por Fenix » Mié May 08, 2013 3:57 am
A los cuatro años mi hija era tan inquieta que su atención sólo podía sostenerse durante un par de minutos. A menudo se paralizaba frente al televisor cuando se emitía la publicidad y se quedaba absorta durante tres o cuatro anuncios antes de regresar a sus carreras. Eran sus películas.
A mí me preocupaba qué efecto estaría teniendo en su cerebro, pero me tranquilicé un día que, después de diseccionar uno muy abstracto, con códigos adultos que no podía entender, envuelto en imágenes a cámara lenta y música de piano, se giró hacia mí y me preguntó “¿y éstos qué quieren vendernos?”
Yo también fui un niño despierto, pero un niño, también creí en los Reyes Magos y me iba a dormir cuando me lo ordenaban bajo la advertencia de que no vendrían si no obedecía.
La percepción del entorno se transformó cuando descubrí la realidad, fue un verdadero aterrizaje, aún no podía sospechar que no era más que el vuelo inaugural de una lista interminable de tomas de tierra que aún continúa.En mi infancia bursátil creía que Warren Buffett era un verdadero oráculo, un ser tocado por la gracia divina, como también creía que los analistas de Goldman eran los “magos de occidente” ¡bendita inocencia! ¡qué rubor! también creía que a las farmacéuticas les preocupaba más mi salud que su cuenta de resultados, que a Presidente de Gobierno se llegaba por méritos propios y vocación de servicio (hasta llegué a creer que era el que mandaba), que los medios de comunicación estaban para transmitirme fielmente la actualidad y el sistema educativo para desarrollar el potencial que atesoraba…la lista es interminable. Con el tiempo llegué a saber que mirase donde mirase todo eran matrioskas y que para descubrir la muñequita sólida había que abrir primero muchas otras más grandes y vistosas pero siempre huecas. Descubrir que nada es lo que parece acabó siendo una bendición, porque a medida que desvelaba las sofisticadas artimañas que se gestan ahí fuera fui creando las herramientas que aumentaron la confianza en mi mismo. Y los horizontes. Cuando se toma conciencia se siente una satisfacción especial al llegar a la conclusión de que es más valioso tener unos padres capaces de hacerte regalos y dejar que los méritos se los cuelguen otros, que soñar con unos desconocidos que se acuerdan de ti una vez al año por más que utilicen coronas y camellos para impresionarte.
El Sr. Buffett ha celebrado su conferencia anual, esa a la que no acaba de renunciar a pesar de ser octogenario, donde se baña en la energía que se desprende de la atención de los medios de comunicación y la admiración de incipientes aprendices de brujos, jóvenes estudiantes y tiernos ejecutivos, tan ilusos como ambiciosos que venderían su alma al diablo por parecerse levemente a él.
Extracto unas palabras textuales de su discurso: “Nos hemos beneficiado significativamente de las inyecciones de liquidez y de las compras de deuda, pero es verdad que los activos han subido artificialmente como causa de esto”
En cuanto a las consecuencias de la política expansiva añadió: “Es como ver una buena película, no se sabe cual será el final” y terminó “por ahora estas políticas no han generado inflación, llegará un momento en que repuntarán los precios y habrá que incrementar los tipos, y entonces el impacto se sentirá en todo el mundo”
Parece que ya no se siente molesto por la manía, según él incomprensible, de los inversores de comprar bonos u oro en vez de acciones y satisfecho con el capote Bernanke que le ha permitido recuperar los puestos perdidos en la lista Forbes y poner así un broche adecuado a su larga trayectoria. Da la sensación que pretende decir “por mi ya está bien, pero no hay prisa, cuando queráis”
Siempre que escucho a Buffett, a Soros (en su día llegué a creerme que él sólo había puesto en jaque a la Libra), a Krugman, a Goldman, a JP Morgan, a Draghi, a Bernanke o a cualquiera de los actores protagonistas del gran teatro financiero resuena en mi cabeza una voz que dice “a dormir o no vendrán los Reyes” y otra que pregunta ¿y éstos qué quieren vendernos? . José Agustín López Selfa