por admin » Lun Oct 28, 2013 11:48 am
October 28, 2013 11:49 AM
Los retos políticos de la unión bancaria en Europa
La sede del Banco Central Europeo en Francfort Photo: Agence France-Presse/Getty Images
By Por SIMON NIXON
La decisión de la eurozona de crear una unión bancaria es a muchos efectos tan trascendental como la creación del euro. Después de todo, la supervisión bancaria requiere interferir en la manera de distribuir los recursos, en efecto a veces de manera violenta, como sucede cuando hay que asignar las pérdidas de los bancos en quiebra. Ésta es la esencia de la política, un papel que afecta al núcleo de la soberanía.
El Banco Central Europeo nunca ha rehuido de explicar claramente el significado completo de la unión bancaria. Pero no se puede decir lo mismo de muchos políticos en Europa. Han estado encantados de describir la primera fase de la unión bancaria --la creación de un mecanismo único de supervisión en el BCE-- como simplemente un paso más en la evolución del mercado único europeo, desde luego nada que preocupe al electorado.
Pero el vacío entre realidad y retórica (o la ausencia de ella) tendrá que llenarse en algún momento. ¿Reconocerá la eurozona las implicaciones políticas de la unión bancaria en sus inicios? ¿O esperará a que se produzca la próxima crisis antes de afrontar las consecuencias, como hizo con el euro?
Por ahora, no hay una respuesta clara. Esto fue evidente la semana pasada, cuando el BCE publicó sus directrices para una "evaluación integral" de los 124 mayores bancos de la eurozona.
El BCE se enfrenta a una elección binaria a la hora de gestionar esta evaluación, con la que espera restaurar la confianza en el sistema bancario antes de asumir sus nuevos poderes de supervisión en noviembre de 2014. Hasta que el BCE decida por qué opción decantarse, la eurozona se enfrenta a meses de volatilidad política, y quizás también financiera.
El BCE puede optar por un planteamiento maximalista, que aborde las principales debilidades estructurales del sistema bancario que están contribuyendo a un alarmante deterioro del crédito: la baja rentabilidad, la dependencia de la financiación del banco central, la pobre calidad del capital. Esto probablemente llevaría a una importante reestructuración del sistema bancario, incluida una sustancial recapitalización. Pero también exige duras normas para lidiar con los bancos que suspendan la evaluación y un respaldo creíble para mantener la confianza en los mercados.
La alternativa es un planteamiento minimalista que busca sólo mejorar la confianza en la exactitud de la información divulgada por los bancos y exigir un limitado incremento del capital cuando las nuevas normas armonizadas sobre deuda incobrable revelen necesidades de capital, pero conservando la estructura del sector casi intacta. Sin embargo, este planteamiento depende de que el BCE proporcione nueva financiación barata que sustituya a las dos operaciones de refinanciación a largo plazo que vencen a finales del año próximo, lo que da más tiempo a los bancos para que encuentren su propio modo de resolver sus problemas.
Ambas opciones están sobre la mesa, afirma Nicolas Veron, miembro del instituto de análisis Bruegel.
El abanico de riesgos que el BCE dice que valorará es completo, desde la exposición a los bonos soberanos a los activos del mercado difíciles de valorar, pasando por estructuras de financiación arriesgadas. Sin embargo, no dio detalles sobre la metodología.
Una de las razones de la falta de detalles es que el BCE aún tiene que nombrar al consejo de supervisión, que dirigirá la evaluación.
Pero la ausencia de detalles también refleja la presión política que recibe el BCE por parte de los gobiernos nacionales, que abogan por un enfoque minimalista, envalentonados por la evidencia de un creciente interés de los inversores en comprar activos tóxicos de los bancos de países en crisis.
El BCE teme los riesgos a largo plazo de este planteamiento. Si los bancos infracapitalizados siguen invirtiendo en bonos estatales en lugar de conceder nuevos préstamos, la eurozona tendrá una recuperación más lenta. Y lo que es peor aún, la continua y elevada compra de deuda pública por parte de los bancos reducirá los incentivos para que los gobiernos persigan la disciplina fiscal, e intensificará el vínculo entre soberanía y bancos. Y cualquier resurgimiento de los flujos transfronterizos de capital y liquidez --una de las esperadas ventajas de un supervisor único-- aumentará los intereses políticos en juego en el caso de una futura quiebra bancaria.
Nadie debería subestimar la labor del presidente del BCE, Mario Draghi, en esta batalla, afirma Veron. Pero el viento va en su contra. Todas las decisiones el consejo supervisor --que algunos calculan podrían ascender a 10.000 al año-- deben ser ratificadas por el consejo de gobierno del BCE, lo que da mucho margen para impulsar las agendas nacionales dado que cada miembro de la eurozona tiene un asiento en el consejo. El BCE, además, seguirá limitado por las leyes nacionales y por su continua dependencia en las autoridades nacionales mientras construye su equipo de supervisión, que ascenderá a 1.000 empleados frente a los 100 actuales.
Tampoco puede Draghi contar con el apoyo político de apostar por un planteamiento maximalista. La canciller alemana Angela Merkel ha incumplido sus compromisos de junio de 2012 de permitir que el Mecanismo Europeo de Estabilidad invierta directamente en los bancos por el temor a que se utilice como primer recurso en lugar de como último recurso. De manera similar, Alemania ha sido muy reacia a crear un sólido mecanismo de resolución único, quizás por el temor a que lo puedan utilizar cerrar bancos alemanes.
Mientras tanto, todo intento de dotar de un marco legal más sólido a la unión bancaria exigirá cambios a los tratados de la eurozona, y llevará a Reino Unido a exigir una renegociación más amplia de los mecanismos de la Unión Europea, lo que podría paralizar la formulación de políticas de la UE durante años.
El BCE corre el riesgo de terminar en el peor de los escenarios: tener responsabilidades pero sin poderes, verse obligado a presidir un sistema bancario aparentemente incapaz de escapar a su pasado lleno de problemas. Al igual que pasó con la creación del euro, la solución podría tener que esperar a la próxima crisis.