industria petrolera que mezclara miles de millones de barriles de gasolina con etanol derivado del maíz. Al mismo tiempo, un número creciente de consumidores de clase media en economías emergentes como China comenzaron a demandar más carne y leche de vacas alimentadas con granos, impulsando las ventas de soya, cerdo y maíz de EE.UU.
Los subsidios de la Depresión funcionan de la siguiente manera: el Congreso fija un "precio objetivo" para ciertos cultivos y cuando el mercado cae por debajo de esa cifra, el gobierno cubre la diferencia.
Los precios objetivo de hoy son un reflejo de los alicaídos mercados que prevalecieron entre los años 70 y el 2005: el maíz rondaba los US$2 el bushel y la soya, unos US$6. Ahora, en el condado de Shelby el maíz se vende a US$7 el bushel, muy por encima del precio fijado por el Congreso de US$2,63. La soya se vende a US$13, frente a su precio objetivo de US$6. Por eso, los cheques de ayuda no son emitidos.
A pesar de que los precios actuales podrían retroceder si los productores deciden cultivar más, muchos economistas dudan que bajen al nivel que desató la necesidad de los subsidios, al menos en la próxima década.
"No vemos que los granjeros aquí vayan a necesitar el subsidio", dijo Darrel Good, economista de la Universidad de Illinois. "Es el fin de una era".
El USDA todavía paga miles de millones de dólares a los agricultores a través de varios programas. Entre otras cosas, subvenciona el seguro de las cosechas Aun así, los subsidios agrícolas caerán a US$10.600 millones este año frente a los US$24.400 millones de 2005.
En el condado de Shelby, sus casi 3.00 agricultores solían repartirse alrededor de US$25 millones al año en pagos del gobierno. Esa cifra cayó ahora a US$8 millones. Se espera que la ley federal de subsidios se renueve por otros cinco años más en 2012.
El otro gran programa de subsidios, no ligado a los precios del mercado, es el resquicio de un fallido experimento de 1996 cuando un Congreso liderado por los Republicanos buscó quitarles la ayuda federal a los agricultores. Éstos recibirían una ayuda fija pero cada vez menor durante siete años y luego quedarían expuestos a los designios del mercado. Pero en el séptimo año, en vez de que sus beneficios desaparecieran, el Congreso los convirtió en un nuevo programa de pagos fijos basado en la cantidad y tipo de cultivos que los granjeros produjeron.
En el condado de Shelby, con una población de 21.803 habitantes, el sombrío panorama de los subsidios le quita el sueño a más de uno. Pocos esperan que los altos precios de los granos se sostengan y mientras, los costos del combustible, las semillas, el equipamiento y los fertilizantes han subido sostenidamente.
Tim Lenz, un agricultor de Strasburg, Illinois, dijo que quiere renunciar al subsidio fijo de US$38.000 que cobra cada año por cultivar 1.050 hectáreas. "Es pura ganancia para mí, pero no lo puedo defender cuando nos está yendo tan bien", dijo. El ingreso de Lenz se duplicó a US$ 1,4 millones gracias a los mejores precios y los rendimientos del maíz.