por Fenix » Jue Oct 01, 2015 6:49 pm
Lo peor está por venir
Carlos Montero
Jueves, 1 de Octubre del 2015 - 10:17:00
Desde hace años, los inversores han estado preocupándose por la desaceleración del crecimiento chino. Después de todo, el crecimiento del 7,5% que el país estaba disfrutando recientemente no podía durar para siempre, y la única pregunta era la gravedad de la desaceleración.
Los analistas más pesimistas esperaban un aterrizaje duro y los más optimistas buscaban un supuesto aterrizaje suave - y la realidad parece que va a ser un punto intermedio.
Hemos escuchado esta semana que las cifras de actividad manufacturera mostraron la mayor contracción en seis años - a pesar de que en realidad es menos dramática de lo que parece, ya que cualquier caída después de años de expansión será inevitablemente la peor durante todo ese tiempo.
La desaceleración del crecimiento
"El gobierno chino ha tenido como objetivo crecer un 7% este año, pero el Banco Asiático de Desarrollo ha rebajado sus estimaciones al 6,8% y los bancos centrales occidentales están aguantando la subida de tipos de interés ya que la crisis china podría propagarse al mundo entero", dice un editorial en The Motley Fool. "Pero, de nuevo, se necesita un poco de perspectiva - un crecimiento de sólo el 6,8% está a años luz de los sueños de la mayoría de nosotros.
Si el mercado de valores de China es una indicación, estaríamos realmente en problemas, ya que ha perdido un 45% desde su valor máximo desde junio. Pero, de nuevo, eso no es tan malo como suena, por dos razones principales. En primer lugar, las sociedades cotizadas tienen menos influencia en el PIB de China que en las Bolsas occidentales. Y en segundo lugar, se trataba de un mercado de valores políticamente manipulado y había sido impulsado a niveles insostenibles.
Un cambio estructural
Estoy menos preocupado por China que muchos, sin embargo, estoy convencido de que la cosas tienen que empeorar antes de mejorar. El verdadero problema es que China está tratando de alejarse de las grandes empresas estatales que impulsan el crecimiento, a un mercado más libre de empresa privada - pero al mismo tiempo, el Partido todavía lo quiere controlar todo y no quiere dejarlo a las fuerzas del mercado.
Las empresas estatales son terriblemente ineficientes en comparación con las empresas privadas. De hecho, los rendimientos de algunas de estas empresas no son suficientes siquiera para cubrir sus costos de capital, pero los bancos están obligados a mantener su financiación y no se les permite dejarlas caer.
Y así, los bancos están acumulando deuda tóxica, y si la economía de China fuera totalmente abierta y libre, una serie de colapsos de las empresas estatales podrían precipitar una crisis financiera que empequeñecería lo que hemos experimentado aquí en Occidente.
El mercado va a ganar
Por supuesto, no permitirán que eso pase y el cambio estructural va a ser más difícil de lo que se temía y tendrá que ser manejado con cuidado - y la delicadeza no es una característica que hay que esperar de la élite política de Beijing.
Pero la mayor fortaleza de China es el pueblo chino, que ha logrado mucho hasta ahora y no hay vuelta atrás. El libre mercado va a ganar, y los inversores a largo plazo no debería tener miedo a comprar acciones ´grandes y sólidas, pero el camino a corto plazo será problemático.
De hecho, la actual recesión liderada por China sugiere que ahora es el momento perfecto para estar comprando acciones si se quiere alcanzar el estatus de millonario antes de jubilarse."
Fuentes: The Motley Fool
Carlos Montero
Lacartadelabolsa
Capitalismo abyecto, socialismo noble
por Laissez Faire •Hace 9 horas
El liberalismo es un sistema político que resuelve el problema de la convivencia humana delimitando un marco normativo mínimo que habilita la coexistencia pacífica de los diversos proyectos vitales de las personas. Los principios que estructuran esa coexistencia humana dentro de la comunidad son la libertad de agencia, la propiedad privada y los contratos: reglas simples, universales e iguales para todos que permiten resolver no arbitrariamente las bases de los conflictos que emergen dentro de los grupos respetando la individualidad de las personas.
El capitalismo, a su vez, es uno de los sistemas económicos que pueden desarrollarse dentro de un marco político liberal; acaso sea, de entre todos los sistemas económicos posibles, el que posee una mayor capacidad de generar riqueza para el conjunto de la población. Por consiguiente, el capitalismo de libre mercado no es otra cosa que un sistema económico que, respetando las libertades básicas que permiten estructurar pacíficamente la convivencia entre las personas, coordina una amplísima cooperación voluntaria entre todas las partes para mejorar sus respectivos bienestares.
Viéndolo así, probablemente resulte chocante que, en una reciente entrevista, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, definiera al capitalismo como un “sistema ontológicamente abyecto”. ¿El respeto estructural a las libertades de las personas es abyecto? ¿La coexistencia y la convivencia pacífica son abyectas? ¿Las libertades de los individuos son abyectas? ¿La cooperación coordinada para la prosperidad mutua es abyecta? Difícil encontrar en la naturaleza —en la ontología— del sistema económica capitalista elementos que merezcan algún tipo de reprobación social salvo entre seres asociales y despreocupados por los derechos de los demás.
Y es que el capitalismo permite que cada persona persiga su propio proyecto vital de carácter económico bajo la restricción de respetar los derechos y libertades del resto de personas. Es más, los incentivos del capitalismo inducen a que los proyectos económicos de los distintos agentes se orienten a buscar la satisfacción ajena, favoreciendo que el enriquecimiento de unos individuos vaya de la mano de la prosperidad de otros individuos. No sólo eso, la organización económica del capitalismo —toma de decisiones descentralizadas y autónomas, en un contexto de propiedad múltiple donde se permiten las transacciones intertemporales— permite que se genere la información necesaria para que tales proyectos económicos se desarrollen sobre terreno firme y posean opciones de viabilidad.
Comparen al capitalismo con alguna de las múltiples variantes del socialismo. Bajo el socialismo, el proyecto económico de cada persona se halla subordinado al interés orgánico de la clase trabajadora: es ésta la que —expresándose a través del Estado autocrático, de los soviets, de los sindicatos o de las cooperativas— establece un plan general al que todo individuo, lo comparta o no lo comparta, debe someterse. El propósito de semejante plan general no es el de buscar la satisfacción ajena, sino la autosatisfacción: es la propia clase la que pretende medrar atendiendo las que considera que son sus necesidades orgánicas prioritarias (que, en realidad, sólo son las necesidades prioritarias de aquellas coaliciones de individuos que consiguen controlar el proceso de toma de decisiones colectivo). Por último, la centralización y burocratización coactiva de la toma de decisiones impide que se genere la información suficiente como para realimentar positiva o negativamente el plan económico colectivamente diseñado.
Dicho de otra manera, bajo el “ontológicamente abyecto” capitalismo, Pablo Iglesias disfrutaría de la libertad personal para iniciar la creación de una empresa cooperando en términos voluntarios con otras personas; tal empresa tendría enormes incentivos a orientarse a atender a otras personas; y, además, podría conocer cuándo lo está haciendo bien (beneficios) y cuándo lo está haciendo mal y por tanto debe rectificar (pérdidas). Es más, bajo el capitalismo, Pablo Iglesias no sólo podría iniciar la creación de una empresa capitalista, sino también de cooperativas, comunas socialistas, sindicatos u ONGs.
En cambio, bajo el “ontológicamente noble” socialismo, Pablo Iglesias carecería de la simétrica libertad personal para iniciar la creación de una empresa, debiendo someterse a la imposición colectiva del resto de trabajadores; la burocracia empresarial socialista no se orientaría a satisfacer necesidades ajenas, sino que sería capturada y exprimida por las propias élites extractivas internas (tal como sucede hoy con los Estados); y, además, carecería de toda realimentación externa para conocer cuán adecuadamente está gestionando los recursos económicos escasos con los que pretende dar respuesta a esas necesidades ajenas valiosas.
Capitalismo es libertad y eficiencia cooperativa. Socialismo es servidumbre y lucha intestina parasitaria. Abyección y nobleza.