por admin » Mié May 15, 2013 6:37 pm
La caída de la inflación mundial no es razón para celebrar
Aparte de unas pocas economías paria —Sudán, Venezuela o Argentina—, actualmente es difícil encontrar un verdadero problema de inflación de dos dígitos en alguna parte del mundo.
Incluso Hungría, que parece vivir permanentemente al borde de una crisis de divisas, registró un alza anual de apenas 1,7% en su índice de precios al consumidor de abril. Cifras tan bajas se pueden encontrar en cualquier parte, incluso en EE.UU., Europa y todas las demás naciones desarrolladas.
El mundo está siendo golpeado por una gigantesca ola de desinflación. Esto podría parecer positivo, pero las señales sugieren que se trata de un fenómeno para nada benigno. En este caso, las caídas de precios son impulsadas más por fuerzas recesivas que por mejoras en la producción. El problema se debe a la falta de demanda, no a un impacto de oferta positivo. Los culpables: los encargados de política complacientes.
Sin lugar a dudas, hay ciertos factores positivos en juego. La revolución del "fracking", o fracturación hidráulica, en Estados Unidos, por ejemplo, está arrastrando a la baja los precios de la energía, lo que reduce los costos de fabricación y brinda a los consumidores más ingresos discrecionales. Pero, en general, el declive en los precios de los bienes básicos, una de las principales causas del descenso en varias medidas de inflación, se origina en la débil demanda de China y Europa.
Incluso las positivas señales en EE.UU. —una modesta mejoría en el mercado laboral, la recuperación de los precios de las viviendas y una escalada fenomenal en el mercado de acciones— son apenas una distracción de la dura realidad de que la principal economía del mundo todavía crece a tasas promedio de solo 2%.
Eso no es suficiente para contrarrestar la desaceleración de China desde tasas de 10% o más hace dos años a una trayectoria de entre 7% y 7,5%, o la franca recesión que afecta la zona euro. Ambas regiones representan 25% de la economía mundial.
Para Paul Sheard, economista global jefe de Standard & Poor's en Nueva York, las cifras son una crítica contra los gobiernos, que actúan bajo la idea equivocada de que la crisis financiera ya pasó. "Los encargados de política han dejado de prestar atención al balón, dada la aún precaria situación de las economías desarrolladas", dice.
La crisis terminó hace cuatro años y medio, pero dejó al mundo con un exceso de producción sin precedentes que todavía intentamos solucionar. Una conmovedora señal de ello es el colapso de la fábrica Rana Plaza en Bangladesh: la oferta de ropa en los mercados internacionales es tan alta, que los fabricantes ahorran en estándares de seguridad para impedir que los productores en países de bajo costo les arrebaten su participación de mercado.
Hace no mucho, una caída en los precios mundiales era una buena noticia. En la década de los 90 y principios del 2000, la globalización abrió lugares como Bangladesh, mientras que el auge de las tecnologías de la información dio paso a una era de "Nueva Economía" caracterizada por una baja inflación y una alta productividad y crecimiento. Pero la velocidad del cambio ha disminuido. No ha habido ningún acontecimiento comercial importante desde que China se unió a la Organización Mundial de Comercio en 2001, y algunos economistas dicen que nuestras mejores innovaciones están en el pasado. De hecho, por ahora, la globalización podría tener un impacto negativo, ya que los vínculos financieros internacionales contribuyen a la rápida expansión del impacto de la desaceleración de la demanda china.
El gran riesgo es que la desinflación se convierta en deflación. El daño de un ciclo vicioso global en que los precios caen y se difiere la demanda sería enorme.
Japón es un claro ejemplo de este problema. Por lo tanto, es pertinente que sus encargados de política estén tomando las medidas más agresivas hasta ahora para afrontarlo. Sin embargo, aunque el Banco de Japón tenga o no éxito con su enorme plan de estímulo, que busca estimular la inflación, el hecho de que está actuando solo refleja que los gobiernos no tienen problema en dejar que los bancos centrales hagan el trabajo pesado.
Japón necesita desesperadamente reformas estructurales para generar un crecimiento prolongado. Pero el parlamento sigue actualizando programas de gasto fracasados, que solo expanden la enorme deuda pública de la nación. En EE.UU., lo que se necesita es un enfoque de dos frentes, que reduzca la deuda a largo plazo y ofrezca una meta de gasto fiscal a corto plazo. En cambio, el compromiso de "abismo fiscal" de Washington impuso recortes generalizados, pero no hizo nada para frenar el futuro crecimiento de las solicitudes de beneficios de los programas Medicare y de Seguridad Social. En Europa, el fracaso para lograr una mayor integración política y fiscal ha sido sustituido por medidas de austeridad que simplemente aumentan el desempleo y agotan la producción.
Esto ha puesto la responsabilidad sobre la política monetaria. Impulsados, o quizás obligados, por la menor inflación, bancos centrales en todo el mundo ahora están reduciendo las sus tasas de interés o comprando bonos en masa, para alegría de los inversionistas de bonos y acciones.
Pero no se engañe por la euforia en el mercado. La economía global no sanará hasta que los políticos tomen medidas serias más allá de la política monetaria. Y hasta que lo hagan, una importante corrección en el mercado es una posibilidad real.