por admin » Jue Dic 19, 2013 4:35 pm
SPANISHDecember 19, 2013, 3:53 p.m. ET
Detrás de la revolución petrolera de México
Por
DANIEL YERGIN
Lo que era imposible en México, se ha hecho posible. Con enmiendas constitucionales aprobadas por el Congreso la semana pasada, México revirtió la nacionalización de su industria petrolera y abrió su sector energético a la inversión externa. Digno de destacar es que el partido político que encabezó las reformas —el Partido Revolucionario Institucional (PRI)— fue el mismo que estatizó la industria en 1938.
Las reformas rejuvenecerán el sector energético de México, estimularán el crecimiento económico y la creación de empleo, fortalecerá la nueva posición del país como plataforma global de manufactura, y con el tiempo aportará nuevos recursos sustanciales al mercado petrolero mundial. Aunque la necesidad de abrir los recursos energéticos mexicanos al sector privado era evidente desde hacía muchos años, las implicaciones políticas parecían imposibles de conciliar. Sin embargo, una realidad económica apremiante —y la posibilidad de una nueva oportunidad— finalmente se impusieron a la historia y los intereses conferidos.
Entre 2004 y 2013, mientras el precio mundial del petróleo aumentó desde US$20 el barril hasta unos US$100, la producción mexicana descendió 27%. Algunos predijeron que México incluso terminaría convertido en un importador neto de crudo (como ya lo es de gas natural). Esto representó un enorme riesgo para las finanzas del gobierno, ya que los ingresos de Pemex, la petrolera estatal, aportan un tercio del presupuesto nacional.
Además, funcionarios y políticos comenzaron a cuestionar por qué el gobierno debía afrontar los costos del riesgo de exploración, cuando ese es el negocio de las empresas privadas. A pesar de un enorme desarrollo en aguas profundas en el lado estadounidense del Golfo de México, el considerable potencial mexicano en la zona no ha sido aprovechado. Pemex simplemente no tiene la capacidad técnica ni la financiación.
En tanto, con salarios que ahora son competitivos con China, México se está convirtiendo en un centro de manufactura no sólo para exportaciones a Estados Unidos, sino al mundo. Los altos costos energéticos son reconocidos como una carga para el floreciente sector manufacturero.
La experiencia de EE.UU. también impulsó el cambio. El gas de esquisto en EE.UU. creó una sensación de urgencia para México, me dijo el director general de Pemex, Emilio Lozoya, luego de la votación de la semana pasada. Lo que él y otros en la industria ven es que la producción de gas natural aumenta rápidamente en EE.UU., y su impacto positivo en los empleos en ese país (más de dos millones) y en la competitividad.
Lo mismo sucede con el auge en EE.UU. del "tight oil", como se le conoce al crudo extraído de formaciones de baja permeabilidad. Mientras la producción petrolera mexicana ha caído desde 2004, la producción en Texas aumentó más de 150% y hoy supera el total de México. El país además podría tener un potencial significativo en el petróleo de esquisto, pero, como sucede en aguas profundas, Pemex no ha explotado esas oportunidades.
Lozoya me dijo también que México tiene las reservas, pero no el efectivo ni la tecnología para desarrollarlas. Pemex estima que la industria mexicana necesita más de US$60.000 millones al año para regresar a una posición preeminente, frente a los US$25.000 millones anuales que puede conseguir por sí misma.
Conseguir la aprobación de las reformas en el Congreso mexicano requirió de mucha destreza política por parte del presidente Enrique Peña Nieto, quien armó una amplia coalición que dio luz verde este año una serie de importantes cambios que van desde educación a impuestos. Pero cuando llegó el turno del petróleo, el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) abandonó la coalición y se convirtió en un duro opositor, y dejó al PRI y el Partido Acción Nacional (PAN), con orientación al mercado, con la tarea de empujar las reformas en el Congreso.
La reforma más difícil también fue la más importante: abrir la puerta a la inversión extranjera. Sin eso, nada más importaría realmente. El gobierno sigue siendo propietario del "subsuelo", es decir, las reservas. Pero la ley ahora posibilita una serie de diferentes tipos de contratos. Algunos permitirían que las empresas extranjeras registren los recursos mexicanos como reservas según reglas de la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. Y ese será el requisito de la mayoría de las compañías internacionales, ya que las adiciones de reservas son un criterio clave según el cual los inversionistas juzgan su desempeño.
La otra gran reforma es la de Pemex misma. Hasta ahora, el presupuesto de la empresa debía ser aprobado de forma anual por el Congreso, lo que es complicado para una petrolera con un horizonte a 20 años. Cualquier proyecto de Pemex, incluso los pequeños de apenas US$5 millones, necesitaban el visto bueno del Tesoro nacional. Pero ahora Pemex tiene autonomía y podrá actuar de forma más parecida a una empresa que una filial de la administración pública. Ya no habrá cinco directores del poderoso sindicato de trabajadores petroleros en la junta directiva de la compañía.
La nueva Pemex puede asociarse con empresas internacionales, lo que le permitirá beneficiarse del desarrollo de recursos que ahora están desaprovechados. Quizás suene como un "oxímoron", afirmó Lozoya, pero están complacidos con tener competencia. Muchas empresas internacionales querrán asociarse con Pemex, porque saben que tienen las reservas, agregó el funcionario.
El PRD y sus simpatizantes seguirán denunciando las reformas como una traición, pero su intento para convocar a un referéndum para revertir los cambios seguramente fracasará. Con una base de recursos expandida, el gobierno conseguirá más ingresos. Mantendrá la propiedad del subsuelo, y la mayor parte de las ganancias de cada barril adicional fluirá hacia el gobierno como impuestos y regalías, lo que significa más dinero para educación, necesidades sociales e infraestructura.
El mayor desafío será administrar expectativas tan altas. Aún deben aprobarse leyes de ejecución. Las empresas extranjeras pronto podrían invertir "manzanas mordidas", es decir, pozos operativos que necesitan inversión. Pero la primera ronda de ofertas por proyectos nuevos de magnitud probablemente no se produzca hasta 2015, y la exploración y el desarrollo podrían llevar otros cinco a 10 años. Será clave asegurar que los términos sean atractivos, comparados con los que ofrecen otros países, en especial cuando muchas empresas de petróleo y gas estadounidenses ahora centran sus presupuestos en sus grandes programas de inversión en petróleo de esquisto y tight oil local, en lugar de en otros países.
Pero si las reformas funcionan como se pretende, México se convertirá en un actor mayor y mucho más importante en el mundo de la industria energética, al promover un mercado petrolero global mejor abastecido. Como me dijo Lozoya, esta no es una reforma solo por el gusto de una reforma, sino para garantizar que la energía sea una plataforma competitiva para toda la economía.
La historia a menudo puede ser una carga demasiado pesada y aparentemente inescapable. Pero el presidente Peña Nieto y los otros reformadores finalmente lograron superar el legado de 1938 y colocar a México en una posición que le permite avanzar, no retroceder.
—Yergin es vicepresidente del directorio de IHS y autor de The Quest: Energy, Security, and the Remaking of the Modern World (algo así como: La búsqueda: energía, seguridad y la reconfiguración del mundo moderno), publicado en EE.UU. en 2012 por Penguin Press.