por admin » Jue Sep 22, 2011 7:23 am
¿Qué viene después de "Europa"?
Por BRET STEPHENS
Algún día, cuando sea escrita la historia del ascenso y caída de la Europa Occidental de posguerra, vendrá en tres volúmenes: "Hechos concretos", "Ficciones convenientes" y el volumen que todavía se está escribiendo, "Fraude".
El hecho más concreto sobre el cual se fundó la Europa de posguerra fue la necesidad militar, perfectamente resumida en la famosa frase de Lord Ismay, cuando sostuvo que la misión de la OTAN era "mantener fuera a los rusos, dentro a los estadounidenses, y controlados a los alemanes". El siguiente hecho concreto fue la moneda fuerte, el regalo de Ludwig Erhard, autor de las reformas económicas que crearon el marco alemán, abolieron los controles de precio y controlaron la inflación durante generaciones. El tercer hecho concreto fue la creación de Jean Monnet, un mercado común que dio a Europa una visión compartida de identidad económica, no política.
La policía trata de dispersar a manifestantes en las inmediaciones del parlamento griego.
.El resultado fue el llamado milagro alemán, los Treinta gloriosos en Francia y el milagro económico en Italia. Podría haber durado hasta nuestros días, pero no ocurrió.
En 1965, el gasto gubernamental como porcentaje del PIB promediaba 28% en Europa Occidental. Hoy asciende apenas por debajo de 50%. También en 1965, la tasa de fertilidad en Alemania era de 2,5 hijos por madre, mientras que en la actualidad es un catastrófico 1,35. Durante los años de posguerra, el crecimiento anual del PIB en Europa era en promedio de 5,5%. Después de 1973, rara vez superó 2,3%. Mientras que en 1973 los europeos trabajaban 102 horas por cada 100 trabajadas por un estadounidense, en 2004 dedicaban al trabajo solo 82 por cada 100 de los trabajadores en EE.UU.
Fue durante esa desaceleración general que Europa entró en la conveniente etapa de ficción.
Para empezar, existía la ficción conveniente de que si uno sumaba el PIB de la creciente lista de estados miembros de la Unión Europea, uno tenía una economía cuyo tamaño era superior a la de EE.UU. ¿Eso no convertía a "Europa" en una superpotencia económica? Existía también la ficción conveniente de que Europa no necesitaba una sólida capacidad militar cuando podía ejercer influencia global a través de la diplomacia y el poder blando. Otra ficción conveniente era que los europeos compartían valores idénticos y por lo tanto podían estar sujetos a normas comunes para controlar el delito e imponer castigos. Existía la ficción conveniente de que los continentales no estaban rezagándose en términos de productividad, sino que simplemente hacían una elección iluminada en favor del ocio por sobre el trabajo.
Y por último, existía también la extraordinaria ficción de que Europa tenía su propio "modelo", distinto y superior al estadounidense, que la inmunizaba frente a corrientes internacionales más amplias: globalización, islamismo, demografía. A los europeos les encantan sus vacaciones y pensaban que también tenían derecho a unas largas vacaciones de la historia.
Todo eso hizo maravillas, por un tiempo, para ocular los fracasos europeos e inflar el orgullo de Europa. Pero siempre hay un peligro al sustituir grandiosidad por logros, confundir pronunciamientos por hechos, o, más en general, creer en los disparates propios.
Es aquí donde Europa se deslizó de la ficción conveniente al fraude rotundo.
Uno fue el fraude de la entrada de Grecia al euro, un asunto de doble filo ya que Atenas mintió sobre las cifras de su presupuesto y Bruselas decidió aceptar la mentira. Otro fue el fraude de los criterios de los llamados criterios de Maastricht, las reglas fiscales que se suponía iban a regir el euro sólo para que muy pronto fueran burladas por Francia y Alemania, y luego desechadas por completo en la crisis actual. También estuvo el fraude de la Constitución Europea, rechazada de manera abrumadora en los lugares donde se permitió votar sobre ella, sólo para ser revisada e impuesta por decreto parlamentario.
Lo que sucede en Europa en la actualidad no es tanto una crisis sino una revelación, más del tipo Madoff que del tipo Lehman. Lo que conmociona es que sea una conmoción. Grecia nunca iba a ser rescatada y, tarde o temprano, caerá en default. Los bancos que poseen deuda griega, tarde o temprano, serán recapitalizados. La recapitalización será costeada por los contribuyentes alemanes y, tarde o temprano, los llevará al límite de su paciencia. Los chinos no participarán del rescate. Saben que no deben tirar el dinero.
Y luego Italia seguirá a Grecia. La crisis de Europa llegará a las costas de EE.UU., y las penurias económicas estadounidenses a Europa, una especie de tsunami de ida y vuelta.
EE.UU. sobrevivirá a esto porque EE.UU. es un estado. Pero como alguna vez señaló Bismarck, "el que hable de Europa se equivoca, Europa es una expresión geográfica". La "unión fiscal" que se discute nunca tendrá lugar: los votantes alemanes no la apoyarán, ni tampoco lo hará cualquier otro país que quiera mantener independencia fiscal, es decir, el atributo central de la soberanía democrática.
Lo que está por delante es la explosión del proyecto europeo. Considerando lo que han hecho de este proyecto los líderes europeos durante los últimos treinta y pico de años, no es algo totalmente malo. Pero tendrá un costo enorme. Los disturbios en Atenas pronto se convertirán en disturbios en Milán, Madrid y Marsella. Los partidos alternativos tendrán mayor influencia. Regresarán los controles en las fronteras. Las monedas resucitarán y luego serán devaluadas. Los países elegirán la descomposición por sobre la reforma. Será, probablemente, un largo desfile de horrores.
¿Dónde está la Europa de Ismay, Erhard y Monnet? Está en la memoria, si acaso a alguien le importa recuperarla. Démosle otros 50 años y tal vez alguien lo haga.