Ocho días de infarto para intentar salvar el euro
Los mercados obligaron a reinventarse a la Eurozona entre el principio de la debacle del Ibex, el martes 4 de mayo, y la rendición de Zapatero a la ortodoxia fiscal, el miércoles 12.
El mercado fue pasto de las llamas la semana pasada, y quien intentaba huir del bosque incendiado de Eurolandia sufría el acoso de una jauría de especuladores con piel de lobo. La economía invadía los dominios de la ciencia ficción: viajar al pasado era posible. ¿Volveríamos a noviembre de 2008, cuando el desplome del banco estadounidense Lehman Brothers hundió al planeta en una gran recesión? ¿O el flashback nos conduciría irremediablemente a la Gran Depresión de 1929?
Desplome de la bolsa
El martes 4 de mayo, el Ibex 35 cayó un 5,41 por ciento. La jornada se calcaba al 4 de febrero, cuando el Ibex 35 se desplomó un 5,94 por ciento. Los parecidos eran inevitables. A finales de enero, los Gobiernos de Atenas, París y Berlín negaban las informaciones según las cuales negociaban una operación para evitar la quiebra de Grecia. A principios de mayo, corría como la pólvora el rumor de que España pediría a sus socios europeos y al Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo de 280.000 millones de euros.
"Absoluta locura"
José Luis Rodríguez Zapatero, que ese martes estaba en Bruselas, calificó el rumor de "absoluta locura". Pero en lugar de presentar medidas para sanear las arcas públicas y resolver la escalada del paro, se ciñó al mantra con el que, desde el inicio del año, ha intentado sin éxito recuperar la confianza de los mercados: la deuda española es inferior a la media de la UE.
Obvió que se vaya a duplicar en sólo cuatro años, y que tras el reciente exceso de apalancamiento, los mercados ya no transigen con endeudamientos elevados. Y menos en países cuya envejecida población amenaza con disparar los gastos en pensiones y sanidad.
Para echar más leña al fuego, una información en The New York Times calculaba que reflotar a España costaría unos 600.000 millones de dólares. Alemania, que acababa de aceptar a regañadientes un plan para reflotar Grecia con 110.000 millones de euros, proclamaba que sus recursos y su paciencia eran finitos y que era hora de pensar en quiebras controladas.
Descenso a los infiernos
El descenso del Ibex a los infiernos continuó. Cayó el 2,27 por ciento el miércoles 5, el 2,93 por ciento el jueves 6, y recibió la puntilla con una mengua del 3,28 por ciento el viernes 7. En una semana, había perdido un 13,78 por ciento. La banca europea se desinflaba entre rumores de que carecía de liquidez. Rumores que replicaban a los de finales de 2008 y amenazaban con gripar el mercado del crédito interbancario.
El miedo se propagaba por Europa y alcanzaba a Wall Street. Un supuesto error humano sembró el pánico y provocó una caída estratosférica en cuestión de minutos de más de un 9 por ciento en el índice estadounidense Dow Jones; aunque al cierre de la jornada la caída se moderó a un 3,2 por ciento. Las crónicas hablaban de caída en barrena, caída en picado, de corrección violenta.
Resonaban las advertencias que el gurú Nouriel Roubini, el profeta de la que parecía recién terminada recesión, pronunció a finales de enero en el Foro de Davos. Allí advirtió que la tragedia griega era gestionable para la zona euro, y que el problema sería España.
Las previsiones de Rehn
El miércoles 5 de mayo, el liberal finlandés Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, presentaba sus previsiones de primavera. Confiaba en que la débil recuperación europea cuajara, pero alertó del riesgo de que el fuego en el arbusto griego terminara por incendiar el bosque europeo. Grecia apenas representa el 2 por ciento de la economía de Eurolandia: los 16 países que comparten el euro como moneda única. España es el 12 por ciento.
Las previsiones de Rehn dejaban una vez más en evidencia a España. Tras el déficit público del 11,2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) en 2009, vaticinaba que España cerraría 2010 con un déficit del 9,8 por ciento, y acabaría 2010 en el 8,8 por ciento. Ya había advertido al Gobierno que sobraba optimismo y faltaban medidas concretas en sus planes para reconducir el déficit por debajo del listón del 3 por ciento del PIB en 2013.
Desveladas las previsiones de primavera, era el momento de reclamar a Madrid más ajustes. La deuda pública española se alejaba vertiginosamente del virtuoso 36,2 por ciento del PIB logrado en 2007 tras una década de esfuerzos, y se encaminaba hacia el 72,5 por ciento en 2011, el doble.
Teléfono americano
El presidente estadounidense Barack Obama empuñó el teléfono para reclamar soluciones a los que de verdad mandan en la UE: la canciller alemana Angela Merkel, y el presidente francés Nicolas Sarkozy. El océano Atlántico parecía un corta fuegos insuficiente para evitar el contagio del incendio europeo. Ni siquiera el Pacífico parecía bastar para blindar a Japón. Más que a Grecia, España comenzaba a parecerse a Lehman Brothers.
Si Madrid caía, se abortaría la recuperación y la crisis tendría perfil de una W. O peor. A finales de enero, también en el Foro de Davos, Xavier Sala i Martin, catedrático de la Universidad de Columbia, preveía un perfil que, como la cabeza de Bart Simpson, tuviera múltiples recuperaciones y recaídas. Volvía a temerse al fantasma de 1929, cuya repetición parecía haberse evitado por la intervención de los planes de estímulo lanzados por el G-20: los países más ricos y las economías emergentes más prometedoras del mundo.
Dio un vuelco la agenda de la cumbre en Bruselas el viernes 7 de mayo de los jefes de Estado o de Gobierno de los 16 países del euro. La cita parecía superflua al inicio de la semana porque el domingo 2, los ministros de Economía y Finanzas del Eurogrupo -los 16 países del euro- habían pactado por unanimidad activar el plan de rescate de Grecia, en colaboración con el FMI. El Gobierno alemán había levantado su veto tras los sacrificios acatados por el Ejecutivo del socialista griego George Papandreu, pese a que temía que las ayudas a Grecia le pasaran factura en las inminentes elecciones regionales en Renania, dado el rechazo del votante alemán a seguir pagando, como llevan haciendo desde hace medio siglo, los platos rotos de la UE.
Al final, la desavenida coalición de conservadores y liberales encabezada por Merkel perdió en Renania y dejó de controlar el Senado. En Bruselas se llegó a temer que el rescate griego tumbara al Gobierno central germano.
El conservador belga Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, pretendía celebrar el viernes 7 una reunión para extraer las conclusiones a largo plazo de la crisis griega. Quería ir convenciendo a Berlín para crear un mecanismo permanente de rescate como el de Grecia, que se pudiera aplicar a cualquier país del euro.
Al crearse el euro, Alemania desterró esta posibilidad. Estaba dispuesta a compartir la estabilidad, la inflación controlada y los bajos tipos de interés del marco alemán con los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y Spain). Pero se negaba a apuntalarlos con el dinero del contribuyente alemán, de cuyo bolsillo ya sale el maná de los generosos fondos de la UE. Hasta hace unos días, Berlín mantenía que según su legislación nacional y la comunitaria, el rescate de Grecia era ilegal. Argumento que en Bruselas se consideraba una cortina de humo.
A cambio, Bruselas vigilaría la política presupuestaria y las reformas estructurales de todos los países de la zona euro, para intentar evitar nuevos casos griegos o españoles. España ha sido un alumno aventajado porque la UE sólo miraba sus superávits fiscales. Pero la crisis destapó que era un gigante con los pies de barro por su constante pérdida de competitividad.
La cumbre del viernes 7 se aceleró por el pánico en las bolsas, y las presiones de Obama a Merkel y a Sarkozy. Presiones que luego Obama también ejerció sobre Zapatero. Sarkozy llegó a Bruselas a convertirse en el salvador del euro y recuperar su popularidad en Francia. Antes de pedir a Merkel la creación inmediata de un plan que blindara a todos los países del euro, y disuadiera a los especuladores de apostar a favor de la quiebra de uno de ellos, exigió a Zapatero y a José Sócrates, primer ministro luso, medidas adicionales para rebajar sus respectivos déficits.
Tras doblegarlos, según declaraciones atribuidas a Zapatero y desmentidas por Madrid y Berlín, Sarkozy amenazó a Merkel con abandonar el euro. Allí obtuvo la bendición alemana para crear un mecanismo de estabilización del euro, y para presionar al francés Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE). La zona euro quedó irreconocible. Berlín aceptaba rescatar a Madrid y a Lisboa, y cedía a uno de los deseos menos disimulados de París: interferir en la independencia del BCE y poner en entredicho una política monetaria hasta entonces sólo regida por el objetivo de mantener la inflación controlada.
Los ministros de Economía y Finanzas de los 27 países de la UE se reunieron el domingo 9 para ultimar los detalles. El ministro sueco de Finanzas, Anders Borg, acuñó la expresión de que era para crear un escudo que protegiera al euro de la jauría de lobos y especuladores.
El plan español
Salgado llegó creyendo tener los deberes hechos: presentó una reducción de gasto adicional de 15.000 millones de euros entre este año y el que viene. Era el embrión del plan que el miércoles 12 detalló Zapatero ante las Cortes. Salgado se llevó un rapapolvo de Alemania y Holanda, que pedía más. El resto de los países se abstuvieron de emitir un juicio hasta ver los detalles.
La reunión se prolongó hasta las dos y media de la madrugada. Los últimos momentos fueron agónicos. La apertura de las bolsas asiáticas se les echaba encima. Había que zanjarlo todo antes para evitar otra debacle. Berlín descabalgó a la Comisión Europea de la dirección del mecanismo de estabilización de la zona euro. La dotación del escudo anti lobos al que también contribuiría el FMI fue de 750.000 millones de euros, para garantizar que perderá quien apueste a favor de la quiebra de un país del euro.
La compra de deuda
El BCE anunció que compraría deuda, que facilitaría liquidez a los bancos, y que intervendría en el mercado de divisas.La euforia caló en las bolsas y el Ibex 35 rebotó el lunes 10 un 14,43 por ciento. El día 11 hubo una corrección del 3,32 por ciento. El miércoles 12, el plan de ajuste detallado por Zapatero en las Cortes, bajo la atenta mirada a distancia de Obama, Merkel y Sarkozy, logró un cierre del Ibex con un alza del 0,81 por ciento.
Se extinguió el riesgo inmediato de colapso de la economía mundial. Pero el retroceso del 1,11 por ciento del Ibex el jueves 13 confirma que tras los excesos de toda fiesta queda la resaca y tras la euforia, la cruda realidad: un déficit de dos dígitos, un paro del 20 por ciento, una constante pérdida de competitividad, muchas reformas pendientes y una débil paz social.
Fuente: http://www.eleconomista.es/economia/not ... -euro.html