por Fenix » Lun Oct 06, 2014 5:58 pm
La ficción de la elección
por The Oil Crash •Hace 12 horas
Queridos lectores,
En el curso de una discusión reciente con una persona honestamente convencida por las tesis de ciertas corrientes económicas que simplificando excesivamente llamaríamos "liberalismo económico" una idea que surgió repetidamente fue el concepto de libertad, obviamente en su acepción económica. Y es que una de las ideas centrales del liberalismo económico es que se le ha de dar plena libertad de elección a los agentes económicos para que las relaciones entre ellos vengan mediadas por un mercado, libre por supuesto, como medio más eficiente para la regulación de tales relaciones. Planteada de esta manera, yo no tengo grandes objeciones a esta formulación. Que los agentes gocen de libertad para elegir, no ya en cuestiones económicas sino que en cualquier otro aspecto de su vida - a veces los neoliberales parecen olvidar que hay vida más allá del mercado -, parece completamente deseable, con la única salvedad de que sus acciones deben ser respetuosas con la ley y en particular no deben ser lesivas con los derechos de algún otro. Por otro lado, parece completamente lógico y razonable que en general las relaciones económicas las medie un mercado libre.
En realidad aquí está parte de la trampa de la frase anterior: el mercado libre es una entelequia. Los neoliberales aceptan que no existe tal mercado libre en la práctica, pero según ellos lo ven eso es debido al exceso regulatorio y las extralimitaciones del Estado, y que lo que hay que hacer es desregular el mercado y minimizar el Estado. En realidad lo que sucede es que, independientemente del Estado, el mercado tiene ineficiencias intrínsecas (como se explicaba en detalle en la serie Ciudadano K del discontinuado Acorazado Aurora), cosa que se conoce y se puede explicar teóricamente desde hace siglos, aunque actualmente los neoliberales escriben ríos de tinta para justificar lo injustificable olvidando deliberadamente todo el trabajo anterior. Por otro lado, como ya explicamos en este blog, cuando los liberales reclaman un mercado libre en realidad por lo que abogan es por un mercado natural, puesto que sin ningún tipo de regulación el mercado tiende a ser la ley de jungla, en los que los más poderosos acaban por la vía de los hechos imponiendo sus reglas, como veremos después en algunos ejemplos.
El pensamiento liberal se distingue por cuatro características peculiares:
- Muchas de sus afirmaciones son de carácter no empírico y no verificable; por ejemplo, cuando se postula las bondades de entes inexistentes y muy probablemente inalcanzables como el libre mercado, la perfecta competencia o la infinita sustitubilidad de los factores de producción.
- Se basa en conjunto de ideas abstractas, al margen del mundo físico y en abierta contradicción con él; por ejemplo, la idea de postular y aceptar como beneficiosa la idea del crecimiento infinito en un planeta limitado, o que el mercado se hará cargo de las externalidades, no importa como sean de dañinas, a pesar de la abundante evidencia en contrario.
- Siempre encuentra múltiples y complejas explicaciones a posteriori para justificar por qué las cosas no se producen según sus postulados. Ejemplos hay a punta pala: si el empleo sube es según unos gracias a las políticas del Gobierno y según otros debido a la favorable coyuntura internacional; si la balanza comercial es positiva es debido a la mejora del sector exterior, aunque en realidad lo que más cae es el consumo interior, etc. Casi nadie se molesta en examinar los datos que avalen las afirmaciones hechas, y en casi ningún caso nadie se cuestiona que es imposible que todos los países del mundo sean exportadores netos, o que se pueda crecer infinitamente en un planeta finito. Un caso particular del interés de este blog es la evolución del precio del petróleo; casi cada día aparece un sesudo artículo dando la excusa del momento para justificar lo que se denominan "enormes subidas" o "bajadas en picado" del precio, cuando lo cierto es que el precio se ha mantenido en torno a los 100$ desde hace casi tres años. Y aunque ahora ciertamente hay una cierta tendencia a la baja, síntoma de la próxima oleada recesiva, no se puede analizar su evolución día a día sino que se tiene que mirar en el largo plazo, y es que los movimientos significativos se ven en el plazo de meses (excepto cuando se produce un infarto del sistema, como en Julio de 2008 que el precio aumentó de 100$ a 150$ en un mes).
- Utilizan un lenguaje oscurantista, con términos abstrusos para explicar cosas simples. Además, se abusa de las cantidades relativas (porcentajes) sin ponerlos en contexto y sin dar una idea de cómo ha ido cambiando la cosa con el tiempo. El objetivo es dejar fuera a los no iniciados, hurtar de la vista las discusiones para los profanos, es decir, para los que no comparten esta manera de hacer las cosas y pueden presentar objeciones muy fundadas. Ejemplos hay a porrillo; tomo uno de ellos al azar: "El resultado previsto para PGE en 2009 supone incumplir el objetivo de un superávit del 0,02 por ciento del PIB aprobado para la Administración Central por las Cortes Generales en junio de 2008", según reconoce el propio Gobierno en el proyecto legislativo de los PGE. Un objetivo que fue "fijado en base al contexto macroeconómico recogido en el informe sobre la posición cíclica de la economía española elaborado por el Ministerio de Economía y Hacienda en abril, de acuerdo con los datos disponibles en ese momento""
Todo lo anterior muestra que en realidad la teoría económica dominante es en realidad un pensamiento de tipo doctrinario o, como explicamos, una religión.
La otra trampa que se esconde en ese falso concepto de libertad es que la elección no es libre en realidad. Aunque la idea es sobradamente conocida, se suele abusar de ejemplos concretos para dar la impresión de que la gente realmente escoge libremente lo que escoge, cuando en realidad está fuertemente condicionada, con habilidosos trucos de ingeniería social y comercial, a "necesitar" determinados productos que son de su "utilidad". Precisamente éstos tres son los conceptos clave en la discusión sobre la presunta eficacia e idoneidad de los actuales mecanismos de distribución económica: necesidad, utilidad y elección.
En un sistema capitalista como el nuestro, el diseño del sistema se dirige a maximizar el retorno del capital, lo cual implica maximizar el beneficio de cualquier actividad económica. Esto se puede conseguir aumentando precios hasta un cierto punto, pero esta estrategia tiene un recorrido limitado puesto que precios excesivamente altos destruyen la demanda y a partir de un cierto punto también la ganancia. Alternativamente, se puede maximizar el beneficio disminuyendo costes. Aquí hay varias estrategias posibles, una de las cuales es la explotación de economías de escala y el encontrar usos diversos para un producto principal que sea económico de producir. Uno de esos productos cuyo proceso productivo se ha maximizado es el maíz. El sirope de maíz se utiliza en multitud de productos alimentarios para darles gusto, color, valor nutritivo, etc; se sorprendería Vd. de la cantidad de alimentos y otros productos que utilizan el maíz en su producción. Como comentaban en el documental Food Inc, "Todos los productos de un supermercado remiten a un campo de maíz en Iowa". ¿Realmente ha escogido Vd. que todos los productos que hay en el súper estén hechos, entre otras cosas, de maíz? ¿Está Vd. seguro de que es sano añadirle sirope de maíz a prácticamente cualquier alimento preparado que consuma Vd.? ¿O más bien esta proliferación en el uso del maíz tiene que ver con que ha sido muy barato de producir durante todos estos años?
Si Vd. ha seguido la evolución del sector de la alimentación en los últimos años sabrá que en estos momentos aproximadamente el 80% del comercio mundial está en manos de cinco empresas. Este fenómeno no es exclusivo del sector de la alimentación; cada vez menos empresas cada vez mayores controlan una fracción creciente del mercado mundial. Esa concentración de la actividad en manos de muy pocos agentes podría llevar a pensar que de manera natural, en aras de la optimización productiva y el aumento de beneficio, la cantidad de productos diferentes que se ofrecen debería disminuir; sin embargo, basta con ir a un supermercado o a cualquier otro comercio para ver una increíble diversidad de productos, pequeñas variantes de la misma idea. ¿Qué significa esta proliferación de productos? La respuesta es bien conocida: es una estrategia de márketing para incitar al consumo, es sólo un estímulo a las partes más primitivas de nuestro cerebro: en realidad muchos productos son el mismo con diferentes envases. Y esa es sólo una de las estrategias de manipulación de masas para llevarles a consumir más y más. ¿Es Vd. plenamente libre cuando decide consumir en un ambiente creado especialmente para incitarle al consumo?
No sólo el márketing actúa como fuerte condicionante de las decisiones de consumo, sino también los hábitos y las convenciones sociales que se van estableciendo, oportunamente moldeadas cuando se detecta en ellas un mercado potencial ¿Elige la gente tener coche? No siempre; según dónde uno viva y dónde y en qué trabaje tener un coche es imprescindible. Las redes de transporte público no siempre cubren las necesidades de movilidad creadas a la población. ¿Ha elegido Vd. vivir donde vive o se ha visto obligado a ir a determinado sitio en función de su renta disponible y de dónde tiene Vd. su lugar de trabajo? Es un caso típico: persona joven encuentra un trabajo en una gran ciudad y busca algún lugar cercano donde residir, pero lo más cercano que es asequible a su renta está a 20 kilómetros de su lugar de trabajo y si se traslada en transporte público necesita más de una hora para llegar, pero puede reducir el trayecto a 15 minutos si se compra un coche de segunda mano, que le resulta muy asequible (casi nadie tiene en cuenta los costes reales por kilómetro de un coche, incluyendo combustible, amortización del vehículo, seguros, párking, averías, revisiones, multas...). La estructura social favorece determinadas elecciones, que no son sólo socialmente aceptables sino completamente naturales dados los condicionantes.
Yendo a cosas más superfluas: ¿Elige la gente tener móvil? Si uno se pasa fuera de casa muchas horas, tener un móvil es una buena manera de estas siempre localizable por sus seres queridos; además, con los sistemas de chateo electrónico actuales uno puede mantener un contacto con los amigos que le sirve para sobrellevar una jornada cargada de muchos sinsabores y cada vez menos motivaciones. No es estrictamente necesario, pero, ¿qué persona joven elegiría no tener móvil y además del tipo smartphone? Parecería un extraterrestre en su comunidad social. ¿Es una elección verdaderamente libre la de comprar un móvil? Y así la lista de elecciones bastante discutibles se va alargando, en todos los casos condicionados por un ambiente social que le empuja en una dirección determinada: ¿Se elige libremente comprar un piso en vez de alquilar? ¿Elige uno en total libertad la ropa que se pone, o tiende a escoger aquello que es socialmente más aceptado para el estrato en el que uno está? ¿Son completamente libres todas las decisiones que se hacen al comprar alimentos, productos de limpieza, muebles, vacaciones, etc? Los valedores del libre mercado dirán que a nadie se le pone una pistola en el pecho, y eso es verdad, y también es cierto que cualquier persona puede decidir "salirse de la convencionalidad" y tomar una decisión que choca con las habituales, pero justamente de lo que hablamos es de condicionamiento, no de determinación: desde el punto de visto económico no importa si unos pocos individuos eligen otro camino si la mayoría va por la senda trazada. Hay una cuestión clara desde el punto de vista estadístico: si millones de personas toman decisiones dentro de un arco pequeño de opciones teniendo literalmente millones de posibilidades a su disposición eso significa que realmente no hay tantos grados de libertad como los aparentes, sino muchísimos menos. Realmente, son muy pocos los individuos realmente libres, puesto que desde hace mucho tiempo se mercantiliza la diferencia, y el mercado se apropia de la estética hippie, altermundista, eco, hipster... Se crean diversidad de nichos en el mercado para que aquellos individuos más críticos crean que son diferentes porque están clasificados dentro de una categoría igualmente mercantilizada pero menos numerosa.
Los adalides de las bondades de lo que ellos llaman libre mercado aceptan a veces que efectivamente la influencia social condiciona fuertemente muchas decisiones, pero que en eso el libre mercado no tiene la culpa, sino que es la sociedad, como si fuera un sujeto, quien toma sus decisiones, y como si los agentes económicos no influyeran en moldearlas. Sin embargo, resulta difícil creer tal cosa cuando los medios de comunicación se dedican a difundir continuamente publicidad en cuñas publicitarias y propaganda de un determinado modo de vida en todo el resto de contenidos. ¿Se ha sentido Vd. alguna vez identificado con los modos de vida y consumo de tanta y tanta serie televisiva o película cinematográfica? ¿Ha aspirado a ser como los personajes que tanto le gustan? ¿Se ha fijado que a veces el personaje lleva un tren de vida impropio para lo que deberían ser sus ingresos? La presión social existe, pero ésta se configura también a través de los mass media. En añadido, los medios de comunicación de masas sirven para crear, a veces, cuando es necesario, la ilusión de libertad: en algunos momentos se pone el foco en una pequeña anomalía y se hace creer que tiene una importancia que, a la luz de las estadísticas, no la tiene, todo con el fin de mantener la ilusión de libertad.
La falta de libertad de elección no es fruto únicamente de la presión social y de las estrategias de márketing, sino también de la falta de información. Un mercado no puede ser, nunca, realmente libre si todos los agentes que en él participan no tienen la misma información y la misma capacidad de negociación, y ése no es el caso en muchos servicios básicos prestados por grandes compañías. ¿Entiende Vd. el recibo de la luz? ¿Tiene Vd. capacidad para negociarlo? Cuando va al súper, ¿tiene Vd. conocimiento de lo dañinas que son algunas prácticas de producción de los productos que consume? ¿Tiene realmente capacidad de elegir algo mejor, por ejemplo, ecológico? Todo ello es el resultados de un mercado mucho más natural que libre.
Todo lo arriba expuesto nos ilustra cuál ha sido nuestro margen real de libertad durante las últimas décadas, pero ahora que estamos llegando a los límites del planeta, ahora que estamos inmersos en una crisis que no acabará nunca, un murmullo que se oía desde hace mucho pero permanecía oculto en las capas profundas de la sociedad se hace cada vez más insistente: quizá hay demasiado consumismo, quizá hay que acabar con hábitos de derroche, quizá tendríamos que abandonar lo superfluo. En los últimos tiempos, a medida que la crisis impide al capital alcanzar por medio de la producción sus tasas históricas de regeneración, éste va depauperando las rentas del trabajo y las administraciones públicas para continuar expandiéndose al ritmo habitual (huida hacia adelante con corto recorrido y potencialmente muy explosiva, pero que de momento nos hace avanzar rápidamente hacia La Gran Exclusión). Y en el fondo para favorecer esta expansión interna del capital se insiste en que los ciudadanos tienen que aprender a diferenciar entre necesidades estrictas y consumos superfluos. En algunos casos, se llega a culpabilizar al ciudadano por sus hábitos de consumo, lo que a veces llega al extremo de confundirle sobre el peso económico real de sus elecciones. ¿Cree Vd. que porque disminuya su factura eléctrica un considerable 10% va a mejorar la situación general? Aunque todos los domicilios redujeran un 10% su consumo eléctrico, el residencial es sólo el 10% del consumo total, o sea que ese gran esfuerzo repercutiría un 1% del consumo eléctrico total. ¿Y eso qué más da, además, en un país como España donde hay un exceso de capacidad instalada, donde sobra electricidad y a pesar de ello el consumo baja, porque no es electricidad lo que la sociedad necesita para funcionar, sino ese 80% de energía final no eléctrica y difícilmente electrificable que depende, mayoritarimente, del petróleo? Y, ¿es superfluo el coche? ¿Puede Vd. atender sus obligaciones diarias sin él? ¿Y qué haría sin la nevera, si no puede comprar los alimentos día a día por falta de tiempo? ¿Puede lavar menos ropa, por ejemplo usando el mismo atuendo más de un día seguido; se lo aceptarían en su entorno social y laboral? El hombre, como todos los seres vivos, está adaptado a su hábitat, pero una parte del mismo ha sido creado y recreado por la mano del Hombre y necesita también estar adaptado a él, a su tecno-hábitat, que le resulta tan vital como el hábitat de base propiamente biológica.
En realidad se tiene que intentar mantener la ilusión de libertad para evitar que la gente se revuelva contra lo que hay. La economía está más planificada que nunca: no sólo se planifica la producción, sino que se decide qué nuevos productos tendrán que consumir los ciudadanos. Ésta es la realidad de nuestra economía. Por eso un país comunista como China ha podido hacer una transición tan eficiente hacia el sistema actual: porque, en los aspectos claves, no hay una diferencia profunda; y China tiene además la "ventaja competitiva" de no ser una democracia. Y por eso es tan preocupante que se tome continuamente a China como baremo, como referente con el que compararnos: porque la diferencia más importante entre ellos y nosotros es el grado de autoritarismo.
La única elección real que se puede hacer (y que por tanto se ha de ocultar) es si queremos seguir con el sistema actual o intentamos construir uno nuevo, más igualitario y sostenible, algo diferente a todo lo que ha existido hasta ahora. Ésa es la elección real.