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SPANISHDECEMBER 25, 2011, 4:34 P.M. ET.En Holanda, cuna del euro, crecen las dudas sobre la unión monetaria
Por CHRISTOPHER RHOADS
Roger Cremers para The Wall Street Journal
De Kuyper Royal Distillers, una empresa holandesa de licores, ha experimentado las desventajas del euro.
.MAASTRICHT, Holanda—Las autoridades holandesas han anulado la propuesta de invitar a los arquitectos del euro para celebrar las conmemoraciones del vigésimo aniversario del tratado que dio nacimiento a la moneda común.
En realidad, no había nada planeado para el acontecimiento histórico hasta que una universidad local sugirió una conferencia académica para febrero de 2012.
Esto marca un fuerte contraste con la conmemoración hace cinco años, cuando la ciudad festejó el aniversario con un año entero de actividades agrupadas bajo el eslogan de "Maastricht celebra Europa". Esta vez, "teníamos nuestras dudas sobre si una celebración estaría justificada", dice Jean Bruijnzeels, un contador público.
La crisis de deuda soberana que convulsiona la zona euro compuesta por 17 países ha sembrado dudas incluso en un lugar considerado como la cuna del euro.
Arjo Klamer
El economista Arjo Klamer (Izq.) dijo hace 20 años que la moneda común era una mala idea.
.Holanda, con economía abierta y basada en las exportaciones, ha sido desde hace tiempo uno de los países defensores de un mercado europeo más integrado. El país se clasifica como la decimosexta mayor economía del mundo y cuenta con competidores globales de la talla de Philips Electronics NV y el gigante químico Akzo Nobel NV. Fiscalmente es más saludable que incluso Alemania y ha sido un promotor clave de la disciplina presupuestaria entre los miembros del bloque económico. De allí salió también el primer presidente del Banco Central Europeo.
Ahora, a medida que los temores financieros en la zona euro dejan al descubierto las fallas en la unión monetaria, la crisis pone en evidencia profundas divisiones no sólo entre los líderes nacionales de Europa sino incluso dentro de la propia Holanda, que solía destacarse por su continua lealtad al euro. La postura unificada a favor de la moneda común promovida durante años por las esferas políticas y económicas holandesas ha empezado a resquebrajarse.
"Podríamos hablar del euro como un proyecto fallido", dijo hace poco Hans Hoogervorst, ex ministro de Finanzas de Holanda y actual presidente del directorio de la Junta Internacional de Normas de Contabilidad. El actual ministro de Finanzas holandés repitió prácticamente el mismo mensaje unos días después. La Oficina de Planificación Central, encargada de los presupuestos gubernamentales, dijo el mes pasado que la creación de una unión monetaria había sido un asunto meramente político, ya que sus ventajas económicas habían sido "mínimas".
Este quiebre en las clases dirigentes, que hasta hace poco parecía inconcebible, se refleja en el debilitamiento del apoyo público a la unión monetaria. Algunas encuestas ahora muestran que la mayoría de los holandeses están a favor de abandonar la moneda. Hasta 2009, el respaldo del país al euro seguía siendo de 80% en un sondeo de la Unión Europea.
.No es la primera vez que los holandeses se oponen a medidas para una mayor unificación: en 2005, el país dijo que no a un referéndum sobre la necesidad de una constitución europea. Pero ese voto tenía que ver con el simbolismo político, en vez de con los mecanismos de una unión monetaria.
Las dudas han alimentado el apoyo a la derecha del país, el Partido de la Libertad, que ha cambiado su énfasis de expulsar a los extranjeros de Holanda a expulsar el euro. El partido, del que la coalición de centroderecha gobernante depende para su mayoría parlamentaria, ha visto un auge en las encuestas.
En un esfuerzo por apuntalar la unión monetaria, así como por una mayor integración política en Europa para respaldarla, los presidentes ejecutivos de las mayores compañías industriales de Holanda emitieron a principios de mes un inusual comunicado conjunto. "Replegarnos detrás de nuestras barricadas no es una opción", dijeron. "Lo que es asombroso es que dudar sobre el euro era, no hace mucho, algo de locos; ahora se discute abiertamente", dice Johan Van Overtveldt, autor de un libro sobre la crisis, "El fin del euro".
La preocupación, dice, es que las divisiones sobre la moneda común en países tradicionalmente proeuro, como Holanda, hacen que las grandes y dolorosas soluciones adicionales a la crisis sean más difíciles de alcanzar y hacen más probable un desmoronamiento de la moneda.
Este cambio de actitud también reivindica a unos pocos economistas holandeses que hace 20 años advirtieron sobre los problemas de una moneda común pero que en su momento fueron ignorados y criticados, como Arjo Klamer.
"Predije que el euro caería para 2010", dice Klamer, profesor de 58 años en la Universidad de Erasmus en Róterdam. "Así que perdí esa apuesta. Pero nadie quiere hacer otra".
Se suponía que el euro debía superar, no alimentar, dichas divisiones. Dos guerras mundiales en Europa, más una depresión causada en parte por políticas comerciales proteccionistas, constituían un buen argumento para eliminar las fronteras políticas y económicas de la Europa post-Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos recomendó crear vínculos económicos más estrechos para acelerar la reconstrucción del continente, de cara a la rápida propagación del comunismo soviético.
La integración económica progresó de manera desequilibrada. Los temores sobre la carencia de unión fiscal para respaldarla fueron desechados en Maastricht por el sentimiento de que el euro estaba haciendo historia. Garantizaría la paz en Europa y restauraría su poder geopolítico, con una moneda a la altura del dólar.
"En unos años, el tratado conducirá a la creación de lo que los padres fundadores de la Europa moderna soñaron después de la guerra, los Estados Unidos de Europa", dijo el entonces canciller alemán, Halmut Kohl.
Varios economistas estadounidenses, como Barry Eichengreen de la Universidad de California, en Berkeley, y Martin Feldstein, de Harvard, no estaban convencidos. Argumentaban que Europa carecía de la movilidad laboral, flexibilidad salarial y un presupuesto común necesarios para superar altibajos regionales y operar una zona con una moneda común.
Sus detractores también advirtieron que una política monetaria común única —enfocada en la inflación especialmente baja de su mayor miembro, Alemania— podría traducirse en una tasa de interés demasiado baja para países más pequeños y con una mayor inflación, como Grecia, lo que desembocaría en gigantescos déficits comerciales alimentados por el crédito fácil. Eso es lo que pasó.
La mayoría de economistas europeos durante la firma del tratado de Maastricht argumentaban que la unión monetaria abría las puertas a la unión política necesaria para supervisar el marco fiscal. Además de eso, los países aún tenían tiempo para poner en orden sus casas antes del lanzamiento del euro, en 1999.
Klamer, el profesor de economía, estaba entre los pocos que se posicionaron persistentemente en contra del proyecto en Holanda. "Una unión monetaria sin unión política es imposible de mantener", escribió en un artículo publicado en 1991. Algunos economistas holandeses expresaron preocupaciones semejantes, pero acabaron adaptándose a la corriente mayoritaria, conforme la unión monetaria se volvió inevitable.
Conforme se fraguaba la unión monetaria, Kohl, de Alemania, insistió en que Italia, como la cuarta mayor economía de Europa, debía ser un miembro fundador, si bien el país no cumplía con los criterios presupuestarios, señala Frits Bolkestein, quien fue comisario de la Unión Europea para el mercado interno y quien dirigió el partido que hoy lidera el gobierno holandés.
Una vez que la endeudada Italia fue incluida, no había argumentos para excluir a la derrochadora Grecia, añade, así que Atenas adoptó el euro dos años después de los 11 miembros fundadores.
"El euro fue una victoria del romanticismo político sobre el pensamiento económico y la realidad", opina Bolkestein.
Pero ahora, algunos de los empresarios más destacados de Holanda, tradicionalmente entre los mayores defensores del euro, están replanteándose la cuestión.
Ben van Doesburgh, presidente ejecutivo de De Kuyper Royal Distillers, fabricante holandés de ginebra y otros licores fundado hace 316 años en Schiedam, admite que la moneda común tiene ventajas para los negocios. El ahorro de no tener que convertir las ganancias en diferentes monedas europeas o cubrirse contra fluctuaciones cambiarias representa más de 10% de las utilidades anuales de De Kuyper. El euro también crea una mayor transparencia de precios, facilitando la compra de materias primas para sus productos.
Sin embargo, dice, más empresarios holandeses están comenzando a asociar el euro más con el rescate de países en problemas como Grecia, Portugal e Irlanda que con una administración fluida de un mercado integrado. "Creo que la mayoría dice ahora que la idea era buena, pero que falló el método y que todo pasó demasiado deprisa", dice.
Ruud Lubbers, ex primer ministro holandés que fue el anfitrión de la cumbre de Maastricht y que, después, clasificó los resultados como el mayor logro de su carrera, dijo este mes que el tratado del euro está "incompleto".
En Maastricht, en el edificio gubernamental donde se firmó el acuerdo ahora cuestionado, una pequeña exhibición en un pasillo muestra una mesa de roble utilizada por una de las delegaciones de la cumbre. En un video se ven a los líderes llegando y saliendo de sus limusinas.
"Estamos mostrando esto como historia", dice Adrian Himmelreich, curador del edificio, delante de una vitrina que contiene una copia del tratado original. "Pero aún no sabemos si estamos en el camino correcto o equivocado".